Un grupo de comunarios que recorre ríos amazónicos entre Cochabamba y Beni utiliza la app Bufeo, desarrollada por Faunagua, para monitorear a la especie amenazada y controlar la biodiversidad de la región. La periodista Nicole Andrea Vargas narra la historia en este artículo, creado con una Beca de Reportaje sobre Respuestas Basadas en la Naturaleza a la Pérdida de Biodiversidad del Fondo para el Periodismo de Soluciones en Latinoamérica, una iniciativa de El Colectivo 506, gracias a una donación del Earth Journalism Network y su proyecto Biodiversity Media Initiative. El artículo fue publicado por Opinión el 26 de octubre del 2025. Fue adaptado y traducido aquí por El Colectivo 506 para su co-publicación.

Jhonny Mendoza tenía nueve años cuando vio un bufeo por primera vez. Se asombró ante el tamaño de este delfín de agua dulce que puede superar los dos metros de largo. Estaba en la embarcación de su padre, un pescador de Puerto Villarroel, en Cochabamba (Bolivia), que navegaba por el río Ichilo a inicios del 2000. Ese primer contacto fue el inicio de un vínculo cercano con este mamífero acuático que lo motivó, 20 años después, a impulsar la ciencia ciudadana a través del uso de la aplicación móvil Bufeo creada para monitorear a esta especie vulnerable que recorre los ríos amazónicos bolivianos y que enfrenta múltiples amenazas.
El bufeo (Inia boliviensis) es una especie Vulnerable (VU), según el Libro Rojo de los Vertebrados de Bolivia. Tras décadas de conservación mínima, Faunagua fue una de las primeras organizaciones ambientales que comenzó a estudiarla, emprendió proyectos de protección y creó esta aplicación para que los pescadores, que conviven a diario con este delfín rosado, puedan ser parte de su resguardo. De esta manera, logran recolectar información para un banco de datos sobre el mamífero y, paralelamente, toman medidas de la calidad del agua y del aire, ya que en cada embarcación hay estaciones de monitoreo.

La iniciativa comenzó en 2010 con algunos conteos piloto por parte de comunarios locales, pero recién se consolidó en 2022. Mendoza fue de los primeros en utilizar la aplicación y ayudar en la sensibilización para que otros pescadores se unan. Como parte de los resultados preliminares obtenidos, se impulsó el II Plan Nacional para la Conservación del Bufeo Boliviano – Inia boliviensis 2020-2025 y el proyecto de Ley Departamental de Protección y Conservación del Bufeo en Cochabamba.
“Cuando nos involucramos, nos volvemos actores en defensa de la especie porque vemos y aprendemos que cumple un rol importante en el río. El bufeo tiene que ser conservado para que todo el ecosistema funcione bien. Ellos son los guardianes del río”, dice Mendoza, de 34 años, mediana estatura, cabello negro y tez morena.

Hogar en colapso
El bufeo (Inia boliviensis) es una especie endémica de Bolivia, aunque como se distribuye en la cuenca Madera, conformada por las subcuencas y ríos Mamoré e Iténez, alrededor de un 20% de su población también está presente en Brasil.
El biólogo marino y director técnico de Faunagua, Paul Van Damme, explica que este delfín rosado tiene dos áreas de distribución en Bolivia. La primera empieza en Puerto Villarroel, en el departamento de Cochabamba, y llega hasta Bella Vista, en Beni, donde se unen el río Ichilo y Mamoré. La segunda ruta pasa por Santa Cruz a través del río Iténez, en la frontera con Brasil.
El río Ichilo-Mamoré es el “laboratorio” del monitoreo de delfines en Bolivia. Desde 2017, cada tres años se hacen expediciones para conocer el estado del bufeo. Van Damme explica que en el caso de este mamífero no se puede hacer un censo poblacional porque no es posible contabilizar a todos los individuos, así que hacen aproximaciones utilizando el método SARDI basado en una estandarización científica creada por la Iniciativa de Delfines de Río de Sudamérica, que permite que todos los investigadores de delfines de río empleen la misma tecnología.

