Con el debido respeto al periodismo que se arriesga y denuncia las injusticias, decidimos crear Lava para retar la idea de que solo mostrar la cara oscura de la realidad no es la única forma de informar. En lugar de eso, sacamos de la gaveta la esperanza para crear un espacio de soluciones.
Nos propusimos el reto de reconectar con una audiencia que a veces desconfía del periodismo y desafiar el status quo, no solo desde la fiscalización del poder inherente a la prensa, sino también desde la apuesta por un enfoque que navega contracorriente en El Salvador, donde el periodismo independiente resiste bajo amenaza, mientras ve con incredulidad el narrar las excepciones positivas en la realidad.
Proyecto Lava es un medio de comunicación digital dedicado al periodismo de soluciones. Surgió en 2022, inspirado en una experiencia previa en el desaparecido Teleprensa, un espacio informativo televisivo que cerró debido a presiones estatales y administrativas. Fue en 2021, mientras trabajaba como reportera en ese lugar y buscaba historias de problemas alimentarios en la costa durante la pandemia, cuando encontré algo inesperado: una comunidad pesquera que, con organización, empatía y trueque, había construido una verdadera revolución contra el hambre.
Gracias a una beca de la Fundación Gabo, publicamos la historia, y la reacción del público fue sorprendente. Esta vez no hubo escepticismo ni señalamientos hacia nuestro trabajo; las visitas se dispararon, la gente opinó y, más importante aún, pidió más historias como esa. Sin darnos cuenta, habíamos eliminado la distancia entre el medio y su audiencia, demostrando una nueva forma de ver la realidad a través del periodismo de soluciones.
Desde 2019, con la llegada de Nayib Bukele a la presidencia, la concentración de poder y la deslegitimación de la prensa independiente han avanzado significativamente. La reciente encuesta del Centro de Estudios Ciudadanos (CEC) de la Universidad Francisco Gavidia revela que, en El Salvador, la confianza en los medios parece tener una relación directa con el gobierno: cuanto más cercanos al discurso oficial, mayor es la confianza pública; mientras que los medios independientes son vistos con más desconfianza.
Medios estatales como Canal 10 y Diario El Salvador lideran en confianza, mientras que críticos como El Faro y Gato Encerrado figuran entre los menos confiables. Es alarmante: la propaganda es valorada, mientras que el periodismo independiente es castigado. Esto nos invita a cuestionarnos y a asumir la responsabilidad de explorar nuevas formas de narrar la realidad y cumplir nuestro deber de llevar información veraz a las audiencias.
Con el éxito de «La Revolución Contra el Hambre», entendimos que el periodismo de soluciones podría ser una respuesta para resistir la propaganda y la desinformación, construyendo un puente de confianza y ofreciendo información libre de polarización. Si la resiliencia y creatividad de las comunidades habían sido claves para enfrentar sus desafíos, ¿por qué no aplicar esos mismos principios en el periodismo?
Tras el cierre de Teleprensa, admito que encontrar aliados para crear un medio con enfoque constructivo no fue fácil. Algunos colegas veían esta visión como una desviación de la labor periodística, casi como si mirar hacia lo positivo fuera un acto de deslealtad. En Lava creemos lo contrario: la verdadera traición ocurre cuando se informa desde un único matiz, ya sea apocalíptico o idealista. Al hacerlo, abandonamos a quienes realmente nos debemos: las audiencias que buscan información confiable para enfrentar su día a día.
Como bien dicen, el periodismo es un privilegio. Tenemos la oportunidad de estar donde muchos quisieran, de preguntar, de vivir los acontecimientos históricos de primera mano. Somos los ojos y los oídos de quienes no están allí; somos su conexión con una realidad que, muchas veces, solo pueden imaginar a través de nuestras historias. Entonces, ¿dónde queda nuestra responsabilidad si solo ofrecemos una visión incompleta o alimentamos el desánimo?
