Las especies de árboles Ginkgo biloba han sobrevivido durante casi 290 millones de años. Como un viajero del tiempo, compartió su hábitat con los dinosaurios durante el período Jurásico, y sus semillas probablemente fueron dispersadas por antiguos carroñeros adaptados a alimentarse de carroña. A lo largo de eras geológicas, el ginkgo resistió múltiples cambios climáticos. Antaño cosmopolita, su distribución se redujo gradualmente hasta sobrevivir únicamente en algunas regiones del este y sur de China.
Rescatado de la extinción por jardines botánicos en el siglo XIX, el ginkgo vuelve a florecer. Hoy en día, se planta en ciudades de clima templado de todo el mundo, donde se admira por su hermoso follaje (su nombre común es árbol de los cuarenta escudos) y su notable resistencia a la contaminación. La relación de la humanidad con el ginkgo es ancestral: durante milenios, ha sido venerado en las tradiciones asiáticas por sus propiedades curativas. Los extractos de sus hojas se siguen utilizando para tratar afecciones degenerativas del sistema nervioso.
El ginkgo sobrevivió a los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. En Japón, estos árboles se conocen como Hibakujumoku,y son testigos vivientes de la herida más profunda de la humanidad y símbolos de una resiliencia extraordinaria. Su supervivencia demuestra que, incluso después de las horas más oscuras, la vida puede regenerarse y perdurar. La naturaleza posee un asombroso poder de autocuración, y quizás ese sea el mensaje que Ginkgo biloba ha perdurado a lo largo de millones de años.
En 2011, la Fundación Legado Verde de Hiroshima comenzó a distribuir semillas de estos árboles que sobrevivieron a la bomba atómica por todo el mundo como símbolos de paz y esperanza. En 2021, gracias a un proyecto de divulgación de la Universidad de Costa Rica, Costa Rica se unió a la Fundación y recibió semillas de los árboles que sobrevivieron a la bomba atómica. Las semillas fueron germinadas y cultivadas cuidadosamente en el Jardín Botánico Lankester en Cartago, al este de San José, hasta que algunos alcanzaron el tamaño suficiente para ser plantados. Finalmente, en 2025, se llevaron a cabo tres ceremonias para plantar los “Árboles de la Paz de Hiroshima”. Cada ceremonia reunió a personas de todas las edades, diplomáticos, autoridades universitarias, estudiantes y niños, recordándonos que la paz siempre debe cultivarse colectivamente y transmitirse de generación en generación.
El primer árbol se plantó en el campus Rodrigo Facio de la Universidad de Costa Rica el 11 de agosto, con la participación de la Embajada de Japón, autoridades universitarias y representantes del Ministerio de Relaciones Exteriores de Costa Rica. Fue una ceremonia muy emotiva en la que los estudiantes universitarios tuvieron un papel fundamental, plantando el primer árbol Hibaku-jumoku en la universidad pública más destacada de Centroamérica, que simboliza el poder de la educación y la fuerza unificadora del conocimiento en los campos técnicos y humanísticos.

La segunda ceremonia tuvo lugar en el Jardín Japonés del Jardín Botánico Lankester, que también forma parte de la Universidad de Costa Rica, el 30 de agosto. Los niños colocaron con delicadeza el joven retoño en la tierra, un conmovedor recordatorio de que la paz crece mejor en manos de los jóvenes.

La tercera ceremonia tuvo lugar en la Universidad para la Paz el 16 de septiembre. Una vez más, con la presencia de la Embajada de Japón, se reafirmó la misión compartida de educación y construcción de paz entre las naciones del mundo. Allí también, los estudiantes fueron los encargados de plantar el joven árbol de ginkgo, vinculando el aprendizaje con la esperanza en acción.

Estas ceremonias fueron mucho más que gestos simbólicos. Fortalecieron un puente vivo entre Costa Rica y Japón, un puente no de piedra ni acero, sino de raíces y hojas. Nuestras culturas están unidas por una profunda reverencia por la belleza y la resiliencia de la naturaleza, y por el profundo simbolismo de tener un organismo vivo como emisario de paz y esperanza. Desde la Universidad para la Paz, este mensaje se extiende al mundo, formando a futuros líderes que se capacitan para promover la paz a través de la educación, la empatía, la resolución de conflictos y la comprensión global.
La Fundación Legado Verde de Hiroshima ha reconocido ahora tanto a la Universidad de Costa Rica como al Jardín Botánico Lankester como un Centro regional para América Latina, animándonos a extender este legado a otros países de la región, comenzando por México.
El Jardín Lankester actualmente cuida alrededor de 40 plantas jóvenes de ginkgo y 90 semillas, listas para continuar este camino. Mediante la colaboración con ministerios de asuntos exteriores y embajadas, esperamos compartirlas con otras instituciones educativas que, como la nuestra, creen en el poder sanador de la naturaleza y en la responsabilidad moral de la humanidad de cultivar la paz. Cada semilla enviada y cada árbol plantado representa un acto de fe en el futuro, una promesa de que las lecciones de Hiroshima jamás se olvidarán, de que el conocimiento humano debe estar al servicio de toda la humanidad y de que debe permanecer abierto y generoso, inspirando a las generaciones a salvaguardar la vida en la Tierra.

En un mundo a menudo fracturado y agobiado por la codicia, las guerras sin sentido, el desprecio del medio ambiente y la búsqueda irracional de armas de destrucción masiva, los Árboles de la Paz nos recuerdan algo profundamente simple y verdadero: la vida perdura. Sus raíces se hunden en la historia, sus ramas se extienden hacia el futuro y sus hojas susurran un mensaje eterno: que la esperanza no reside sólo en las palabras, sino en las acciones compartidas que honran la vida, afirman nuestra humanidad común y fomentan la creación de sociedades verdaderamente pacíficas, basadas en la justicia social.





