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Escuelas travesti, trans y no binarias: un modelo educativo de Argentina a Nueva York

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El bachillerato Mocha Celis fue el primero del mundo orientado a que la población travesti-trans y no binaria pudiera terminar sus estudios, que en su mayoría las personas abandonan por discriminación: 7 de cada 10 comentaron haberla sufrido por parte de sus compañeros y compañeras de clase, y 4 de cada 10 por parte de directivos y profesores. El modelo, que surgió en Buenos Aires, inspiró a decenas de provincias argentinas que aplicaron programas similares. También a otros países como Brasil, Chile, Costa Rica y Paraguay. La periodista Agustina Bordigoni narra la historia en este artículo, creado con una Beca de Reportaje sobre Equidad de Género del Fondo para el Periodismo de Soluciones en Latinoamérica, una iniciativa de El Colectivo 506, gracias a una donación del Fondo Burgess y dos donantes individuales de nuestro Fondo de Periodismo de Soluciones. El artículo fue publicado por PERFIL el 18 de mayo y adaptado y traducido aquí por El Colectivo 506, para su co-publicación.

Apenas se atraviesan los pasillos del Mocha Celis, el primer bachillerato travesti-trans y no binario del mundo, se comprueba el porqué del nombre con el que las y los estudiantes la conocen: “escuela ternura”. Algunas alumnas se acercan a dar la bienvenida y a saludar con un beso, a pesar de desconocer el motivo de nuestra visita. Las conversaciones entre directivos, docentes y quienes asisten a la institución –hoy más de 90 personas– tienen un tono de escucha más que de la formalidad y verticalismo típicos de otros ámbitos educativos. Será precisamente porque quienes cursan allí coinciden en señalar que se trata, más que de una escuela, de una familia.

Ubicada en el barrio de Balvanera, en Buenos Aires, la institución fue creada en 2011 por Francisco Quiñones Cuartas y Agustín Fuch, y lleva el nombre de Mocha Celis en honor a una travesti tucumana que no alcanzó a terminar sus estudios secundarios, compañera de la activista travesti trans Lohana Berkins, y asesinada en una situación todavía no esclarecida por la justicia. En 2020 se transformó en una asociación que brinda otros servicios como alimentación, atención en salud, talleres de oficios y acompañamiento en diferentes aspectos de la vida fuera de la escuela.

En estos años de historia, además de más de 300 estudiantes egresados, el Mocha Celis tiene un legado todavía más grande: inspiró a 15 provincias argentinas y a países como Brasil, Chile, Costa Rica y Paraguay a aplicar programas independientes de esta institución y adaptados a cada contexto, pero con la misma idea central de convertirse en establecimientos en donde la población travesti-trans, y toda aquella que se sintiera excluida del sistema, pudiera terminar sus estudios secundarios. Este año colaboran con una organización llamada Trans Formative Schools, con la idea de llevar el modelo a Nueva York.

Mocha Celis en una reunión familiar (derecha). Cortesía Archivo de la Memoria Trans / El Colectivo 506

“Nunca pensé que iba a estudiar en la universidad”, cuenta Tina (22) a PERFIL. En marzo empezó a cursar la carrera de Artes Mediales en la provincia de Córdoba, luego de terminar sus estudios en el Centro Educativo de Nivel Medio Adultos (CENMA) Barrio Acosta, un secundario dirigido a personas mayores de 18 años que abraza a la comunidad LGBTIQ+. Surgió de un proyecto de tesis de tres alumnas de la licenciatura en Arte y Gestión Cultural que luego se contactaron con las autoridades del Mocha Celis para aprender del modelo y convertir el trabajo académico en una escuela. Conocida cariñosamente como “La Maite” en honor a Maite Amaya, una activista trans de esa provincia, comenzó sus actividades en 2023. “La Maite es familia, sobre todas las cosas, que no es poco para una disidencia sexual. Con más de la mitad de mi familia no tengo diálogo, pero La Maite me construyó toda una familia nueva, y dio lugar a otra manera de vincularse y de entender a la familia”, explica la estudiante.

Apertura del ciclo lectivo 2024 en el Centro Educativo de Nivel Medio Adultos (CENMA) Barrio Acosta, conocido como «La Maite». Foto de Cortesía / El Colectivo 506

En plena adolescencia y periodo de transición como chica trans, Tina dejó los estudios secundarios que cursaba en una institución tradicional en Río Cuarto, a 200 kilómetros de la capital. El suyo no es un caso aislado. La discriminación es la principal causa de abandono escolar entre la población travesti-trans y no binaria (TTNB) en Argentina: según una encuesta de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros, 7 de cada 10 comentaron haberla sufrido por parte de sus compañeros y compañeras de clase, y 4 de cada 10 por parte de directivos y profesores. Los últimos datos oficiales sobre la situación son los de una investigación realizada por la Ciudad de Buenos Aires, que reportó que solamente el 24,3% de las personas travestis y trans lograron finalizar sus estudios. La falta de acceso a la terminalidad educativa condiciona la inserción laboral: en 2023 solamente el 13,5% de travestis y mujeres trans de la Ciudad de Buenos Aires poseía un trabajo formal.