El método consiste en utilizar embarcaciones de dos niveles, uno de estos a cuatro metros de altura, donde se ubican dos biólogos en proa y dos en popa que cuentan a los bufeos en un cuadrante de visión de 90° y dan las indicaciones a una tercera persona que se ubica al centro para que haga las anotaciones correspondientes a la observación. En total, participan seis expertos en cada expedición SARDI.
El bufeo, emblemático para las comunidades indígenas y campesinas de la región, era considerado una subespecie del delfín amazónico (Inia geoffrensis) hasta 2006, pero diversos estudios científicos —varios encabezados por Van Damme— determinaron que es una especie diferente por las características de su hábitat, lo que permitió que fuera catalogada como Vulnerable en el Libro Rojo de Vertebrados de Bolivia en 2009. Sin embargo, aún se espera la clasificación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN, por sus siglas en inglés), donde la Inia geoffrensis está En Peligro (EN) de extinción desde 2018.
Mendoza, quien vivió toda su vida en Puerto Villarroel, dice que el territorio ha experimentado cambios “tremendos” a raíz de la deforestación —que provoca el aumento de sedimento en los ríos— y la contaminación que afectan la reproducción de los peces e incluso originan su muerte.
Según explica Van Damme, la deforestación “cambia el ciclo hidrológico” porque el agua de la lluvia llega con más fuerza al río, como consecuencia hay una evacuación mayor y en la época seca se producen sequías más agudas.
Al haber menos árboles en las riberas de los ríos, hay menos frutos para los peces y, por ende, esto afecta a los delfines ya que son su principal alimento al estar en la cima de la cadena trófica. “El bufeo boliviano está sufriendo por la escasez de peces al igual que los pescadores”, remarca el biólogo belga que vive en Bolivia hace casi tres décadas.
Un reciente informe del Laboratorio GLAD de la Universidad de Maryland y Global Forest Watch (GFW) evidenció que Bolivia es el segundo país con mayor pérdida de bosque nativo en el mundo: solo en 2024, perdió 1.8 millones de hectáreas de bosque cuyo 83% era primario.

Los pescadores convierten sus embarcaciones en puntos de información para socializar la importancia de cuidar al bufeo. Nicole Vargas / El Colectivo 506
“Los peces dependen del bosque y viceversa, y como ya no hay esta relación por la deforestación, tampoco se diseminan las semillas de estas especies de árboles. El sistema está colapsando y los bufeos dependen de esa interacción”, añade Van Damme.
Paralelamente, en los últimos años Bolivia ha enfrentado los peores incendios forestales de su historia y han posicionado al país entre los más afectados a nivel mundial, considerando que en 2024 se quemaron más de 12 millones de hectáreas de bosques.
Durante los incendios, Mendoza fue voluntario para sofocar las llamas y resguardar su territorio. Cuenta que la calidad del aire empeoró y comenzaron a presentar más problemas de visibilidad en su trabajo diario.
“Mucha gente piensa que la principal amenaza (para el bufeo) es la pesca, pero hemos descubierto que no es así”, dice Van Damme.
Estos problemas no solo afectan al bufeo, sino también a las comunidades locales que dependen de ríos saludables para su subsistencia, además de la afectación a la biodiversidad de la región.

Monitoreo comunitario
Frente a esta situación, un grupo de pescadores de 12 embarcaciones decidió sumarse a la protección de esta especie a través del monitoreo mediante la aplicación Bufeo, una herramienta desarrollada por Faunagua con el financiamiento de WWF-Bolivia.
Como parte de este proyecto, los comunarios se convirtieron en “científicos ciudadanos” al registrar con sus celulares la presencia de todos los delfines que ven en su recorrido por estos ríos amazónicos, además que toman medidas de la calidad del agua y del aire.
Van Damme califica de vital la participación de los pescadores porque “son los que mejor conocen el río” y pueden recolectar datos todo el año. Además, esto permite que concienticen al resto de la población sobre la importancia de proteger la biodiversidad de la zona. “Con el conocimiento que tienen, se empoderan”, dice.
La herramienta comenzó a funcionar en 2022 cuando ocho pescadores de Puerto Villarroel, entre ellos Mendoza, registraron 220 bufeos en el río Ichilo gracias al uso de la app. Desde su puesta en marcha, recorrieron más de 1.500 kilómetros de ríos amazónicos, logrando más de 500 registros de individuos.

Estos datos permitieron mejorar el conocimiento sobre la distribución, abundancia y movimientos de la especie, así como documentar las amenazas que enfrenta. Además, la información generada es visualizada en mapas y discutida entre pescadores y científicos, lo que contribuye a interpretar mejor la biología de los bufeos y a diseñar estrategias de conservación más efectivas.
Van Damme cuenta que también pusieron transmisores satelitales en ocho bufeos con la ayuda de los pescadores, ya que tienen experiencia en la captura y liberación de especies acuáticas.
El monitoreo se extendió por seis meses, tiempo que duran las baterías de los transmisores. Esto les permitió descubrir que los delfines de río pueden recorrer más de 300 kilómetros durante tres meses y evidenciar que no permanecen solo en áreas protegidas, sino que se mueven por diferentes sitios amenazados.
Mendoza recuerda que esa fue la primera vez que tocó a un bufeo. Ya había visto más de 100 individuos en sus recorridos diarios, pero aquella experiencia lo incentivó aún más a seguir con el uso de la aplicación móvil.

El estado de conservación del bufeo es un “termómetro de la salud” de la región ya que este cetáceo es considerado el “centinela de la Amazonía”. Van Damme sostiene que a través de su presencia se puede determinar los problemas que ocurren bajo el agua, como la presencia de especies invasoras y la contaminación fluvial, entre otros.
Además, es un buen indicador del cambio climático porque necesita “bolsones” —pequeñas áreas en los bordes del río, que son afectadas por obras como represas o dragados— donde las madres cuidan a sus crías.
En la última década, el registro de bufeos se duplicó en Bolivia. En la expedición oficial de 2013 se evidenció a tres bufeos cada 10 kilómetros, mientras que en 2021 la cifra subió a siete delfines en la misma distancia. En 2024 se realizó la última expedición cuyos datos aún están procesando, aunque preliminarmente Van Damme aseguró que la cifra se mantiene entre cinco y siete bufeos cada 10 kilómetros. Esto permite estimar que actualmente hay entre 3.000 y 4.000 individuos en Bolivia.
“Es una especie sumamente sensible porque solo tiene una cría cada tres años, por lo que es difícil recuperarse de cualquier amenaza. Pero ahora vemos más bufeos que en 2015 gracias a las acciones de concientización”, afirma el biólogo.

Equipo de científicos y pescadores que realizó la última expedición sobre el bufeo boliviano. Cortesía FAUNAGUA / El Colectivo 506
El trabajo conjunto entre Faunagua y los pescadores de Puerto Villarroel logró impulsar la aprobación del II Plan Nacional para la Conservación del Bufeo Boliviano – Inia boliviensis 2020-2025, que se centra en la conservación de la especie, la promoción de su valor cultural, la investigación y monitoreo, la comunicación y la legislación con el objetivo de articular los esfuerzos de protección de diferentes instituciones y organizaciones de la sociedad.
De la misma forma, actualmente se presentó el proyecto de Ley Departamental de Protección y Conservación del Bufeo en Cochabamba, que pretende como parte de sus objetivos impulsar el monitoreo participativo entre pescadores, indígenas y biólogos.
La pesca como herencia
La socialización que realiza Faunagua también apunta a que los pescadores sepan qué hacer si algún bufeo queda atrapado en sus redes de pesca. Mendoza cuenta que alguna vez en su ruta se encontró con uno de estos delfines e hizo una liberación porque lo encontró vivo, aunque dice que es algo “muy raro porque es un animal muy inteligente que ve la malla”.
Flavio Guevara, otro de los pescadores que utiliza la aplicación Bufeo desde que inició su funcionamiento hace cuatro años, cuenta a OPINIÓN que el proyecto los ayudó a identificar mejor a estos mamíferos y diferenciar a las crías de las madres.

