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Sesenta mujeres rescatan un manantial del que dependen 10 caseríos en El Salvador

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En El Salvador, una de cada tres viviendas no recibe agua todos los días. Pero cuando a las mujeres de Hacienda La Labor se les secó su único nacimiento de agua, ellas lograrn recuperarlo. La periodista Wendy Urbina nos explica cómo en este video, reportaje, y fotoensayo creado por Proyecto Lava con una de las becas de la Convocatoria Centroamérica 2024 del Fondo para el Periodismo de Soluciones en Latinoamérica, una iniciativa de El Colectivo 506. Este trabajo fue publicado por Proyecto Lava el 11 de noviembre del 2024 y adaptado aquí para co-publicación con nuestro medio.

El agua que parecía brotar infinitamente empobreció a paso lento en el 2018. Las disminuciones pequeñas, pero constantes, pasaron casi desapercibidas para quienes se bañaban en las profundidades de la poza de la comunidad.  Pero un día, la alerta de que el único nacimiento de agua de la zona se estaba secando corrió como pólvora en la hacienda La Labor. El agua dejó de ser suficiente en la casa de Erika Solórzano como en la de sus vecinas. Y antes de que los chorros no soltaran más que aire, pusieron un plan en marcha. “Así fue como el tanque volvió otra vez a llenarse y volvió a estar como lo teníamos”, recuerda.

En El Salvador, la agonía de no tener agua en casa no es cosa del pasado. Una de cada tres viviendas no recibe agua todos los días, según datos del censo 2024. Esto explica por qué la escasez de agua figuró como el principal problema de los hogares salvadoreños en la encuesta sobre el derecho humano al agua del Instituto Universitario de Opinión Pública de la UCA (IUDOP) hecha en 2023. El problema se agudiza en el área rural, debido a que solo el 66% tiene abastecimiento por cañería dentro de las viviendas.

La Hacienda La Labor se ubica al occidente de El Salvador, en el departamento de Ahuachapán, a 85 kilómetros de la capital. En este lugar, 60 mujeres reforestaron un bosque y recuperaron de la sequía un manantial que asegura el agua para 10 mil personas.  Para ello, sembraron árboles en cada invierno, hicieron rondas de vigilancia y desarrollaron campañas de limpieza en el bosque aledaño. Entre los beneficiados se encuentran habitantes de los caseríos dentro de la hacienda como El Bordo, La Piedra, El Casco, La Ceiba, El Regadío, La Pista y El Limón. Y habitantes de los caseríos cercanos como San Lázaro, el Pega Pega y El Jabillo.

Y es que la primera alarma saltó cuando se dieron cuenta de cómo los vecinos estaban deforestando la zona. “Empezaron a talar árboles para sembrar su grano básico, pero debido a eso se empezó a secar el nacimiento. Iba bajando mucho”, comenta Erika Solorzano, presidenta de la organización que crearon llamada ADECIME.

@proyecto_lava ¿Cómo salvar un manantial de la sequía? 💦🌳 Las mujeres de la Hacienda La Labor en #Ahuachapán han encontrado una manera de salvar de la sequía a un manantial que abastece de agua a aproximadamente 10 mil personas ¡Aquí te contamos más! 👆👀 ➡️ Este reportaje se realizó con el apoyo del Fondo para el Periodismo de Soluciones en Latinoamérica, una iniciativa de El Colectivo 506. El reportaje se publicó en colaboración entre Proyecto Lava y El Colectivo 506 en noviembre del 2024. #ElSalvador #PeriodismoDeSoluciones #ProyectoLava ♬ sonido original – Proyecto Lava

Si no intervenían, sabían que se perdería no solo el bosque, sino el nacimiento de agua que se alimentaba de él. Esta fuente de agua que empezó a bajar su caudal es la única en las 40 manzanas de extensión de la hacienda. “Cuando vimos que iban talando eso y dijimos ‘¿De dónde vamos a tomar agua si nos botan todo el bosque? ”, recuerda Maura Díaz, vicepresidenta de ADECIME.

