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lunes, diciembre 30, 2024

Microbeneficios de café, rompiendo el modelo

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Yendry Abarca Navarro
Yendry Abarca Navarro
Yendry Abarca Navarro es antropóloga social, interesada en temas de desarrollo rural, ambiente y sistemas agroalimentarios. Originaria de una región agraria, tiene como objetivo de vida contribuir a la búsqueda de mejores condiciones para las personas que producen los alimentos del mundo. Yendry Abarca Navarro is a social anthropologist interested in rural development, the environment, and agri-food systems. Originally from a farming region, she seeks to contribute to the search for better living conditions for the people who produce the world's food.

En tanto los productores no tomen conciencia de la posición en la que están dentro del modelo, no van a poder salir. Porque el modelo está hecho para que el productor se mantenga ocupado, muy ocupado, y no pueda ver más allá, porque se acostumbró a que su rol es el de proveedor de materia prima” (Don Luis, 53, productor microbeneficiador de Tarrazú, 2020).

Camas de secado al sol del café en un microbeneficio. Yendry Abarca/El Colectivo 506.

Don Luis es un productor que, junto a su familia, ha decidido procesar y comercializar su propio café. Él pronunció la cita anterior durante una entrevista hecha para mi investigación de tesis de grado acerca de las familias microbeneficiadoras de café en Tarrazú. ¿A qué se refería don Luis con “ver más allá”?

A grandes rasgos, un microbeneficio consiste en una planta de procesamiento del café cosechado en las fincas de pequeños productores. En el proceso de beneficiado los frutos del café son despulpados, lavados, puestos a secar y vendidospor lo general, en el mercado internacional. Con un alto nivel de minuciosidad y cuidado de cada grano, los productores logran obtener cafés de alta calidad que se destinan al mercado internacional de cafés especiales por sus atributos físicos, pero también por su origen geográfico particular.

Tradicionalmente, en la Zona de Los Santos, ubicada entre las montañas al sureste de San José, el café que se produce es conocido por la producción de altura (alrededor de los 1200-2000 msnm), que aporta una acidez característica altamente valorada por el consumidor. Allí el proceso de beneficiado ha estado en manos de las cooperativas locales o de beneficios de compañías multinacionales que operan en la región. Estas empresas compran el café maduro a los productores y se encargan de procesarlo y encontrar un espacio de venta dentro del país, o bien, de exportarlo. 

En ese sistema, el productor no participa directamente en la negociación del precio que recibe, o en las decisiones del destino de su producto. Los precios que obtienen no son tan rentables, pues estas empresas mezclan grandes volúmenes de café de distintas fincas y variedades, que al final implican la disminución de la homogeneidad del grano y, por tanto, de la calidad de la taza.

Cerezas de café. Mónica Quesada Cordero/El Colectivo 506/National Geographic Society Covid-19 Emergency Fund

En años recientes, sin embargo, diversas familias productoras de la región de Los Santos comenzaron a cambiar las perspectivas acerca del sentido de su trabajo y a valorar el café desde otros puntos de vista. En los años 90, fue suspendido el acuerdo que sostenían los países productores para regular la oferta y los precios del café, originando graves crisis de precios que se extendieron hasta inicios de los 2000. Muchos productores se vieron obligados a abandonar el cultivo, mientras otros decidieron centrarse en mejorar la calidad de la producción para acceder a mercados diferenciados de café especial. A la misma vez, el consumo de productos diferenciados por su alta calidad y particularidad, abrieron nuevas oportunidades de mercado y generaron el fenómeno que, en el mundo del café, se ha dado a llamar la revolución del microbeneficio. De acuerdo con datos del Instituto del Café de Costa Rica, los microbeneficios han aumentado de uno en el año de 1999, a 79 en el año 2019.

Para don Luis (un seudónimo, igual que los otros productores en la nota, por los lineamientos utilizados en entrevistas para investigaciones de grado) así como para muchos de los productores, la idea del cambio surge cuando comienzan a aparecer en la región personas especializadas en el tueste y la cata de café. Al llevar a procesar y a evaluar una cantidad de su cosecha con un especialista, él y su familia han tomado conciencia de la calidad superior de su café y de que el fruto de su trabajo es altamente valioso para un mercado del que, hasta ahora, han estado separados por una serie de intermediarios. Sobre esa primera experiencia, cuenta don Luis: “Todos esos comentarios de gente profesional, que tiene un criterio, que saben lo que están diciendo, le llegan a uno. Y uno siente la emoción, la adrenalina, y las ganas de hacer un cambio”.

Para las familias pequeño-productoras, negociar precios más altos con compradores directos, ha sido una de las principales motivaciones para establecer un microbeneficio, pero no la única. Sentidos crecientes de autonomía y de reapropiación del esfuerzo, así como de la participación de los miembros de la familia en el trabajo, son recurrentes en las narraciones de los productores.

