Para el año 2045 las estadísticas dicen que Costa Rica tendrá más costarricenses mayores de 65 años que menores de 15. Ese año cumpliré 65 años. ¿Qué podré ver en los que vienen detrás y van delante mío cuando conquiste esa cima de mi vida?
Es una pregunta que me he hecho desde que en el 2007 mi bisabuela, Carmen Prado Escamilla, muriera a sus 100 años y 11 meses. Lo que empezó como un proceso de duelo por la pérdida de una mujer maravillosa, se convirtió en una fijación por conocer más sobre la longevidad de Costa Rica, pero sobre todo por generar en las personas que me rodean un amor por envejecer.
El proceso de envejecimiento es algo que ocurre en todo el curso de la vida. Es algo que nos compete a todas las personas de todas las edades. Es algo que hacemos con el paso de cada día, cada minuto, cada segundo que logramos vivir. Y entre más logremos tener eso presente, entre más aceptemos nuestro proceso de envejecimiento y el poder que tenemos sobre cómo envejecemos, más saludables seremos.
Esta idea del envejecimiento a lo largo del curso de la vida no es mía. Lo dice la Organización Mundial de la Salud. Lo dice el Ministerio de Salud de Costa Rica. Lo dicen médicos, enfermeras, yoguis, entrenadores de deportes, educadores. Es algo que sabemos muchos. Pero por algún motivo, sigue existiendo una negación colectiva a reconocerlo, como si aceptar que envejezco todos los días me hace vieja.
Ser vieja es algo diferente, bien lo sabemos quienes usamos la “viejera” cuando choteamos a otros ticos y ticas. Si ser viejo es ser dependiente, letárgica, incómoda, difícil, y todas las atribuciones negativas que completan esa lista, entonces se puede ser vieja a cualquier edad. (Podemos iniciar toda una serie de discusiones al respecto, pero esa no es la misión de nuestra edición de febrero).
¿Qué es envejecer?
En el 2045, cuando cumpla 65 años, se supone que oficialmente seré una persona adulta mayor que, según los datos de esperanza de vida de hoy, podría contar con vivir unos 18 años más. Puede ser que para entonces ese número sea mayor, pero también podría ser significativamente menor. Y más importante aún, puede ser que sean 18 años de vida plena y feliz, como puede ser que sean 18 años de enfermedad, dependencia y hasta dolor.
¿Por qué? Porque una esperanza de vida alta no es garantía de que el proceso de envejecimiento sea saludable y nos traiga calidad de vida. Una esperanza de vida larga no contempla cuánto puse de mi parte cada uno de los años, días, segundos de mi vida para que ese envejecimiento sea menos agresivo, más controlado, menos rápido.
Hagamos una pausa aquí. Pensemos en esta pregunta: ¿Se puede envejecer en menor cantidad? Parece contradictorio ¿no? Se supone que envejecer es acumular años.
Pues no, envejecer no es sólo acumular años. Pero mejor se los dice alguien oficial. Esta es la manera en que la OMS explica envejecer:
“Desde un punto de vista biológico, el envejecimiento es el resultado de la acumulación de una gran variedad de daños moleculares y celulares a lo largo del tiempo, lo que lleva a un descenso gradual de las capacidades físicas y mentales, a un mayor riesgo de enfermedad y, en última instancia, a la muerte. Ahora bien, esos cambios no son lineales ni uniformes, y su vinculación con la edad de una persona en años es más bien relativa. La diversidad que se aprecia en la vejez no es una cuestión de azar“.
Entonces, envejecer no sólo ocurre al sumar años, y envejecer bien o mal está en gran parte en nuestras manos. Por eso se habla de envejecimiento saludable.
Estudiosos como James Fries y su teoría de la compresión de la morbidez dicen que el envejecimiento saludable es “reducir la cantidad de años que las personas sufren de enfermedades crónicas, para permitirle a las personas mayores vivir vidas más exitosas y productivas que les beneficiará y beneficiarán a la sociedad”. Es decir, cuando se envejece saludablemente, la vida, muy larga o no, tendrá calidad y plenitud, y un periodo de cadencia terminal corto.