En la hacienda La Labor, el agua se gestiona a través de una junta de agua, un organismo local que administra el recurso. Ahí no tiene competencia la

Administración Nacional de Acueductos y Alcantarillados (ANDA). La  organización entre la junta de agua y la alcaldía municipal de Ahuachapán, permitió la construcción de tuberías que les abastecen del agua del nacimiento, a través de bombeo, un día sí y un día no, por 40 minutos. De esta manera, en la hacienda forman parte del 13.7% de la población que, a nivel nacional, recibe agua cada dos días, según datos del censo 2024.

Pese a que su servicio de agua se ve condicionado con días y horas, habitantes de la hacienda prefieren que su abastecimiento se mantenga en las manos de la comunidad, a través de la junta de agua, a que sea gestionado por ANDA, la organización autónoma del estado encargada de proveer agua para el consumo humano a nivel nacional. “Meter a ANDA ya es otro rollo porque no pagaríamos nosotras como lo pagamos ahora de $3, acuérdese que ya ANDA ya sería con contador y todo eso, no nos convendría”, explica la Erika Solórzano.

Para el mes de abril de este año, una nota publicada por La Prensa Gráfica informó que usuarios de ANDA “continúan reportando cobros excesivos” y que “algunos han acumulado deudas de hasta $4,000”.

Una de las claves para que estas mujeres lograran salvar el manantial reside en la formación a la que han tenido acceso. Por su organización de mujeres, han tenido capacitaciones de liderazgo, enfoque de género y de desarrollo de proyectos. Estos conocimientos les han brindado las herramientas necesarias para formular, defender y llevar diferentes proyectos a su comunidad.

Así, con alianzas de organizaciones que velan por el cuidado del medio ambiente, gestionaron con el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) que la zona fuera declarada como área natural protegida y obtuvieron el permiso de comanejo. Un permiso de comanejo les da autoridad -compartida con el Estado- para gestionar y cuidar los recursos de la zona. Este permiso venció hace un año, ahora se encuentran a la espera de una renovación.

“Hemos sembrado árboles, hemos hecho cercas de ladera, hacemos las brechas cortafuegos, para que no se nos queme”, enumera  Maura Díaz. Las acciones han dado resultado. “Estaba como que era desierto. Ahora hay un bosque bien hermoso y bien fornido”, agrega.

Así, han recuperado 10 manzanas de terreno. Ellas, en cada invierno se adentran en una caminata de aproximadamente un kilómetro, entre veredas y cuestas, con huacales, azadones, cava hoyos, corvos y pequeños árboles donados en mano. Listas para sembrar el bosque y asegurar el agua del mañana.

“Los árboles y la vegetación en general, actúan como esponjas naturales que van absorbiendo el agua lluvia durante la época lluviosa y la liberan en épocas secas”, explica Alejandra Trejo, bióloga e investigadora de la Universidad Francisco Gavidia. “El ecosistema del bosque y el nacimiento de agua le permite tener un lugar donde vivir. Simple y sencillamente si el cuerpo de agua llegara a desaparecer toda esta comunidad tendría que ser desplazada”, enfatiza.

Para estas mujeres, seis años cuidando del área protegida ha asegurado agua en sus casas y en la de sus vecinos. El antes y el después se reconoce a simple vista. “Sí, hubo un cambio un antes y un después hablando ya de la zona”, comenta Erika. “Ahora en día, gracias a Dios nosotros nos hemos dado el placer de decir tenemos un tanque que rebalsa de agua”, agrega Delmy Muñoz, habitante de la hacienda.

“Los avances en protección en materia medioambiental que generan las mujeres organizadas son fundamentales para que se generen cambios en la sociedad salvadoreña”, opina la abogada feminista, Valeria Zetino.

Las mujeres de la hacienda La Labor realizan acciones que le competen al Estado, pero sin recibir un salario. Esto se suma al reto de concientizar a los vecinos que talaban la zona y que han sido detractores de sus acciones. “Éramos como las malas de la comunidad nosotras porque les decíamos a la gente que no talaran. Tuvimos muchos problemas con la misma comunidad”, comenta Erika. “Queremos un proyecto donde cuidemos el área, pero que las mujeres les reconozcan aunque sea con algo. Aunque sea un paquetito de víveres, esa es una lucha que todavía tenemos”, recalca, Maura.

