Una preocupación por la desinformación en Costa Rica nos llevó a dedicar nuestra edición de setiembre, “Infodemia”, a ese tema. En esta entrega de nuestra sección de Voces, el cineasta Roberto Jaén nos cuenta como una preocupación parecida—no solo por desinformación a nivel mediático, sino también desconocimiento sobre nuestro sistema político—lo llevó a crear la serie Animales Políticos.
En Costa Rica crecemos pensando que no se debe discutir de política, fútbol y religión, como si las tres fueran equivalentes, como si un aficionado irracional y pasional no pudiera discutir racionalmente de cuál es el camino económico o el sistema de gobierno más razonable para nuestra realidad.
Esto, por supuesto, es un problema. Las sociedades democráticas no sobreviven una realidad de trolls de twitter o “ultras” de cancha. Las sociedades democráticas precisan de disenso: necesitan de confrontación de ideas y, lo más importante, de diálogo. Necesitan de la capacidad de hablar y argumentar sobre las decisiones que tomamos como colectivo.
La serie documental que estrenamos este año, Animales Políticos, no nació de la reflexión anterior, si bien fue algo que siempre estuvo en nuestras cabezas. Nació de una preocupación particular. Recién terminadas las elecciones del 2018, una persona en redes sociales dijo que esas elecciones sin duda tenían que haber sido un fraude porque no había manera posible de contar millones de votos en dos horas. La aseveración demostraba un desconocimiento profundo de los mecanismos de conteo y el trabajo del Tribunal Supremo de Elecciones, pero además, para quien escribe, era parte de una trama mayor de desconocimiento.
Ese comentario lo relacionamos con los días de indignación entre personas que pensaban que el presidente liberaba personas privadas de libertad a placer, o que con frecuencia olvidan que hay tres poderes de la República y cada uno tiene potestades y atribuciones distintas. Lo pensamos con las personas que exigen al presidente legislar cuando es trabajo de los diputados, o a diputados condenar cuando es trabajo de los tribunales.
Así nació Animales Políticos: una idea de cómo contar de manera amena, pero didáctica, y a la vez profunda, pequeñas historias de nuestras instituciones. El formato de serie documental de inmediato pareció el mejor para que el proyecto creciera y empezamos a construir ideas de cómo podría ser único, porque pretendíamos que fuera lo opuesto completamente a lo que las personas suponían era un documental de política costarricense.
El proyecto luego redujo su abordaje para ser una suerte de instrumento de alfabetización política, algo pequeño con definiciones o explicaciones puntuales. No obstante, más tarde se extendió para convertirse en un documental académico basado en entrevistas a expertos. A medida que la investigación de los temas avanzaba percibimos que las posibilidades eran mucho más amplias de las pensadas, pero también comprendimos que había una responsabilidad: informar veraz y críticamente.
Por suerte, o más bien gracias a la pericia de todo el equipo de trabajo, Animales Políticos no terminó siendo lo anterior. Ha terminado por ser un proyecto más integral, crítico, reflexivo, incisivo e incómodo incluso a la ahora de plantear discusiones necesarias.
Animales Políticos fue evolucionando gracias a las horas invertidas de investigación, gracias a las 46 entrevistas que el equipo realizó, y la disposición para conversar por horas de las y los entrevistados, además posiblemente las más cuidadas estéticamente en documentales costarricenses de estas características, y una recopilación de material de archivo extenuante. Pero además, la serie siguió evolucionando por la música que creó una atmósfera sonora reconocible, los caminos de la edición, nuestra voz protagonista o la claridad y creatividad de la animación y el diseño, cada departamento creativo fue esencial para conseguir lo que más tarde aún comprendimos gracias a las palabras de la audiencia que nos dejaba en mensajes: la serie ha llegado a ser la alfabetización y educación política que tal vez nunca recibimos.
Si nuestro aporte llegará a ser únicamente despertar el deseo de conversar y reflexionar sobre nuestra política, habríamos hecho muchísimo más de lo que jamás esperábamos. Si por el contrario conseguimos generar un debate mayor, interés genuino y despertar la participación aunque fuera un grupo pequeño de personas los objetivos se verían abrumadoramente sobrepasados. Así cerramos el proceso de Animales Políticos, pensando que sea lo que sea, cumplimos con los objetivos de los primeros días: dialogar lejos de fanatismos y con mucho interés.