Ahora bien, hablemos del presente. En Costa Rica, la mortalidad prematura por enfermedades crónicas no transmisibles sigue en aumento, es decir, cada vez hay más personas que sufren de enfermedades como la diabetes, o la hipertensión, a edades tempranas, algo que se suponía era una cosa “de viejos”. Si esto no cambia en un futuro cercano, las consecuencias tendrán un impacto no sólo en los individuos envejecidos (que conste, no necesariamente viejos) sino en toda la sociedad, afectando el sistema de salud, sistemas de pensiones y la calidad de la prestación de servicios en general.
¿Difícil de creer?,Ya desde el 2016 la dirección del Hospital Nacional de Geriatría y Gerontología hizo un llamado a la población diciendo que “entre el 2020 y el 2050, la atención de urgencias de adultos mayores pasará de 740.000 casos a casi dos millones al año”.
En el 2007 ya teníamos unos meses de ver a mi abuelita Carmen deteriorarse dramáticamente. Ella vivió un envejecimiento realmente saludable; yo diría que sus años más duros en cuanto a salud e independencia fueron los últimos tres. Ese mismo año, a poco más de 200 kilómetros, un grupo de científicos de distintas áreas—desde demógrafos, médicos hasta sociólogos—estaba llevando a cabo un estudio en Nicoya que un día aparecería en los titulares de periódicos en todo el mundo. Estaban estudiando a los nonagenarios y centenarios de lo que algunos meses después, declararon una Zona Azul, es decir, un lugar donde hay hasta 10 veces más personas mayores de 90 años que el promedio del mundo, es decir, las personas viven más y mejor.
De estas zonas azules del mundo—hoy hay cinco—han salido un sin número de estudios científicos para tratar de descifrar la receta mágica para envejecer saludablemente. La principal conclusión de los estudios es que el envejecimiento saludable y la longevidad depende entre un 70-80% del ambiente en que se desarrolla la persona y sólo entre un 30-20% de la genética. Ese efecto del ambiente puede atribuirse por ejemplo a las mejoras en salud pública, pero sobre todo al empoderamiento de las personas de su propia salud y estilos de vida saludables.
La invitación de El Colectivo 506 a hablar de envejecimiento saludable
El camino que he recorrido desde que mi abuelita Carmen murió me ha llevado a escuchar cosas maravillosas sobre envejecer y llegar a ser una persona adulta mayor.
El Dr. Thomas Perls, director del Estudio sobre Centenarios de New England, Estados Unidos, y profesor de medicina y geriatría, me dijo en el 2012 que es una oportunidad. “Las personas no ven las oportunidades que significa vivir 40 años después de los 60”, me dijo durante una entrevista telefónica. “En lugar del mito ‘entre más viejo más enfermo’, más bien es ‘entre más viejo, más saludable ha sido’”, dice el sitio web de su estudio.
Y así mismo los más de 20 centenarias y centenarios costarricenses que he fotografiado en las siete provincias de nuestro país, me han alimentado el espíritu y el conocimiento con sus consejos sobre cómo vivir bien, y envejecer bien.
Pero en ese mismo proceso también descubrí que la realidad de Costa Rica es contradictoria. A pesar de que tenemos una de las zonas azules del mundo, y una expectativa de vida comparada a la de países desarrollados como Japón, Francia y Estados Unidos, la salud de los costarricenses se ve cada vez más amenazada por las enfermedades crónicas no transmisibles.
Es por eso que El Colectivo 506 se convertirá en una ventana este mes para conocer, discutir y descubrir cómo se están poniendo en práctica todos los aprendizajes que han dejado los estudios sobre longevidad en Costa Rica.
Sabemos que el primer paso para un cambio es crear conciencia y romper estereotipos. Por eso esperamos que usted se una a la conversación este mes, y mejor aún, la lleve hasta sus hogares, lugares de trabajo, y el mundo digital.
¿Realmente qué significa eso de envejecer? ¿Cuánto y qué clase de control tenemos las personas jóvenes sobre nuestro envejecimiento? ¿Usted qué opina?