Pese a las limitantes, la lucha por mantener protegida esta zona sigue en pie. Estas mujeres se están encargando de transmitir sus conocimientos a las nuevas generaciones para asegurar el bosque y el agua en el futuro. “También estamos trabajando con jóvenes como capacitar, porque así fue la propuesta que hicimos, capacitar a 25 mujeres defensoras ambientales, igual 25 jóvenes defensores ambientales porque vamos viendo la futura generación”, cuenta Maura.

Del mismo modo, invitan a quienes se encuentran en situaciones similares a actuar. “Nosotros invitamos a las mujeres a que se organicen y que defiendan. Y si en lugares tienen nacimientos de agua, tienen un pozo de agua, yo las invito a que luchen y que aprendan parte de lo que nosotros estamos haciendo”, dice, orgullosa,  Erika.

Vea la nota original y conozca más de Proyecto Lava acá.

Un grupo de mujeres de ADECIME se organiza en la entrada de la Hacienda La Labor para iniciar con su jornada de reforestación que hacen cada semana durante el invierno. Para empezar, se reparten lo necesario: cavahoyos, azadones, corvos y agua para hidratarse. Wendy Urbina / Cortesía Proyecto Lava / El Colectivo 506
Las mujeres caminan en fila, cargando los árboles que sembrarán durante la mañana. Entre risas y bromas, todas avanzan a desarrollar el trabajo más serio e importante en la zona, la reforestación del bosque que ayuda al mantenimiento del nacimiento de agua de la zona. Wendy Urbina / Cortesía Proyecto Lava / El Colectivo 506
Los huacales los cargan de la manera que se les hace más sencilla, unas en los brazos y otras en la cabeza. Caminan firmes en una zona donde la lluvia dificulta el acceso. “Defensorxs ambientales” dicen sus camisas que portan con orgullo. Wendy Urbina / Cortesía Proyecto Lava / El Colectivo 506
Entre sus siembras se encuentran árboles de San Andrés, Cedro, entre otros. Wendy Urbina / Cortesía Proyecto Lava / El Colectivo 506
Para poder sembrar, primero preparan la tierra. Cortan la maleza con el corvo y lo mueven con el azadón para dejar un espacio abierto donde los árboles puedan adaptarse al suelo. Wendy Urbina / Cortesía Proyecto Lava / El Colectivo 506
Erika Solorzano, de 37 años de edad, es la presidenta de ADECIME y una de las que impulsa desde el primer día todo este esfuerzo. Su objetivo es dejar un legado a las nuevas generaciones. Wendy Urbina / Cortesía Proyecto Lava / El Colectivo 506
El grupo de mujeres defensoras ambientales preparan la tierra donde sembrarán los nuevos árboles. Al fondo, el bosque que ellas han sembrado muestra cómo se verá esa zona en un futuro. Wendy Urbina / Cortesía Proyecto Lava / El Colectivo 506
Luego de una larga jornada de siembra, las mujeres descansan sobre la grama y se reparten refrigerios para recuperar energía que necesitarán para su regreso a sus hogares. Wendy Urbina / Cortesía Proyecto Lava / El Colectivo 506
El agua del tanque es aprovechada en todos los sentidos. Llega a las casas a través de bombeo y, la que rebalsa, también la utilizan para lavar los utensilios usados para la siembra de árboles. Wendy Urbina / Cortesía Proyecto Lava / El Colectivo 506
El tanque, como le llaman las y los habitantes de La Labor, fue la principal motivación para iniciar con este trabajo de reforestación. Ahora, este se encuentra lleno de agua y resalta en el paisaje de bienvenida que brinda La Hacienda. Wendy Urbina / Cortesía Proyecto Lava / El Colectivo 506
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Wendy Urbina
Wendy Urbina
Wendy es fotoperiodista de Proyecto Lava. Ha trabajado en La Prensa Gráfica y Diario CoLatino, y ha participado en diversos proyectos de periodismo colaborativo con Connectas, El Faro, La Prensa Gráfica y Focos. Actualmente es becaria del primer Fondo de Periodismo de Soluciones en Latinoamérica organizado por Colectivo 506 de Costa Rica. // Wendy is a photojournalist for Project Lava. She has worked at La Prensa Gráfica and Diario CoLatino, and participated in various collaborative journalism projects with Connectas, El Faro, La Prensa Gráfica and Focos. She is currently among the first reporting grant recipients of the Latin American Solutions Journalism Fund, an initiative of El Colectivo 506.

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