A eso se suma un contexto de recorte de personal y de gastos del Estado: el gobierno despidió, entre los miles de casos, a 150 personas TTNB durante 2024. Estas personas representaban el 1,3% del total de los despidos, pero solamente el 0,17% de la planta. La ley 27.636 de Promoción de Acceso al Empleo Formal para Personas Travestis, Transexuales y Transgénero (2021), que establece un cupo del 1% para la población perteneciente a este colectivo (formado por 170.519 personas que, según el último censo de población, se reconocen como tales), nunca llegó a cumplirse en su totalidad. Pero los más recientes despidos empeoraron la situación de una población que, tal como indica un estudio del Observatorio Sindical de Géneros y Relaciones Laborales, se ve particularmente afectada, ya que frecuentemente no tienen una red familiar de contención para hacer frente al desempleo, recién accedieron a una mejor calidad de vida con el puesto obtenido por el cupo (por lo que aún no poseen ahorros), y carecen de oportunidades en el sector privado por discriminación o por no contar con educación formal.

Constituida primero como un programa de extensión universitaria, “La Maite” se estableció como escuela en base a tres pilares: la educación popular en el marco de la educación formal, el arte como herramienta de transformación social y la perspectiva de géneros y diversidades como transversal a todos los contenidos. Desde entonces egresaron 33 personas. En el proceso de formación de la institución, que se desarrolló en conjunto entre las autoras de la tesis, la Universidad Provincial de Córdoba y el Ministerio de Educación, se decidió que tendría orientación en arte y cultura, que no existía hasta entonces y cuyo diseño curricular está hoy disponible para cualquier centro educativo.

Hay un planteo fundamental en el día a día, cuenta Paola Nicolás, coordinadora pedagógica: “tratar de tener en cuenta todo el tiempo qué fue lo que expulsó a los alumnos del sistema, especialmente a la población LGTBIQ+, y el deseo que nos trajo hasta acá, para que sea un espacio que, de alguna manera, te está esperando. Hay una búsqueda permanente de crear dispositivos de amorosidad, de afectividad en su más profundo valor político, entendiendo a la política como como construcción del bien común”.

Alumnos y docentes en la apertura del ciclo lectivo 2024 del Centro Educativo de Nivel Medio Adultos (CENMA) Barrio Acosta, conocido como «La Maite». Foto de Cortesía / El Colectivo 506

La Maite tiene su diseño curricular, como cualquier escuela, pero “también hacemos un trabajo para que los contenidos dialoguen con la vida de los estudiantes” sobre todo en tiempos de crisis, en los que el espacio se vuelve un lugar en el que se atienden otras situaciones, explica Nicolás. “El año pasado nuestros estudiantes compartían situaciones de necesidades básicas que no podían cubrir, entonces tuvimos que enfrentarnos al desafío de sostener una escuela con estudiantes que nos comparten preocupaciones respecto a no llegar con lo vital, no llegar con la alimentación básica, no tener trabajo, tener serias dificultades para sostener el cotidiano. Tuvimos que asumir comunitariamente en la escuela el desafío de acompañarnos. Otro de los principales retos es acompañar a la población en un contexto en el que se agudizan las situaciones de discriminación”, agrega. “La población estudiantil con la cual tenemos contacto, que tiene identidades de género ligadas al colectivo LGBT, empezó a vivir nuevamente situaciones de profunda discriminación muy agudas en sus barrios, en la circulación por la calle”.

Nacha Merchant, autora de la tesis y hoy parte del equipo de acompañamiento en la escuela, fue quien contactó a Francisco Quiñones Cuartas para tomar como referencia el funcionamiento del Mocha Celis. “Se puso a disposición inmediatamente”, comenta. Al igual que la escuela que define como “su faro”, en La Maite “intentamos habilitar la palabra siempre. Y habilitar la palabra implica tener la capacidad de escucha, de sentarnos y pensar entre todos cómo resolver determinadas situaciones”, explica a este medio. “Somos todas personas adultas con recorridos, con experiencias, con muchos dolores y personas muy rotas, como define uno de los estudiantes. Lo que necesitamos es empezar a armarnos”. La escucha está desde el inicio: al ser una institución que tiene como foco central la población TTNB, los horarios y modalidad de cursada se diseñaron para propiciar la inserción y continuidad. “Eso también facilitó que otros espacios de la sociedad lleguen a la escuela. Muchas mujeres adultas, con sus hijos grandes, deciden terminar la escuela acá. El foco central es la población travesti-trans, pero nos dimos cuenta de que, si nos dirigíamos a esa población, todo el resto de las identidades también se sienten contenidas, se sienten parte”.

Entre los principales límites con los que se encuentran para llevar adelante sus tareas, Merchant identifica “la necesidad de contar con un equipo más grande de personas” y “la realidad de los y las estudiantes”.

Cierre del ciclo lectivo 2023 en «La Maite». Foto de Cortesía / El Colectivo 506

Durante 2024, y de acuerdo con un informe del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA) y la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), el gobierno no ejecutó ni un solo peso de los 269 millones destinados a las Acciones de Ayuda Urgente para Travestis, Transexuales y Transgénero –que en 2025 disolvió– como casi tampoco se destinaron recursos a la Educación Sexual Integral en las escuelas. Por otro lado, se eliminaron el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad, y el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI). El discurso también se endureció: en enero de este año, en el foro económico de Davos, el presidente Javier Milei relacionó la homosexualidad con la pedofilia y criticó la existencia del cupo laboral trans. “Se promueve la agenda LGBT, queriendo imponernos que las mujeres son hombres y los hombres son mujeres sólo si así se autoperciben. Hace pocas semanas fue noticia en todo el mundo el caso de dos homosexuales que, enarbolando la bandera de la diversidad sexual, fueron condenados a cien años de prisión por abusar y filmar a sus hijos adoptivos”, afirmó el mandatario.

Desde “La Maite”, explica Merchant, se acompaña a una población que ya está afectada por cuestiones estructurales, como la falta de acceso a la educación, a la salud y a un empleo formal. “Nosotros hemos dado todo, pero en el caso de algunos jóvenes, que los tengo en el corazón, nada alcanza. Nada alcanza y a la vez siento que con muy poco podríamos hacer un montón. Lo que hacemos no alcanza para tanta crueldad”, concluye.

Cuadro en honor a Mocha Celis en los pasillos del bachillerato que lleva su nombre. Sergio Piemonte / Cortesía Perfil / El Colectivo 506

La discriminación desde arriba hacia abajo se siente en las calles y este año el bachillerato Mocha Celis recibió más solicitudes de inscripción, comenta a este medio Virginia Silveira, presidenta de la asociación civil. “Muchas personas dejaron sus escuelas para venir a esta institución porque son cada vez más los casos de hostigamiento. Y esto se transmite no solamente desde el discurso del presidente sino también desde los miembros de su gabinete, como el ministro de Justicia, que afirmó que nosotras rompemos con la familia”. Pero, responde, “nosotras venimos de familias heterosexuales, y los valores familiares se rompieron cuando nos echaron de nuestras casas a los 12 años”. Basa el relato en su historia personal, que es similar a la de muchas personas en esa situación: “ahora todo el mundo se pregunta qué hace una persona travesti o trans trabajando u ocupando un lugar en una oficina, pero no se preguntó nada cuando nosotras estábamos paradas en las esquinas a los 12 o 13 años, y hasta los 30”.

A esa edad Silveira conoció el bachillerato y desde entonces cumplió todos los roles en la organización. Su crecimiento personal se produjo en consonancia con la asociación: fue alumna, y ahora es docente y autoridad. “Lo más importante que me enseñó La Mocha es a conocer mis derechos. Cuando conocí mis derechos empezaron a aparecer otro tipo de necesidades, y empecé a tener una participación más activa en la acción comunitaria”. Como docente, asegura, pudo compartir y transmitir todos los miedos que tuvo cuando era estudiante. “Lo que sucede es que cuando las personas llegamos a tercer año empezamos a fallar mucho, porque pensamos que no vamos a poder volver a este espacio, y por no querer irnos dejamos de venir. Yo les explico que este lugar no va a desaparecer, que esto siempre va a estar para ellos”. Parte de esa continuidad se materializa en talleres de cocina, textiles, de oficios y espacios de articulación con empresas privadas para garantizar una inserción laboral de las personas egresadas, todas necesidades que surgen después del ejercicio del primer derecho, el de la educación.

Para sostener todas las actividades la organización cuenta con donantes individuales y proyectos de cooperación internacional. “Es un trabajo de hormiga el que hacemos, porque no tenemos financiamiento integral. A veces los proyectos de cooperación internacional son limitados, por un tiempo estimado”, detalla.

Como parte de ese proceso de educación que es formalmente reconocido y con títulos habilitantes para estudiar en cualquier universidad, se dictan materias como “Proyecto formativo ocupacional” o “Educación para la salud”, que se adaptan a la realidad del afuera, un tanto más hostil que esa “ternura” que usan los estudiantes como calificativo común para definir al bachillerato.

Un póster de Domingo Faustino Sarmiento se luce en la dirección de la escuela. Sergio Piemonte / Cortesía Perfil / El Colectivo 506

Tal vez uno de los logros más importantes, difícil de medir en números, es el hecho de que las y los estudiantes se empezaran a sentir merecedores de cursar el secundario. “Sucede mucho esto de no sentirnos capaces, de que esto es un sueño que se va a terminar. Romper con eso costó muchísimo”. Del espacio también participan otras personas que tampoco se sienten cómodas o merecedoras de acceder a la educación: mujeres adultas mayores, personas con discapacidad, migrantes y afrodescendientes que llegaron a ocupar el 30% de la matrícula.

Francis (24) fue a retirar su título de Perito Auxiliar en Desarrollo de las Comunidades precisamente el día de la entrevista con este medio. En 2022 decidió estudiar en el bachillerato, del que se enteró por un programa de televisión. Había abandonado su escuela por discriminación. “Me sentía mal en donde estaba, me trataban mal por mi discapacidad. No fue por mi identidad, a mi identidad la descubrí acá”, asegura. Ahora espera seguir alguna carrera o curso vinculado con la escritura y con la poesía, su pasión.

“Mi secundario me terminó expulsando por mi identidad de género”, comenta Han (19), estudiante del último año. “Iba todos los días con la ley de identidad de género subrayada, para contarles todos los derechos que estaban violando. Pero era la única persona queer que defendía su identidad”. En el Mocha Celis encontró, según cuenta, un hogar. “Este es un lugar de pertenencia. Si estás perdido, no sabés qué hacer, venís acá y sabés que tenés un lugar, que están para apoyarte, para guiarte. En cierta forma también son mi familia”.

Francis coincide. “El bachillerato es una familia, una luz. Acá aprendí a ser más humano, más de lo que era”.
En Córdoba, y ya desde su experiencia como universitaria, Tina siente lo mismo. “La Maite es una familia entendida desde lo humano. Algo que no se encuentra casi en ningún lado: gente que, desde la completa honestidad y sin pedir nada a cambio, te da un lugar”.

El modelo de Mocha Celis se aplicó en 15 provincias y en países vecinos. Sergio Piemonte / Cortesía Perfil / El Colectivo 506.

“Trans Formando”, una réplica en Paraguay

En Paraguay no existen leyes que protejan a la población travesti-trans y no binaria de las vulneraciones específicas de sus derechos, subraya Yren Rotela, activista por los derechos humanos y coordinadora general de Casa Diversa, en donde funciona un espacio llamado “Trans Formando” que, por la falta de reconocimiento del Estado, opera como una instancia de preparación para la educación formal para las personas TTNB. Como comunidad, “además de perder a la familia, perdemos la protección, la seguridad, la educación, nos vemos obligadas a vivir en un contexto de abuso, de explotación, de mucha violencia. Y entonces nos olvidamos de la educación”, señala. En contacto con esta realidad, el camino Casa Diversa fue inverso al del bachillerato Mocha Celis: comenzaron como una asociación que, al ver que gran parte de la población mayor de 40 años a la que atendían no sabía leer ni escribir, decidió emprender también para el lado de la educación. “Queríamos transformar nuestra realidad, porque la educación te abre puertas, te libera”, agrega.

“Mi experiencia en la escuela popular Trans Formando me ayudó a fortalecer mis conocimientos para volver a la escuela”, cuenta Franco (24), que terminó los estudios secundarios en 2024. “En una escuela tradicional también pude ver que incluso mis compañeras trans no tienen los mismos privilegios que tuve yo como chico gay. Por ejemplo, a mí nunca se me cuestionó a qué baño iba a entrar o mi nombre, entre otras cosas”.

Aunque todavía en la búsqueda de tener un reconocimiento para poder formalizar su tarea, por la escuela ya pasaron más de 100 personas. De esas, una gran cantidad decidió continuar en instituciones tradicionales. “Nuestro sueño es ser un día como el Mocha Celis”, afirma con entusiasmo Rotela.

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Agustina Bordigoni
Agustina Bordigoni
Licenciada en Relaciones Internacionales y periodista. Se especializó en periodismo de investigación, migración y refugio, capacitaciones de las que surgió su primer documental: “La salud de las que cuidan. Historias de mujeres migrantes” (2022). Actualmente escribe para el diario PERFIL. / Agustina is a journalist who holds a degree in International Relations. She specializes in investigative journalism, migration, and refugee studies; her first documentary was "The Health of Those Who Care: Stories of Migrant Women" (2022). She currently writes for the PERFIL.

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