Algunas pequeñas decisiones se desvanecen en el momento en que se toman: fugaces. Otras se quedan, clavan sus garras en la tierra, ocupan un lugar en nuestros corazones.
Cuando se originan, rara vez podemos ver la diferencia.
¿Quién hubiera pensado que este joven que decidió enviar un mensaje a un refugio de animales, una de muchas expresiones de interés, se convertiría en voluntario? ¿Quién hubiera pensado que su elección de dar una hora de trabajo, un día, una semana, un año, y luego más, crearía lentamente una presencia constante en la vida de cientos de perros y gatos?
Su biografía en el sitio web de la asociación cita a Karen Davison: «Salvar a un perro no cambiará el mundo, pero seguramente para ese perro, el mundo cambiará para siempre».
Quién hubiera dicho que durante estos años de servicio perdería a un miembro de su familia, su amado perro; ganaría otro, cuando se convierte en padre; y afectaría a muchos más? Seguro que Diego no. Pero todas esas pequeñas elecciones construyeron un camino. Está hecho de huellas y huellas de patas, cada una de las cuales representa un pequeño mundo que cambió para siempre, un pequeño mundo que ofrece un poco más de esperanza al gran mundo del más allá.
Inspirado en la historia de la Asociación Animales de Asís y su voluntario Diego Rodríguez, contada por Karolina Benavides. Animales de Asis es un refugio privado, fundado por Karin en 2000 en San Rafael de Heredia; puede albergar hasta 200 perros y gatos. Puede apoyar el trabajo de la asociación mediante donaciones (incluidas las donaciones deducibles de impuestos de EE. UU. a través de Amigos de Costa Rica), voluntariado, patrocinio de un animal mayor o adopción de un animal. Conozca más de Animales de Asís en su sitio web.
Nuestra columna semanal de Media Naranja cuenta breves historias de amor con un toque costarricense. Durante nuestra edición de abril, “Convivencia Animal”, nos estamos enfocando en el amor por los animales.