Costa Rica tiene una rica historia agrícola, desde la ganadería y la producción lechera hasta las plantaciones de piña y banano, y productos de lujo como el café y el cacao. Sin embargo, esta rica historia tiene un costo significativo. A pesar de su reputación como país verde y sostenible, Costa Rica tiene uno de los mayores usos per cápita de agroquímicos en Latinoamérica. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas, el uso de agroquímicos en Costa Rica es ocho veces más alto que en otros países latinoamericanos.
Esto tiene graves consecuencias ambientales y para la salud. El uso excesivo de agroquímicos expone a los trabajadores agrícolas a enfermedades potencialmente mortales debido a la exposición repetida. Desde estas fincas, restos de toxinas penetran en los ecosistemas locales, y los vertidos químicos contaminan las vías fluviales, las cadenas alimentarias y los alimentos de las personas.
Además, como muchos otros países, Costa Rica tiene dificultades con la distribución de alimentos y no es autosuficiente en su producción de alimentos, por lo que depende considerablemente de las importaciones. El índice Gini de Costa Rica, una medida de la desigualdad del ingreso, fue del 0,49% en 2024, donde las comunidades rurales sobresalen como las más afectadas por las desigualdades. Esto genera más problemas ambientales y sociales, como el aumento de las emisiones de carbono derivadas de las exportaciones y el agravamiento de la desigualdad e inseguridad alimentaria en las zonas rurales.
Una finca que acepta el reto
Finca Orgánica San Luis, ubicada en Grecia, Alajuela, es una finca familiar totalmente orgánica que desafía la idea de que la agricultura orgánica no puede ser productiva. Cultiva una amplia variedad de verduras y frutas, desde café hasta repollos, con un modelo de negocio diversificado que vende productos agrícolas, semillas y ofrece tours educativos.
Felicia Rodríguez, una de las principales propietarias de la finca, utiliza una variedad de plantas y hierbas naturalizadas y nativas para producir sus soluciones antiplagas libres de químicos que consisten en menta, epazote, zorrillo, güitite, y más. Al picar, hervir, preparar infusiones y luego dejar fermentar las mezclas, Felicia crea soluciones completamente libres de agroquímicos.

La finca también está desafiando nuestro concepto de plaga. Felicia afirma que un organismo solo se considera plaga cuando la producción se ve afectada en más del 20%. Con demasiada frecuencia, lo que consideramos una plaga es en realidad un miembro integral del ecosistema, por lo que la finca no planta solo para las personas. Hay plantas adicionales para las «plagas» y polinizadores que se encuentran dispersas por toda la propiedad. La finca también utiliza fertilizantes orgánicos mediante vermicompostaje. Este proceso de compostaje consiste en guardar los restos de comida y descomponerlos mediante lombrices rojas, convirtiéndolos en compost rico en nitrógeno para los jardines.
El éxito de este enfoque se evidencia en el pH del suelo —un indicador de su calidad y salud—, que ha pasado de un pH ácido de 4,2 a un pH neutro de 7,7 en 10 años gracias a la rica acumulación de materia orgánica. En la mayoría de las zonas de la finca, la materia orgánica representa ahora el 10% de la composición del suelo.
Desafíos restantes
A pesar del gran éxito de la finca, equilibrar la producción de alimentos para todos sigue siendo un desafío. La Finca Orgánica San Luis ha sufrido importantes pérdidas de cultivos debido a insectos que invaden las plantas o a otros animales, como mapaches, que desentierran cultivos enteros. Felicia también afirma que el éxito de la finca se debe principalmente a que es una operación familiar, con más trabajadores e ingresos agrícolas diversificados para respaldar el negocio en caso de dificultades. Además, es un modelo que requiere mucha mano de obra, ya que el deshierbe, la cosecha y el mantenimiento se realizan manualmente. Lo positivo es que esto genera más empleos locales.
Tener una finca orgánica certificada también implica renunciar a ciertos cultivos, ya que el Servicio Fitosanitario del Estado (SFE) de Costa Rica mantiene una lista aprobada de plantas que pueden obtener la certificación orgánica. Esta certificación orgánica también es difícil de obtener para muchos pequeños agricultores debido a los costos que implica. Finca San Luis forma parte de un modelo participativo de certificación orgánica, Participaría (un proceso de certificación grupal compartido con otros agricultores), que ayuda a reducir el tiempo y los recursos que cada agricultor debe invertir para obtener la certificación orgánica. La regulación gubernamental también es más estricta e intensa en la agricultura orgánica en comparación con la agricultura química, lo que plantea mayores desafíos para las pequeñas fincas que desean adoptar la agricultura orgánica.

Gestionar una finca orgánica requiere un profundo conocimiento del paisaje, incluyendo la altitud, la precipitación y la salud del suelo, así como un conocimiento exhaustivo de las complejas redes de interacciones ecológicas involucradas. La adaptabilidad y la flexibilidad son clave. Felicia comenta que Finca San Luis enfrenta mayores desafíos durante la temporada de lluvias (mayo-noviembre) debido a la mayor presencia de plagas y menor producción, por lo que la finca ha priorizado el uso de su invernadero durante esta temporada. En la temporada seca, la finca puede producir una mayor variedad de cultivos y en mayor cantidad.
La rotación de cultivos también es importante para mantener la salud del suelo: plantar el mismo cultivo repetidamente en el mismo lugar puede agotar nutrientes importantes, alterando el equilibrio ecológico. Otro aspecto que las fincas costarricenses deben considerar, especialmente en las regiones montañosas, es la elevación y la pendiente. La Finca San Luis se encuentra en una pendiente pronunciada, lo que implica una alta tasa de erosión. Al incorporar cultivos de raíces profundas, Felicia ha logrado estabilizar mejor los suelos y mejorar las condiciones de crecimiento de los cultivos.
Por último, Finca San Luis cultiva la mayoría de sus cultivos a partir de semillas cultivadas en la propia finca, un aspecto crucial de la seguridad y soberanía alimentaria de las fincas locales y las comunidades locales a las que sirven.
Esta pequeña finca familiar demuestra el potencial y la importancia de empoderar a más agricultores en Costa Rica para que cultiven alimentos de forma segura y ecológica para sus comunidades locales, garantizando así la salud y el bienestar de todos los ticos. Al trabajar con los sistemas ecológicos en lugar de contra ellos, Finca San Luis demuestra que es posible adoptar un enfoque totalmente orgánico. Felicia afirma que, si bien la finca ha enfrentado muchos desafíos, valió la pena el cambio: «¡El dinero no se come! Tenemos que pensar en la próxima generación».