Álvaro Otoya de 62 años se describe a sí mismo como “un cazador que ha sido cazado, porque en lugar de cazar yo a los animales, ellos me cazaron a mi.”
Amante de los animales desde que recuerda, don Álvaro aprendió de su padre sobre la vida de la finca y a apreciar los animales del bosque. “Papá era un cazador pero no un cazador destructivo, a él le gustaba casar pero sólo casaba para comer.” Cuando el padre de Álvaro salió de la pobreza se dedicó a disfrutar de los animales salvajes y no a matarlos.
En su finca Dos Calaveras, en Río Cuarto de Grecia, Don Álvaro hospeda a 30 lapas, una pava, varios loros y pericos y dos jaguares, además de su ganado de carne y de leche y sus búfalos de agua. Don Álvaro heredó la finca de su padre, y cuando se mudó se trajo cuatro lapas que eran de su padre a las que les construyó una jaula “bien grande.” Un tiempo después el MINAET le entregó seis lapas decomisadas para que él las cuidara.
Poco a poco Don Álvaro fue liberando las lapas, y hoy en día esa gran jaula no es más que una estructura de malla llena de huecos. Desde entonces las lapas se reproducen en su propiedad, y no han querido irse, y el amor entre estas lapas hasta a llevado al nacimiento de híbridos entre lapa verde y lapa roja. “Ellas aquí tienen su hábitat, tienen dónde anidar, tienen comida y están seguras,” cuenta Don Álavaro. “En Costa Rica quedan pocos árboles para que las lapas aniden, si más personas les ayudaran como yo, siempre vamos a tener lapas en Costa Rica.”
Muchos otros animales salvajes, como tucanes, loras, monos, ardillas y venados, han sido huéspedes de la finca Dos Calaveras, todos entregados por sus dueños que no los pueden cuidar, o por personas que les encuentran heridos. Cuando estos animales se han recuperado, son liberados, y en su mayoría han decidido irse al bosque que rodea la finca de Don Álvaro y más allá. Sin embargo, no es de extrañar las visitas casuales de algunos de ellos, ya que saben que su protector tendrá mucho maní y frutas que regalarles.
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Una versión anterior de este artículo se publicó en Nature Landings, la revista a bordo de Nature Air.