Esta nueva modalidad de producción ha permitido que los espacios remunerables que solían ser ocupados por los hombres del hogar, se conviertan en lugares que gozan de mayor flexibilidad y participación por parte de las mujeres, tanto en las actividades de la producción, como en la toma de decisiones. Para doña Alicia, por ejemplo, cada uno de los 4 miembros que componen su familia -ella, su esposo y sus dos hijos-, han desarrollado roles de acuerdo con sus capacidades y experiencia, que les permite tener un lugar y una voz en el microbeneficio.

Camas de secado al sol de los granos de café en un microbeneficio de la zona de Los Santos. Yendry Abarca/El Colectivo 506

“Cada quien aporta lo que tiene, lo que puede”, dice Alicia, 48. “Somos como un equipo donde cada parte es indispensable. Aunque a veces hay cosas en las que no, casi siempre todo se hace de común acuerdo. Si se hace una cosa de determinada manera, siempre decidimos todos, nos ponemos de acuerdo”.

Los microbeneficios también se perfilan como oportunidades para las generaciones jóvenes. Hijos e hijas de familias productoras que han apostado por la preparación profesional para optar por puestos de empleo en las zonas urbanas, ahora encuentran una razón para regresar y permanecer en la región. La necesidad de innovación y creatividad que requiere la venta de café especial, así como una mayor rentabilidad, crean la oportunidad para que estas nuevas generaciones apliquen sus conocimientos, obtengan una fuente de ingresos a nivel local y apoyen a sus familias.

A la misma vez, los microbeneficios han permitido establecer y fortalecer vínculos entre productores, algunos de los cuales han conformado asociaciones que se traducen en apoyos mutuos para la exportación en conjunto, o para compartir conocimientos agronómicos, de beneficiado o de mercado. Así, la comunidad vuelve a tener relevancia como recurso y como fin de la práctica productiva.

Los microbeneficios familiares se perfilan entonces como espacios que van más allá de lo productivo, porque integran elementos sociales que generan bienestar en un amplio sentido, en las familias y en la comunidad. Sin embargo, el microbeneficio también implica una serie de riesgos, dificultades y luchas diarias para las familias productoras.

Camas de secado de los granos de café en un microbeneficio de la zona de Los Santos. Yendry Abarca/El Colectivo 506

Nuevas oportunidades, nuevos retos

Uno de los grandes retos que enfrentan los productores es el de colocar el café en el mercado internacional. Por ejemplo, muchas compañías exportadoras que fungen de intermediarias entre los productores y los compradores en la cadena del café, se encargan de encontrar potenciales clientes en el extranjero y de hacer llegar el producto a su destino, a cambio de una parte del precio acordado entre el productor y el comprador. Sin embargo, no todas las compañías de este tipo distribuyen de manera justa el precio, o establecen con el productor contratos a largo plazo que los vuelven dependientes de la compañía y le restan capacidad de decisión, o retrasan los pagos durante meses.

La industria del café, a pesar de su creciente diferenciación y de la preferencia de los consumidores por un producto trazable, socialmente justo y ambientalmente sostenible, sigue estando en manos de un pequeño número de compañías que absorben la mayor parte de la producción, es decir, que es un oligopolio. Los países donde el café es tostado, vendido y consumido, son los que generan la mayor parte del valor de la cadena y, por tanto, obtienen las mayores ganancias.  Los microbeneficios no escapan de esta estructura global, en la que compañías como Starbucks, Kraft, Procter y Gamble o Nestlé, acaparan incluso el mercado de cafés especiales a través de un solo grupo exportador, mediante el cual compran el café a pequeños productores.

Cerezas de café en la bandola. Mónica Quesada Cordero/El Colectivo 506/National Geographic Society Covid-19 Emergency Fund

Así, las familias productoras siguen luchando por encontrar canales comerciales que les permitan conectar con clientes internacionales de una forma más directa, en la que la distribución de la ganancia sea más justa y que permita la sostenibilidad de su actividad a largo plazo. Para ello, es necesario incluir en los planes institucionales del desarrollo del sector cafetalero, mecanismos de conexión directa entre productores y consumidores, que ayuden a aumentar los ingresos de las familias productoras.

La capacitación y el uso de herramientas tecnológicas y el internet, son una vía posible para consolidar espacios de conexión.  La innovación digital puede contribuir a que los productores cuenten con información sobre el mercado de manera más ágil, de manera que la distancia con los consumidores disminuya. El papel de las mujeres y las nuevas generaciones, así como los vínculos comunales, deben ser tomados en cuenta para potenciar las capacidades de las familias productoras y lograr mejores condiciones de vida en las regiones productoras.

“Ver más allá” por tanto, implica para los productores no solo revaloran su propio café y el esfuerzo por producirlo, sino, además comprender que las condiciones para una vida digna deben garantizarse a través de una mejor distribución de la riqueza y un mayor grado de autonomía.

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