No nació en Ostional. Llegó aquí en 1965, era tan sólo un adolescente que buscaba una oportunidad. Una comunidad. No esperaba encontrar dos: la comunidad humana, entonces dispersa, y una segunda comunidad que se contaba por cientos. No, miles. Miles de seres, unidas detrás de un solo propósito. Las tortugas marinas Lora que vienen a Ostional cada año para desovar.
Tomás dedicaría gran parte de su vida a ambas comunidades, viendo cómo se entrelazaban. Excepto que «entrelazar» no fue la palabra correcta durante muchos años. Al principio, los huevos de tortuga se veían solo como una fuente de alimento. Se necesitó tiempo, investigación, fe en lo invisible, para que se estableciera la cosecha sostenible, para que se convirtiera en ley. Que los humanos se convirtieran en cuidadores de las crías de tortuga en lugar de solo consumidores. Que los humanos vieran que las tortugas podrían traer turismo, y el turismo, oportunidad.
Oportunidad como la que don Tomás había venido a encontrar todos esos años antes. Al final, no la encontró: la construyó. La creó, para él y para otros, para dos comunidades que comparten una franja de playa ahora famosa. Creyó hasta verla hecha realidad, allí donde el agua toca la arena.
Texto de Katherine Stanley Obando, inspirado en la historia de don Tomás Chavarría. Lea más sobre su trabajo en la crónica de este viernes de Mónica Quesada Cordero. Nuestra columna semanal Media Naranja cuenta breves historias de amor con un toque costarricense. Durante nuestra edición de agosto, se enfocarán en el amor de muchos tipos—romance, amistad, lazos de vecinos—que están relacionados con los parques nacionales de Costa Rica y otras áreas protegidas.