En días con mejor visibilidad, asegura que alcanza a ver entre seis y siete bufeos durante su recorrido por el río. Estos datos son añadidos a la app y sirven para contabilizar la población.
Guevara comenzó como ayudante de pesca hace más de 25 años. Luego de un arduo trabajo logró comprar su primera embarcación de 3.000 kilos de capacidad y convertirse en pescador. Dice que es un oficio que ha ido reduciendo sus oportunidades laborales por la disminución de peces en los ríos, por lo que cada día es más difícil vivir solo de la pesca.
Sus tres hijos también siguen su legado y lo acompañan en el bote. Uno de ellos es Adalid Guevara, quien tuvo un primer contacto con los bufeos cuando les pusieron los transmisores satelitales. “Ahora vemos que hay más delfines, se ven donde uno va, están saliendo al río”, comenta.
El proyecto genera aprendizajes que pueden servir de modelo para otras iniciativas que trabajan con especies endémicas que están en peligro. Por un lado, “demuestra que la ciencia ciudadana no solo complementa la investigación científica tradicional”, sino que también fortalece la apropiación local de la conservación, algo fundamental para lograr resultados óptimos. Los pescadores descubrieron el valor de sus propios conocimientos empíricos, adquiridos tras años de convivencia con el río, y entienden cómo estos aportes pueden marcar la diferencia en la protección de la biodiversidad, dice Van Damme.
En la última expedición se fusionó el método SARDI con el registro a través de la app Bufeo. Los resultados preliminares fueron positivos y ahora los expertos buscan expandir esta metodología a otros países de Sudamérica donde también hay delfines de río.
Un legado ambiental
El proyecto de Faunagua ha enfrentado una serie de retos, en particular la falta de recursos económicos. Van Damme afirma que las expediciones son costosas, por eso se hacen cada tres años.
Pero más allá de las limitaciones económicas, el biólogo sostiene que el cambio climático y la degradación del hábitat hacen que cada vez sea más difícil monitorear a estos mamíferos. Desde falta de visibilidad hasta cambios en las zonas de crianza son algunas de las barreras.
Estas problemáticas ambientales tienen una incidencia directa en la calidad de vida de las personas que viven en las riberas de los ríos donde habita el bufeo, quienes han tenido que cambiar sus actividades para sostenerse.
Además, aún queda trabajo de socialización con los dueños de embarcaciones que se dedican al turismo en la Amazonía o los que realizan pesca poco amigable con la naturaleza, como la actividad en época de veda, tiempo establecido para que las especies piscícolas de fuentes naturales se multipliquen.
Van Damme afirma que el aprendizaje más valioso del proyecto es el aporte que generan los pescadores a través de su experiencia. Jhonny Mendoza y Omar Ortuño, otro líder pescador, participarán en el III Congreso de Ictiología de Bolivia, entre el 26 y 28 de noviembre de este 2025, donde serán los encargados de presentar datos técnicos y científicos del delfín rosado.

Para el belga, que lleva gran parte de su vida profesional dedicada al estudio de la biodiversidad boliviana, también representa un momento especial ya que será su última participación como biólogo. Desde que empezó a trabajar con los comunarios cuando eran niños, su vocación se ha enfocado en lo social, además del aporte científico, por lo que dejar un legado a través de estos jóvenes pescadores es parte de su contribución a la conservación.
Esta herencia de conocimiento también es parte de la vida de Mendoza, quien afirma que trabaja en la protección del bufeo porque quiere un mejor territorio para sus cuatro hijos: “Quiero que vean que hice algo bueno por este pueblo mientras pude. Así como fueron nuestros padres, ahora somos nosotros”.




