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Keren y el camino hacia una gestión menstrual en prisión: dignidad que cruzó muros

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Organizaciones civiles y activistas mexicanas han promovido la gestión digna de la menstruación en mujeres privadas de la libertad del Centro de Reinserción Social de Tlaxcala, México, mediante la entrega de copas menstruales y talleres de sensibilización. La historia se centra en Keren Ordoñez, quien estuvo encarcelada injustamente durante nueve años y fue una de las primeras beneficiarias de este proceso de concientización menstrual. La periodista Paola Torres Nahuatlato cuenta la historia de este programa en este reportaje creado con una beca del Fondo para el Periodismo de Soluciones en Latinoamérica, una iniciativa de El Colectivo 506, con el apoyo de la Solutions Journalism Network y la Fundación Hewlett. Este trabajo fue publicado por Escenario Tlaxcala el 23 de junio del 2025 y fue adaptado aquí para su co-publicación.

El 11 de diciembre de 2015, la vida de Keren Selsy Ordoñez Hernández cambió para siempre, junto a su bebé de apenas unos días de nacida, fue detenida en Veracruz; acusada de un crimen que no cometió. Esa equivocación, provocó que Keren permaneciera recluida en Tlaxcala por más de nueve años, arrebatándole la esperanza de vivir en libertad. En medio del miedo, la nostalgia, la rabia y la injusticia e indiferencia del sistema penal en México hubo algo que no le pudieron arrebatar: El deseo de conocer y dignificar su cuerpo a través de la menstruación.

Keren recuerda que hace nueve años, al ingresar a prisión, hablar de menstruación era prácticamente imposible. A ella le tocó vivirlo en carne propia.

Al día siguiente de su detención, y en violación a los protocolos establecidos, Keren fue trasladada al Centro de Reinserción Social Femenil (CERESO) en Tlaxcala. Apenas había pasado una semana desde que dio a luz a su hija, en Veracruz, y seguía en condiciones físicas y emocionales propias del posparto, incluyendo el sangrado. Esa experiencia marcó un antes y un después en su vida, al confrontar de forma directa la negación sistemática de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres que están privadas de la libertad.

Para ese momento, el CERESO femenil de Tlaxcala estaba bajo la dirección de un hombre, y la perspectiva de género era apenas una noción emergente en los grandes foros donde se hablaba de mujeres. Hace nueve años, Keren encontró un reclusorio donde el castigo se imponía por encima de cualquier necesidad o malestar de las mujeres privadas de la libertad.

En ese entorno, no había empatía hacia quienes menstruaban, padecían cólicos o atravesaban procesos como el posparto. La atención a la salud sexual y reproductiva era prácticamente inexistente, la infraestructura no era la adecuada para que las mujeres pudieran vivir su menstruación de forma segura y los servicios básicos de higiene menstrual no estaban garantizados.

“Llegué sangrando y no recibí ayuda. Yo misma tuve que comprar mis toallas sanitarias y atravesar sola el proceso del posparto, porque en ese momento no confiaba en nadie y tampoco recibí la atención médica que necesitaba después de haber dado a luz. Me sentía muy sola, no sabía qué estaba pasando.”

Y aunque el CERESO de Tlaxcala aún no cuenta con la infraestructura necesaria para las necesidades menstruales. Keren cuenta que hoy las cosas han empezado a cambiar.

“Llegué sangrando de las mujeres, Keren cuenta que hoy las cosas han empezado a cambiar.

La menstruación: un proceso biológico que se vive con vergüenza

Keren Ordoñez, al igual que miles de mujeres en México, vivió sus primeros años de menstruación desde la desinformación y el miedo.

«Recuerdo que cuando me empezó a bajar, mi mamá comenzó a llorar. Eso hizo que yo también sintiera pánico. Empecé a llorar sin entender porqué era tan malo que hubiera comenzado a menstruar».

Aunque en casa de Keren la menstruación siempre fue tratada con estigmas y silencios, con el tiempo su percepción cambió. Reconoce que menstruar le resultaba incómodo, pero también reconoce que siempre tuvo la disposición de hablar del tema abiertamente. Para ella, comprender que la menstruación no “era algo malo” ni motivo de vergüenza fue una forma de romper con las ideas que le inculcaron en su hogar.

Sin embargo, sabía que menstruar seguía siendo un desafío más allá de sus propias ideas, pues tanto la sociedad como su propia familia aún no estaban listas para hablar del tema con libertad.

Desde tiempos ancestrales, la menstruación ha sido asociada con lo sucio y lo prohibido. Para Alejandra Bueno, activista y especialista en gestión menstrual, la menstruación ha sido vista como un mito, por toda la carga histórica que la ha acompañado:

“La menstruación sigue siendo —desde que nos concebimos como humanidad— un mito, principalmente por la sangre. No había una explicación del porqué una mujer sangraba varios días y no se moría. Y eso comenzó a pensarse como si tuviera un ‘mal’ (lo pongo entre comillas), porque los hombres, como género, no podían comprenderlo. Hasta que, más adelante, la ciencia demostró que es un proceso biológico relacionado no solo con la reproductividad, sino con ciclos hormonales que las mujeres tenemos. Entonces, desde este modelo patriarcal, sigue siendo un mito que los varones no pueden controlar, y por eso le han achacado ciertas condiciones de diferenciación con los hombres”.

Esta diferenciación biológica también se permeó en lo social, creando estigmas que hoy aún limitan el desarrollo pleno de las mujeres en espacios públicos como escuelas, trabajos y comunidades.

En México, pronunciar abiertamente la palabra ‘menstruación’ se hace desde el recelo, el dolor, el susurro y, algunas veces, desde el castigo; las pocas veces que se habla de ella es en pequeños círculos de mujeres, bajo un manto de desinformación. Al respecto, Bueno Castro comparte:

«¿Cómo me vivo frente a un proceso personal biológico? Pues lo vivo con miedo, lo vivo con pena, lo vivo con limitación de recursos y con lo que tengo a la mano. Todo está hecho para que la menstruación se viva desde la vergüenza y la desinformación. Vivirla desde ahí, es ya una cuestión de desigualdad».

Bueno Castro afirma que la menstruación no solo se vive bajo el yugo de la vergüenza, sino también bajo la exigencia de un dolor silencioso al que las mujeres deben someterse -un dolor que no debe notarse o que, paradójicamente, debe vivirse ‘en libertad’-, pese a las violencias estructurales que ya las atraviesan. Esta contradicción se ha visto exacerbada por las campañas publicitarias de marcas de toallas sanitarias que, desde hace años, proclaman que las mujeres ‘pueden brillar aún más en sus días’, mientras las obligan a gestionar su menstruación con productos que priorizan la discreción sobre la salud: toallas sanitarias y tampones que no siempre respetan los cuerpos femeninos.

«Pareciera que nos quieren quitar la violencia y que nos dan libertad… pero a costa de nuestra salud con todo este envenenamiento que provocan los químicos».

Por otro lado, Alejandra Bueno ha analizado que la falta de información correcta sobre lo que implica la menstruación, pone a las mujeres en un plano de desigualdad, debido a que la realidad de todas las mujeres es distinta. Sobre todo, cuando hablamos de mujeres que viven en situación de pobreza, migración y prisión.

Menstruar en prisión: La invisibilidad de los cuerpos

“Hace nueve años que entré a prisión, la menstruación era un tema que no provocaba interés a nadie” -Keren Ordoñez

Aunque la menstruación es algo que viven todas las mujeres, no es un hecho que todas las mujeres la viven de la misma manera, especialmente de aquellas que viven privadas de la libertad.

Alejandra Bueno señala que, dentro de un sistema penal punitivista, las mujeres son castigadas de todas las formas posibles, y entre esas formas se incluye la gestión de la menstruación. En ese sentido, recalca que es como si, además de perder su libertad; las mujeres también perdieran su derecho a una menstruación digna, donde existan las condiciones para vivir este proceso biológico en condiciones de higiene, de privacidad y con la libertad de decidir cómo gestionarla.

Esta omisión, explica, está profundamente ligada al género y a los roles que históricamente se han impuesto a las mujeres en la sociedad.

«A las mujeres siempre nos han dicho que nuestro deber es ser buenas. A los hombres les venden la idea de ser fuertes, formales, proveedores, pero a nosotras siempre nos presentan la bondad como valor supremo. Entonces imagínate a una mujer que, por alguna circunstancia, está privada de su libertad: es como si no hubiera cumplido su objetivo de ser bondadosa, de ser ‘buena’. Así se convierte en ‘la mujer mala’, a la que hay que achacarle el no cumplir con su objeto de vida. Y entonces, una vez en prisión, están en un lugar donde son juzgadas y estigmatizadas por ese único pecado: no ser ‘buenas'».

Para las mujeres privadas de su libertad, la menstruación no es solo un tema de estigma social, sino de abandono institucional. Mientras afuera se avanza lentamente en romper tabúes, dentro de los penales la dignidad menstrual sigue siendo un derecho negado, por el que no hay un avance real.

Cortesía de Escenario Tlaxcala.

Menstruar entre carencias: la deuda del sistema penitenciario con las mujeres privadas de la libertad

Cuando Keren ingresó al CERESO de Tlaxcala, descubrió que no contaba con toallas sanitarias para las mujeres privadas de la libertad. La única opción era comprarlas por su cuenta en la tienda que está al interior del centro o recibir el apoyo de otras internas, quienes le proporcionaban lo poco que tenían.

“Mis compañeras siempre me apoyaron en esa situación, ellas me proporcionaban toallas sanitarias”.
Para Keren, que por un tiempo había logrado liberarse de los prejuicios en torno a la menstruación, llegar a prisión significó un retroceso doloroso. Volvió a enfrentar el miedo, la vergüenza y los estigmas, pero esta vez con un peso adicional: la falta total de intimidad y privacidad para vivir su menstruación.

“Menstruar en prisión es muy incómodo. Esto es porque los baños no tienen puerta; no hay privacidad ni para hacer del baño. El único baño en donde hay medianamente un poco más de privacidad es el del dormitorio y esto es porque el dormitorio tiene puerta; sin embargo, el baño en el interior del dormitorio no tiene puerta. Es incómodo porque el cuarto lo compartes con más mujeres por lo que no tienes privacidad como tal”.

En ese sentido, Keren afirmó que a pesar de que los cuartos están diseñados para que cinco mujeres puedan pernoctar en una sola habitación, por la sobrepoblación, algunos dormitorios son ocupados hasta por ocho mujeres. La falta de privacidad para las mujeres privadas de su libertad se convierte así en un castigo adicional por no “ser buenas mujeres”. Para Keren esto parecía una forma de control corporal que reforzaba el estigma menstrual.

Datos del Cuaderno Mensual de Información Estadística Penitenciaria Nacional de enero de 2024, elaborado por el Órgano Administrativo Desconcentrado de Prevención y Readaptación Social, dio a conocer que en México hay 13,297 mujeres privadas de la libertad. La población privada de la libertad se encuentra distribuida en 285 centros penitenciarios del país, de los cuales 22 son exclusivamente femeniles y 90 de carácter mixto.

En el CERESO femenil, donde Keren pasó más de nueve años, las condiciones aún están lejos de garantizar una menstruación digna. Aunque el centro es exclusivo para mujeres, carece de la infraestructura necesaria para atender adecuadamente sus necesidades. El CERESO femenil de Tlaxcala, como en muchos otros centros penitenciarios del país, la realidad de las mujeres privadas de la libertad está atravesada por un sistema diseñado, en gran medida, bajo lógicas masculinas que ignoran las particularidades de ser mujer en prisión.

“Los baños son muy pequeños, a eso súmale que no hay privacidad. El agua falta mucho en el CERESO. Por ejemplo, cuando no hay agua, nosotras tenemos que bañarnos en cubetas, con agua fría. O dejamos de lavar ropa, por ejemplo, si te manchas durante tu periodo, debes esperarte, no es que lo resuelvas en seguida”

Para Alejandra Bueno la infraestructura, aún en cárceles diseñadas en su totalidad para mujeres, no cuentan con condiciones que garanticen una menstruación digna. Por lo que las mujeres en prisión viven su menstruación sin un espacio privado, íntimo y con respeto, poniéndolas una vez más en una situación de desigualdad.

Esto a pesar de que el artículo 12 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, así como la Convención Belém do Pará, establezcan que es obligación de los Estados el garantizar que todas las personas -incluidas las privadas de libertad- puedan ejercer sus derechos reproductivos de manera libre, informada y sin discriminación.

En entrevista, Keren compartió que, en 2015, pensar en otras formas de gestionar la menstruación dentro del penal era prácticamente imposible. Reconoce que no existía voluntad por parte del Estado ni siquiera para promover campañas de concientización sobre el tema.

Tras nueve años menstruando en el silencio y la precariedad del sistema penitenciario, el 2024 marcó un punto de inflexión para Keren: por primera vez, vivió su ciclo menstrual como un proceso digno, sin vergüenza ni omisión, después de años de haberlo relegado al olvido desde su ingreso a prisión.

Recomendación 35/2021 el primer paso para vivir una menstruación digna dentro de los Centros de Reinserción Social

El pensar en una menstruación digna en Tlaxcala comenzó en 2020, cuando la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) tomó la decisión de documentar las condiciones indignas en que viven muchas mujeres privadas de la libertad en México, entre ellas las del CERESO Femenil de Tlaxcala.

Para conocer las condiciones de este lugar, el Estado de Tlaxcala respondió a la CNDH mediante el oficio DPRS/DAJ/1875/11/2020, fechado el 20 de noviembre de 2020 y firmado por el Director de Prevención y Reinserción Social de la Secretaría de Seguridad Ciudadana. En dicho documento, se detallaban las condiciones con las que contaba el CERESO femenil de Tlaxcala hasta ese momento.

A partir de ese estudio, y de los realizados a nivel nacional, en 2021, la CNDH emitió la Recomendación 35/2021 que tiene como objetivo asegurar que mujeres y personas menstruantes en reclusión puedan gestionar su menstruación de forma digna, protegiendo su salud sexual y reproductiva, así como sus derechos a la salud y a vivir con dignidad dentro de los centros penitenciarios.

La Recomendación 35/2021 de la CNDH exige al sistema penitenciario en México asegurar el acceso gratuito y oportuno a productos como toallas sanitarias, así como contar con espacios adecuados, agua, jabón y privacidad.

También subraya la necesidad de atención médica especializada ante alergias o necesidades particulares, y de capacitar al personal penitenciario en derechos sexuales y reproductivos.

Por ello, la Recomendación 35/2021 fue dirigida de manera explícita por la CNDH a la Secretaría de Seguridad Ciudadana de Tlaxcala, como autoridad responsable de garantizar condiciones dignas para las mujeres privadas de la libertad.

Cortesía de Escenario Tlaxcala.

Implementación del programa de gestión menstrual en el centro penitenciario

A partir de la Recomendación 35/2021, y bajo la dirección de Janeth Juárez Flores en el CERESO femenil, se emprendió un primer acercamiento con colectivas para conocer cómo se podía atender las disposiciones de la CNDH.

A esa iniciativa fue convocada Alejandra Bueno, una de las gestoras del proyecto más importante que ha tenido hasta ahora el CERESO femenil de Tlaxcala en torno a materia de género, así lo describió Keren. No obstante no se pudo concretar el trabajo ante los cambios de administración que se estaban llevando a cabo a nivel estatal.

Desde entonces, Alejandra comenzó a ser testigo de las condiciones precarias en las que vivían las internas durante su menstruación. Muchas carecían de acceso a productos básicos como toallas sanitarias, papel higiénico suficiente o agua limpia, lo que las obligaba a improvisar soluciones poco cómodas e incluso insalubres, como el uso de trozos de tela o prendas de vestir. Lo que la motivó a hacer trabajo de incidencia, a través de un puente de comunicación con Paola Sosa, actual directora del CERESO femenil, y quien dio luz verde para hablar abiertamente sobre menstruación digna para mujeres privadas de libertad.

En entrevista, Paola Sosa, explicó que, antes de considerar la recomendación emitida por la CEDH, fue necesario un proceso de concientización personal como mujer y como servidora pública en el ámbito de la seguridad. Subrayó que ese proceso la llevó a entender qactual directora del CERESO Femenil de Tlaxcala, que garantizar los derechos de las mujeres privadas de la libertad no está reñido con la seguridad ciudadana, sino que es parte fundamental de una verdadera política de reinserción social.

“Las mujeres privadas de la libertad solo pierden el derecho a su libertad, más no a los demás derechos como es el derecho a su salud, a su vida reproductiva, su maternidad, que son como los principales derechos con enfoque de género.”

Paola Sosa compartió que la implementación del programa de gestión menstrual en el centro penitenciario se desarrolló en colaboración con diversas instituciones y organizaciones especializadas, como la Facultad de Trabajo Social, Sociología y Psicología de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, la Colectiva Cihuatlampa “Desaprendiendo entre Mujeres”, Femex, Vulva Company y voluntarias educadoras menstruales. Y que contó con donaciones de diputadas y mujeres emprendedoras.

En 2022, la entonces alumna de Trabajo Social, Ana Karen Reyez Cruz, realizó un estudio diagnóstico para obtener la licenciatura, con el objetivo de analizar la situación de las internas. En dicho diagnóstico se reafirmó la “falta de un proyecto de intervención para tener una menstruación digna dentro del CERESO.” A partir de ahí, se diseñó un plan de intervención, respaldado por Alejandra Bueno, donde se crearon las estrategias que permitieran transformar la experiencia menstrual de mujeres privadas de la libertad mediante cambios sustanciales.

Aunque la mayoría de las mujeres privadas de la libertad en Tlaxcala tenían acceso a toallas sanitarias ya sea porque las compraban o a través de donaciones, repensar la gestión menstrual implicaba ir más allá de lo básico. La pregunta central era: ¿qué otras alternativas existen para garantizar una menstruación digna, libre de incomodidad y sin riesgos para la salud de las mujeres en prisión? Una pregunta que se fue nutriendo a partir de procesos de diálogo y sensibilización.

Las alianzas que se tejieron con la Colectiva Cihuatlampa “Desaprendiendo entre Mujeres”, Femex, Vulva Company y voluntarias educadoras menstruales permitieron brindar conocimientos técnicos y con perspectivas de género, para que las mujeres privadas de la libertad y las custodias que protegen la seguridad del CERESO, tuvieran mayor sensibilidad cuando se habla de gestión menstrual.

Alejandra Bueno compartió que el primer paso fue la sensibilización del personal del CERESO, iniciando con la directora, la trabajadora social, la psicóloga, la criminóloga, asistentes médicos y el personal técnico. Esto favoreció para que hubiera una mayor apertura al momento de emprender otras medidas de gestión menstrual como la copa menstrual o toallas ecológicas.

Para Alejandra, el haber tenido un doble proceso de sensibilización tanto con mujeres privadas de la libertad como con personal del CERESO pudo permitir que se abrieran los espacios de empatía entre ambas, sin romper los protocolos de seguridad que ya están establecidos, beneficiando a la salud y control menstrual de las mujeres:

“Una de las cosas que nos llevó a tomar decisiones fue que también las custodias estuvieran sensibilizadas sobre el tema. Algo importante fue que la jefa de custodias nos dijo: ‘Yo no estoy convencida de la copa porque se introduce a nivel vaginal y no sé qué podrían hacer con ella’”, recordó. Desde la perspectiva de seguridad, la preocupación era legítima, ella lo observaba desde su experiencia, por todas las situaciones que han vivido dentro del centro. Por eso nos dijo: ‘Si se va a permitir el uso de copas, debe haber un control sobre ello’”.

Como medida, se estableció que las copas menstruales fueran resguardadas y distribuidas a través del servicio médico del CERESO.

Para que el proyecto avanzara se contó con la organizaron de mesas de trabajo donde tanto las internas como las expertas aportaron propuestas, logrando un enfoque participativo.

Sobre este proceso, Keren compartió que este programa le cambió su forma de ver y pensar la menstruación:

«No solo fue aprender a utilizar y conocer la copa, sino también una oportunidad para hablar de sexualidad sin prejuicios. Tal vez se normalizó porque, precisamente, estos temas suelen estar rodeados de tabúes; al abordarlos abiertamente, ayudó a que se volvieran más visibles y naturales. Aprendimos a verlos como parte de la vida cotidiana. Hablamos de nuestro cuerpo, de nuestras partes sensibles… y fue una etapa muy bonita.”

Para Alejandra el objetivo de esta primera etapa era crear un espacio de reflexión basado en el respeto, donde las mujeres privadas de la libertad se sintieran seguras, tratadas con igualdad y libres de prejuicios, sin importar las razones por las que se encontraban en prisión.

Situación que Keren Ordoñez, confirmó:

“No solo exploré mi cuerpo, sino que también escuché experiencias de otras personas. Todo se construyó desde el respeto y la confianza, con el acuerdo mutuo de que sería un espacio privado y seguro… y así fueMujeres que reivindican la menstruación de otras mujeres privadas de la libertad desde el activismo”.

El uso de copas menstruales en mujeres privadas de la libertad, un logro en la entidad más pequeña de México

“Keren fue una de las primeras en levantar la mano cuando, durante las mesas de diálogo, propusimos el uso de la copa menstrual como alternativa a la toalla sanitaria. No solo fue de las primeras en recibir su copa, también animó a otras compañeras a sumarse. Su decisión marcó un punto de partida clave en el proceso de sensibilización con otras mujeres privadas de la libertad”. Alejandra Bueno

Actualmente, el Centro de Reinserción Social de Tlaxcala, cuenta con una población de 90 mujeres privadas de la libertad y entre el 85 y 90 por ciento se encuentra en edad menstrual. De ellas, 30 mujeres cuentan con copa menstrual, quince con toallas de tela y el 45 usan toallas sanitarias convencionales o ya no se encuentran en edad menstrual.

Alejandra Bueno compartió que para este ejercicio se logró coordinar una campaña con la organización Femex, enfocada en la salud menstrual. El objetivo: facilitar el acceso a productos menstruales reutilizables para las mujeres privadas de la libertad.

“Le expusimos el caso, les mostramos el diagnóstico, y Femex realizó una campaña entre las personas y empresas con las que ellas colaboran, y fue así que logramos la donación de 30 copas menstruales para distribuirlas a mujeres privadas de la libertad en Tlaxcala”.

Tras recibir la donación, Bueno explicó que se realizó un nuevo proceso de evaluación y selección para saber qué mujeres podrían acceder a la copa menstrual, tomando en cuenta factores como la edad, la voluntad de las mujeres de usar la copa y su situación jurídica.

“Hacemos un nuevo estudio para identificar quiénes son las mujeres candidatas, desde ya la sensibilización; tomando en cuenta si querían usar la copa menstrual, si estaban en edad menstruante y si su permanencia en el CERESO iba a ser a largo plazo, esto para garantizar que tuvieran al alcance una alternativa menstrual que les fuera útil a largo plazo”

Además de las copas menstruales, se hicieron donación de toallas sanitarias de tela, esto con el objetivo de que las mujeres que no eran candidatas a la copa menstrual o no se sentían cómodas con la copa, pudieran sumarse al proyecto.

Para aquellas que optaron por no participar en este esquema, se establecieron centros de acopio y se gestionaron donaciones de toallas sanitarias con empresas y la comunidad, garantizando así el abastecimiento gratuito y permanente de estos insumos para todas las reclusas.

Paola Sosa destacó que actualmente el programa de gestión menstrual dentro del CERESO de Tlaxcala cubre al 100% de la población femenina, a través de tres modalidades: copas menstruales (con seguimiento médico y educativo), toallas sanitarias convencionales gratuitas, y kits ecológicos (como toallas reutilizables y calzones menstruales).

Este proceso ha sido un cambio radical en la vida de las mujeres que se encuentran privadas de la libertad. Alejandra Bueno compartió que además de la implementación de las copas menstruales, también hubo un proceso educativo que incluyó desde clases sobre anatomía femenina hasta terapias para trabajar la autoaceptación. Asimismo se privilegió la salud mental de las reclusas durante su periodo, entendiendo su vida sexual desde un enfoque integral:

“Ese proceso ha sido bien bonito. Formábamos equipos de cinco mujeres, tomábamos sus datos personales y de salud menstrual, y les entregábamos su copa. Les enseñábamos otra vez el ABC del uso y les hicimos un calendario menstrual personalizado.”

Ese calendario fue clave para el proceso de autoconocimiento y autocuidado, pero su implementación iba más allá del registro médico.

“Les preguntábamos: ¿qué piensas, qué sientes y qué necesitas cuando estás menstruando o durante todo tu ciclo?”. Para acompañar ese ejercicio reflexivo, también se integraron herramientas para el bienestar emocional. Les pusimos imágenes de mandalas y les regalamos colores, para que mientras reflexionaban sobre su menstruación, pudieran pintar. Eso también es salud mental durante el ciclo menstrual”.

Alejandra Bueno destacó que el registro médico ha permitido a las mujeres privadas de la libertad tener mayor control sobre su ciclo menstrual, lo que ha contribuido a reducir las consultas médicas por cólicos, ya que ahora cuentan con información precisa para anticipar y atender sus síntomas.

Para Paola Sosa, quien asumió la dirección del CERESO de Tlaxcala en 2023, este programa mejoró de manera directa la percepción que las mujeres privadas de la libertad sobre la menstruación:

«El cambio más profundo fue ver cómo pasaron de ver la menstruación como algo vergonzoso a entenderla como parte natural de su salud y feminidad».

Además, destacó que con voluntad institucional y empatía es posible transformar realidades dentro de los centros penitenciarios. Por ello, compartió que este proyecto ya ha sido presentado a otras instituciones de seguridad en distintas entidades del país, y que el objetivo es que, hacia finales de 2025, pueda replicarse en cárceles femeniles de Guerrero y Quintana Roo, bajo la misma perspectiva y con la colaboración de las mismas activistas que formaron parte en Tlaxcala.

Keren, ahora desde una llamada telefónica desde la comodidad de su casa, compartió que haber participado en este proceso fue de las pocas cosas gratas que vivió en prisión. Hoy su hija, tiene nueve años y quiere compartir con ella todo lo que aprendió:

“Mi hija tiene nueve años, pero es una niña muy desarrollada, así que ya empezamos a hablar de estos temas. Le estoy enseñando cómo colocarse una toalla femenina, entra conmigo al baño para que lo vea, para que lo normalice. La primera vez que vio sangre fue un susto: ‘¿Por qué sale tanta sangre?’, me preguntó. Ahora puedo explicarle con claridad lo que es la menstruación, dejándole claro que no debe tener miedo y que es algo totalmente natural. Ahora que nos reencontramos, estamos viviendo una etapa muy bonita.”

El 16 de abril de 2024, Keren Ordoñez fue puesta en libertad tras permanecer nueve años recluida por un delito que no cometió. Su caso fue revisado por la magistrada Mary Cruz Ornelas, quien ordenó su liberación inmediata al identificar irregularidades en el proceso y valorar los hechos con perspectiva de género. La apelación fue promovida por el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Centro ProDH), organización que brindó acompañamiento legal desde que se documentaron violaciones a sus derechos humanos. Al recuperar su libertad, Keren cuenta que en medio de la emoción extravió su copa menstrual. Desde entonces ha tenido que volver a usar toallas sanitarias, un regreso que describe como incómodo y poco práctico. Mientras se adapta nuevamente a la vida fuera del penal, ha comenzado a ahorrar para poder adquirir una nueva copa menstrual.

Keren acepta que salir de prisión no ha sido fácil. Afuera se encontró con una realidad completamente distinta, marcada por la pérdida de tiempo, vínculos y oportunidades, pero tiene ganas de recuperar su vida.

Obstáculos y logros en la implementación del programa de gestión menstrual

Al ser cuestionada sobre los principales desafíos para garantizar una gestión menstrual digna, Paola Sosa reconoció que las resistencias culturales y los miedos infundados fueron los mayores obstáculos. En ese sentido, mencionó que muchas internas inicialmente temían usar copas menstruales por desinformación, llegando a casos de «pánico escénico» cuando no lograban retirarlas, lo que las llevaba a acudir al área médica en busca de ayuda.

