Costa Rica está envejeciendo. Los expertos nos dicen que la población adulta mayor va a crecer exponencialmente; la pirámide poblacional está a punto de invertirse. Cada vez vivimos más y nos reproducimos menos.
Costa Rica se encuentra entre los países de América Latina y el Caribe que más rápidamente van a envejecer. De acuerdo a datos del INEC, en el año 2008 la población mayor de 65 años en el país constituía el 6%, en el 2020 el 8,9%, de acuerdo con las proyecciones se estima que para el 2030 esta cifra alcanzará el 13% y para el 2050 más del 20%. El colectivo de personas mayores es el que más está creciendo y esta tendencia, como en el resto del mundo, va a continuar.
Para el país este cambio demográfico representa un reto de dimensiones titánicas en todos los ámbitos, impactando el desarrollo social, la economía, el empleo, la salud, la vivienda y la dimensión sociocultural y familiar.
Hacerse viejo en un país que no está preparado para acuerpar a las personas mayores y hacer frente a sus necesidades representa un desafío cotidiano crítico. Si de desafíos hablamos, pensemos en existir en un entorno que no está diseñado para nosotros, deshumanizado e insensible, excluyente, centrado en el vehículo y concebido para una sociedad joven que nunca va a envejecer.
Imaginemos el reto de cumplir con las obligaciones básicas para la satisfacción de las necesidades. En ir al banco, al parque o al supermercado con bastón o andadera y sin aceras, cruces peatonales ni semáforos.
Imaginemos envejecer en la casa de siempre, con cuartos llenos de fotos y recuerdos de personas que pasaron por ahí—pero con escaleras, puertas angostas, sin rampas ni facilidades para que el tercer acto de la vida se viva amablemente.
Imaginemos necesitar conexión, amigos, personas con quien hablar y ser felices y encontrarnos sin espacios para la participación y el intercambio, en situación de soledad no deseada.
Imaginemos la nevera vacía y muchas cuentas por pagar, y 82.000 colones al mes de pensión no contributiva, que es de lo que miles de adultos mayores costarricenses disponen para sobrevivir mes a mes.
La accesibilidad, la vivienda, la salud, la participación, la inclusión social y el empleo de las personas mayores son temas que deben ponerse sobre la mesa hoy para la reflexión y la construcción colectiva de soluciones que nos permitan afrontar la realidad del cambio demográfico en el futuro cercano.
El rezago es enorme. Estamos arrastrando años de inacción y falta de recursos para una población vulnerable e invisibilizada que tiene muchísimo que decir y que aportar a la sociedad de hoy y de mañana.
El envejecimiento activo, el enfoque de curso de vida, la adaptación de los entornos y el fortalecimiento de los servicios son el único camino. Este debe de ser complementado con trabajo en equipo, planificación, inversión y la construcción de una visión colectiva del país que soñamos para nosotros mismos cuando lleguemos a la tercera edad.
La Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, adoptada en el 2015, habla de libertad individual y de justicia social como pilares básicos para el respeto de los derechos fundamentales de las personas. Para garantizar esta libertad y construir esta justicia se requiere del establecimiento de condiciones habilitadoras, las cuales deben de permear en todas las dimensiones de nuestro tejido social.
El panorama puede ser desolador si permanecemos en la inacción. Hoy se hace más necesario que nunca utilizar nuestra voz para hacer las preguntas necesarias y nuestro conocimiento para articular soluciones que reconozcan el valor de las personas mayores, su papel en la sociedad y su contribución al desarrollo del país.
¿Cómo salir del embrollo en el que estamos si hay tantísimo que hacer? La solución no es una sola, son muchas estrategias, acciones, iniciativas y proyectos que deben de ocurrir de manera simultánea para catalizar el cambio que tanto urge. Es la creación de una política pública robusta y su operativización efectiva; es el empoderamiento de las personas mayores de los barrios y las comunidades; son las municipalidades que toman decisiones informadas basadas en datos y en la participación de las personas. Es la planificación, la inversión privada, las alianzas, la empatía y la solidaridad.
Ante un mundo cada vez más viejo y desigual, se construye un anhelo colectivo de no dejar a nadie atrás. Con metas precisas que plantean acciones claras. Como país líder, comprometido con el cumplimiento de la Agenda 20-30 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible el reto es hacer valer nuestra palabra de alcanzar resultados tangibles en un corto plazo.
Posiblemente el mayor de todos los retos es empezar, hoy, ya, ahora. Cuando no estamos ahí todavía y pensamos en envejecer sentimos que el tiempo está a nuestro favor. No lo está. Estamos tarde. No podemos esperar más. Si no por las personas mayores que sufren hoy todo tipo de discriminaciones y ven vulnerados sus derechos, por el futuro propio. Este puede ser solitario y sombrío, anhelando mejores años, o puede ser maravilloso, conectado, activo y pleno.
¿Cómo ser parte de la solución? Desarrollando sensibilidad hacia el otro, conversando con mi vecina adulta mayor que vive sola. Trabajando en mi barrio, construyendo mi acera para que sea accesible y mejorando mi parque con sombra, espacio para sentarse y programación intergeneracional. Participando en espacios existentes de escucha y acción cómo lo son las Asociaciones de Desarrollo, los grupos organizados de personas mayores, las reuniones de vecinos. Exigiendo calidad cómo beneficiaria y ofreciendo mi talento cómo voluntaria. Acercándome a mi Municipalidad y pidiéndole que se sume a la Red de Ciudades y Comunidades Amigables con las Personas Mayores Costa Rica. Conociendo la Política Nacional de Envejecimiento y Vejez y su Plan de Acción y aportando desde mis posibilidades al cumplimiento de la misma. La solución se construye todos los días, con acciones y decisiones de aportar a la construcción de una sociedad más justa e inclusiva.
Los retos son muchos. Es hora de comenzar.