Con estas preguntas en mente, buscamos iniciar Lava de la mano de medios independientes, esperando que fueran receptivos. Sin embargo, nuestra idea fue rechazada; nos dijeron que estos eran “temas de domingo.” Luego probamos en medios tradicionales, pero el periodismo de soluciones se percibía como arriesgado. Al requerir profundidad y evidencia, algunos temían que se interpretara como confrontación.
Afortunadamente, conseguimos el respaldo de una organización pro democrática llamada CECADE, que nos permitió explorar historias que mostraran el poder de la resiliencia y la organización comunitaria. Decidimos llamarnos Lava porque, al igual que nuestra región volcánica y las personas cuyas historias documentamos, compartimos una energía que transforma, un poder latente, invisible, que permanece dormido hasta que se pone en acción. Así como las comunidades, nosotros también desafiamos al sistema, demostrando—aunque suene paradójico—que hablar de esperanza, en este contexto, es un acto de rebeldía.
Llevamos ya un año y medio documentando excepciones, mostrando cómo las comunidades encuentran alternativas para enfrentar desafíos críticos: desde el acceso a derechos humanos, agua, alimentos y vivienda, hasta temas complejos como la transparencia y la anticorrupción. Nos gusta pensar que hacemos justicia narrativa al dar visibilidad a lo que otros medios suelen pasar por alto: las acciones de personas y comunidades que, en medio de un ecosistema mediático que critica la “bukelización” pero que a menudo la reproduce, quedan fuera de los reflectores. La gente también es protagonista. No solo merece titulares cuando es víctima, y los medios no deben enfocarse solo en quienes ostentan cargos públicos.
El informe Latinobarómetro de 2023 señala que El Salvador está dejando de ser una democracia y transformándose en un populismo autocrático. Si los medios de comunicación son llamados «cuarto poder», ¿por qué no usar esa influencia para desafiar esta tendencia y recordar que el país no depende de un solo líder, sino de la acción cotidiana de sus habitantes? Estas comunidades ejercen lo que nos gusta llamar «democracia hiperlocal»: una democracia que no se refugia en la academia ni en espacios de élite, sino en comunidades que, desafiando al poder, demuestran al Estado que las necesidades sí se pueden atender.
Mantenemos la ilusión de que este sea un buen camino hacia un periodismo transformador y cercano. Nos llena de esperanza ver los resultados. A través de esta cobertura con un enfoque diferente, hemos logrado desafiar la norma en los espacios digitales y abrir diálogos en redes sociales donde la conversación fluye sin ataques. Esto permite que las comunidades se sientan cómodas al exponer sus problemáticas y que nuestras periodistas trabajen en un ambiente seguro. Esto nos motiva a soñar y creer que, si una idea tiene valor, merece ser defendida y puesta en práctica.
Creemos que, con estos meses de trabajo, hemos logrado cambiar la percepción sobre el periodismo de soluciones que sentíamos al inicio de todo. Cada cambio nos impulsa a seguir desafiando barreras, sin importar los retos en un mercado informativo que aún concentra sus apoyos en lo negativo.
Creemos que sostener esta visión en un país con una situación política compleja y una tradición mediática rígida es, ante todo, un acto de resistencia. Nos mantenemos firmes en nuestra convicción de que, a pesar de los desafíos, es crucial narrar que existen matices importantes más allá de lo oscuro, sin importar el costo.
Este columna forma parte de nuestra edición de noviembre 2024, «Centroamérica responde», centrada en seis reportajes por periodistas y medios en varios países de la región con becas de la Convocatoria Centroamérica 2024 del Fondo para el Periodismo de Soluciones en Latinoamérica, una iniciativa de El Colectivo 506. Nos honra contar con periodistas de Proyecto Lava como ganadoras de estas becas. Síganos para conocer sus reportajes a lo largo del mes; conozca a Proyecto Lava aquí; y lea más sobre la edición en el enlace de abajo.