Sin embargo, destacó que nunca hubo trabas institucionales para la donación de copas menstruales y artículos para dignificar la menstruación en mujeres privadas de la libertad, aseguró que la propuesta contó con la confianza de la gobernadora Lorena Cuérllar y el secretario Alberto Martín Perea Marrufo, aunque no hubo presupuesto para impulsar la iniciativa que venía de mujeres activistas.

Respecto a la infraestructura, Sosa aclaró que el centro ya contaba con baños privados, regaderas y lavaderos accesibles, lo que facilitó la higiene menstrual. A pesar de la escasez de agua que mencionó Keren, Sosa mencionó que las internas pueden lavar toallas reutilizables o calzones menstruales en áreas designadas, con suministro de jabón y cloro proporcionados por el penal.

Uno de los aspectos que generó mayor incertidumbre fue el proceso de esterilización de las copas menstruales. Aunque se esperaba que el Gobierno del Estado proporcionara el equipo necesario, esta gestión se retrasó y postergó la entrega. Finalmente, fue gracias a una donación realizada por la entonces empresaria Nidya Cano que se logró adquirir el material requerido, permitiendo así que las copas pudieran ser utilizadas de forma segura.

Paola Sosa fue enfática al señalar que la gestión menstrual dentro del centro penitenciario no es un privilegio, sino una necesidad básica, al igual que comer o dormir.

«Forma parte de las necesidades esenciales de toda mujer».

Aunque en una entrevista publicada por La Jornada el 22 de abril de 2025, Herminia Hernández Jiménez, directora de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobierno, afirmó que Tlaxcala cumple con la Recomendación 35/2021 gracias a los esfuerzos gubernamentales, para Alejandra Bueno y para quienes participaron en este proceso, es necesario precisar que el acceso a una menstruación digna para las mujeres privadas de la libertad en el Centro de Reinserción Social (CERESO) de Tlaxcala fue posible por la gestión de activistas y la voluntad y proceso de sensibilización de la directora del centro, Paola Sosa.

Fue gracias a estas acciones que la Secretaría de Seguridad Ciudadana dio seguimiento efectivo a la recomendación, posicionando a Tlaxcala entre las entidades mejor evaluadas en este rubro, pese a no haber emitido presupuesto específico del gobierno estatal para su implementación.

Finalmente para Alejandra Bueno, quien ha participado activamente en este proyecto mencionó que este proyecto ha marcado la diferencia en un espacio donde realmente se puede incidir y cambiar la vida de las mujeres:

“Aunque también trabajé en el CERESO varonil y observé muchas necesidades, en el CERESO femenil esas carencias son aún más evidentes. Aquí hay más necesidad, más abandono. Las mujeres privadas de libertad suelen ser las olvidadas. Históricamente, los hombres han recibido más acompañamiento, tanto de sus familias como de las instituciones durante sus procesos legales. En cambio, a las mujeres se las abandona con más frecuencia, en parte por el estigma social de que no encajan en la idea de la mujer bondadosa. Poder incidir aquí, ver un impacto real en sus vidas, me genera una gran satisfacción y me compromete aún más a replicar este modelo en otros centros penitenciarios.”

Hoy, la gestión menstrual de las mujeres privadas de la libertad en Tlaxcala representa un precedente a nivel nacional. Para Alejandra Bueno, negarles a las mujeres privadas de la libertad condiciones adecuadas para su menstruación, no solo implica el incumplimiento de obligaciones nacionales, sino también una violación directa de los derechos sexuales y reproductivos reconocidos en tratados internacionales suscritos por México.

Gracias al esfuerzo y la gestión de mujeres activistas, hablar hoy de una menstruación digna para estas mujeres es una realidad que abre la puerta a la transformación de sus vidas.

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Paola Chavely Torres Nahuatlato
Paola Chavely Torres Nahuatlato
Licenciada en Sociología, trabaja desde 2021 como reportera en Escenario Tlaxcala, donde cubre temas relacionados con derechos humanos, género y defensa del territorio, visibilizando luchas sociales y promoviendo una agenda informativa centrada en las comunidades y sus resistencias. // Paola has a degree in sociology and has been a reporter for Escenario Tlaxcala since 2021, covering topics related to human rights, gender, and territorial defense. Her work showcases social struggles and promotes an information agenda focused on communities and their resistance.

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