El ritmo del tren.
El susurro de las telas, el cierre de los bolsillos cada diez minutos mientras los viajeros verifican y vuelven a verificar, una y otra vez, que todavía tienen sus cédulas. Sin cédula, no hay voto. Se ríen entre ellos, cinco ticos que han unido fuerzas para el viaje de ida y vuelta de seis horas desde Frankfurt a Berlín.
La fila se derrama fuera del edificio a lo largo de la calle. En el frío, surge otra ronda de sonidos. Acentos familiares. Bromas sobre política, pero nunca amargas. Las pequeñas negociaciones de una larga espera, la reserva de lugares mientras la gente sale a tomar un café o algo de comer.
Otro sonido, otro ritmo, la ha atraído hoy aquí, a este trozo de acera tan cerca del río Spree: el paso particular con el que solía caminar su bisabuelo. Casi lo matan en 1944 por defender el material electoral que llevaba al lugar de escrutinio en Alajuela, una elección cuyos disturbios nunca ha visto Costa Rica desde ese entonces. Durante el resto de su vida, arrastró un pie, nunca recuperó la movilidad total en una mano. El costo que pagó por defender el sufragio, sus descendientes nunca lo olvidaron. Ninguna distancia por recorrer les parecería demasiado larga cuando piensan en lo que él dio para que los votos no se desperdiciaran.
El sonido de un dedo pasando por una lista en la pared, de un teléfono tomando una foto alegre. Hoy, al encontrar su nombre entre los 900 costarricenses registrados para votar en Berlín, está sola por primera vez en su vida electoral: arriba y abajo de ella en la lista, no hay hermanos, ni primos, ni tías ni tíos, votando el mismo día en el mismo lugar. Pero ella no está sola, incluso aquí. “Estuve con un montón de nuevos amigos, una nueva familia, y esa pequeña familia que hicimos en esas seis horas de ida y vuelta desde Frankfurt”, dice. Esa nueva familia tal vez no sepa cómo caminaba su bisabuelo, pero todos fueron atraídos aquí por ese mismo espíritu.
Emergiendo después de emitir su voto en este día de febrero, descubre que los que aún esperan tienen la barbilla temblorosa y los ojos húmedos. ¿Qué sucedió? El Himno Nacional acababa de ser cantado.
Más tarde esa tarde, un violinista tocaría la Patriótica. Dicen que no había un ojo seco en la casa. ¿Cómo podría haber? Sus palabras, sus notas melancólicas son muy familiares, pero aquí sus oyentes se dieron cuenta por primera vez de lo que significan.
Inspirada en los recuerdos de Karla Hernández de su participación en las elecciones de Costa Rica desde Berlin, Alemania, en febrero de 2022. Su bisabuelo, Jenaro Carvajal, formaba parte de un grupo que transportaba material electoral a la ciudad de Alajuela el 13 de febrero, 1944. Según Alberto Cañas en “Los Ocho Años”, citado aquí, “fueron sorprendidos por los hombres armados del gobierno, quienes les intimaron para que les entregaran la documentación. Como los campesinos no la entregaron, un policía disparó desde un jeep, y mató a Timoleón Morera, que era quien portaba los papeles; Jenaro Carvajal, que le acompañaba, se abalanzó para recoger los documentos, y fue atacado con cachiporra que le dejó tendido”.
Durante nuestra edición de marzo, “La Alineación”, nos estamos enfocando en el amor por la patria que los costarricenses demuestran—ya veces redescubren—cuando votan desde el extranjero.
Este video, compartido con nosotras por Karla, fue grabado por un votante en Berlín:
