En el 2011, mi hija Kami estaba en primer grado, con seis años. Luis Carlos Garza, el entrenador en aquel entonces del equipo de porrismo escolar del Santa Ines (The Bears), le consultó a la mamá de Kami si estaba de acuerdo en que nuestra hija formara parte del equipo. Siempre hemos apoyado a nuestros hijos en todos los deportes que han querido practicar y esta fue, según mi pensar, una de muchas experiencias que iba a tener Kami en el deporte; seguramente pronto se iba a aburrir y lo iba a dejar, como sucede muy a menudo con niños de esas edades.
No pensé que se convertiría en su pasión hasta el día de hoy.
Nunca vimos en Kami ese talento innato para el porrismo: simplemente se fue dando con el paso del tiempo. Después de ese primer año con el equipo del Santa Inés, el mismo entrenador, don Luis, viendo que Kamila tenía mucho potencial, se la llevó al equipo All Star Panthers, para comenzar a pulir muchas de las técnicas y gimnasia que se utiliza mucho en el porrismo. Ya para ese entonces, Kami entrenaba de cuatro a cinco veces por semana.
Ahí vinieron los campeonatos Intercolegiales y los campeonatos de All Star. Como siempre todo deporte comienza con ese pensamiento de participar e inculcarles a los atletas que no importa el puesto en el que queden. Terceros lugares, segundos, varias veces ni en podio quedaron. Con el tiempo la vi llorar muchas veces de frustración en torneos nacionales porque no conseguían ese anhelado primer campeonato nacional y veían todo el esfuerzo de un año irse, pero Kami seguía fiel a ese amor que había despertado el porrismo en ella, y al año siguiente volvía a los entrenamientos. Pronto se les hizo realidad ese sueño de ser campeonas y el equipo escolar se consolidó con una generación de porristas impresionantes, siendo cuatro veces consecutivas campeonas nacionales, luego esa misma generación se consolidó en Colegial, siendo Bi Campeonas Nacionales, Grand Champion y Campeonas Mundiales en el 2019 en Orlando, Florida.
Gracias a esos excelentes resultados, en el 2018 Kami fue convocada por primera vez a formar parte de la Selección Nacional de Porrismo de Costa Rica, que participó en el campeonato Mundial en Orlando, Florida, quedando en cuarto lugar. En el 2019 nuevamente participaron y hicieron podio quedando en tercer lugar; también ese mismo año, participan en los Juegos Panamericanos de Porrismo celebrados en Costa Rica ganando medalla de plata.
Por motivos de la pandemia del COVID-19, el año 2020 pasó sin ningún tipo de actividad deportiva. Sin embargo, el 2021 venía con grandes sorpresas de manera personal y colectiva para Kamila. Nuevamente la volvieron a convocar a la Selección Nacional, esta vez para conformar parte del equipo All Girl Elite. Iniciaron el año sin poder entrenar, gimnasios cerrados; luego poco a poco se fue haciendo la apertura, pero tenían que acostumbrarse a entrenar con mascarilla, no tener un lugar fijo, viajar largo para los entrenamientos y casi siempre solo se podía entrenar los domingos. Aun así, la FECAD decide participar en el Mundial Virtual de Porrismo que organizó la International Cheer Union (ICU, por sus siglas en Inglés).
Con mucho esfuerzo y dedicación, los entrenadores y las porristas lograron establecer una rutina que les permitiera competir contra selecciones mundiales de la talla de República Checa, Japón, Corea del Sur, Ecuador, Grecia y Eslovenia.
Todos los equipos tenían que grabar las presentaciones y enviarlas al ICU, pero no es tan fácil como lo están imaginando, de que hacen la coreografía muchas veces y mandan la que les quedó mejor. Pues no, la ICU envió jueces a cada país para que los equipos sólo podían grabar una presentación. Si en esa presentación habían errores o caídas, no se pudiera borrar o enviar otra coreografía que estuviera bien.
Así es como el domingo el 10 de octubre, nos reunieron a los equipos, cuerpo técnico, federativos, y padres de familia en uno de los Anfiteatros de la Universidad Nacional en Heredia, donde se iban a pasar todas las rutinas de todos los países participantes y luego inmediatamente se hacían las premiaciones.
Uno a uno se fueron presentando los equipos, buenas rutinas, pero nada fuera de lo normal. Le toca el turno a la selección de Japón, todas con un timing exacto y una rutina prácticamente perfecta. Las Eslovenas también con una rutina de miedo, los dos equipos a vencer. Costa Rica envía una rutina impecable, llena de fuerza, energía y mucha personalidad, con ese sello tico.
Llegó la hora de la premiación. Yo estaba dudoso: sabía que íbamos a hacer podio, pero Japón y Eslovenia me tenían dubitativo de que puesto íbamos a lograr. Los presentadores anuncian el tercer lugar: Eslovenia. Me inclinaba por la medalla de plata, ya que la rutina de Japón fue excelente.
Los presentadores anuncian la medalla de plata y llaman a Japón.
El corazón se me comenzó a acelerar. El aire me faltaba. Por motivos de normas de salud, no había nadie a mi lado; no tenía a quien volver a ver; todos estábamos con tapabocas y no pude ver las expresiones de las caras de las personas. Comencé a hacer un repaso rápido en mi mente de las rutina—pero no, las únicas dos selecciones que le podían ganar a Costa Rica ya las habían llamado y ahí es donde caigo en razón. Los presentadores lo anunciaron: “And the gold medal goes to… COSTA RICA!”
Hubo un estruendo de gritos. Volví a ver dónde estaban los porristas y todos brincaban, gritaban y se abrazaban, yo en el primer grito que pegué. Me quedé sin voz. Brincaba solo, como loco. Pensé, “¡Yo tengo que abrazar a alguien!” Me acordé de mi amiga Beatriz, la mamá de una compañera de Kami que fue compañera mía de colegio, así que la fui a buscar. La abracé y brincamos juntos. Luego, inmediatamente, fui a buscar a mi hija.
Era una locura lo que se vivía. Todos seguíamos con los tapabocas puestos, así que me costó un poco encontrarla en medio de tanta gente. Cuando la logré encontrar, tenía los ojos llenos de lágrimas—esas lágrimas de felicidad que uno no puede describir, y la cara roja de tanto gritar. Me extendió los brazos con un grito de felicidad. La abracé y la alcé; no podía decirle nada. No me salían las palabras. Estaba tan emocionado que lo único que hice fue abrazarla y llorar con ella.
No cabía tanto orgullo en mi pecho: ¡campeonas mundiales!
El sacrificio de la atleta y su familia
Kamila entrena con tres equipos de porrismo: con el colegio dos veces por semana, con el equipo independiente All Star tres veces por semana— los sábados, entrenan doble—y con la Selección Nacional, que entrenan los domingos. Y lo principal, va al Colegio de lunes a viernes, de 7:20 am a 3:10 pm. Tiene que hacer tareas, estudiar para exámenes, y además, es una de los mejores promedios de su generación…. ¡ah! y sale con sus amigos y amigas.
Cuando uno tiene una hija que compite a ese nivel tiene que entender y aceptar muchas cosas.
Un ejemplo es la disponibilidad 24/7 de la atleta y su familia. La mamá de Kami y yo nos turnamos, ya que hay que irla a dejar y a recoger a los diferentes lugares donde tiene que entrenar. A veces son los papás de compañeras que la llevan; otras veces, nos toca a nosotros llevar a varias porristas. Cuando le toca en Heredia es fácil, pero muchas veces es en San José, entrenamientos para reforzar Gimnasia en Coronado, entrenamientos con la selección nacional los domingos en la Sabana, en Escazú, o en Lindora a las 3 pm (¡le cortan a uno todo el día!). Puede haber entrenamientos a las 8 am un sábado o domingo, o salidas de entrenamientos a las 8 o 9 pm entre semana.
No podemos contar con Kamila para ninguna actividad familiar: los cumpleaños, viajes familiares, vacaciones o cualquier actividad que uno quiera hacer. Tiene que entrenar, o tiene campeonatos, o presentaciones. Entonces nuevamente hay que acomodar horarios o interrumpir esas actividades ya sea para irla a dejar o recoger—o las dos.
Pero uno aprende a vivir con eso. Aprende que esto es lo que a ella le gusta hacer. Al día de hoy, después de 10 años de acompañar a mi hija en este viaje, nunca la he escuchado decir “Qué pereza ir a entrenar.” Eso hace que uno no pueda fallar.
Ir a los campeonatos de porrismo también es bastante cansado. Hay que estar de seis a ocho horas sentado en un gimnasio esperando a una rutina que dura dos minutos y medio. La premiación es al puro final. De verdad, esto solo lo hago porque es mi hija.
Kami tiene la gran ventaja que la mamá es médico de profesión, por lo cual, cualquier dolor, malestar o golpe que recibe en los entrenamientos—que son muchos—ella siempre la ve y la trata inmediatamente para que la lesión no se haga más grave. Al día de hoy, gracias a Dios, no ha tenido una lesión que le impida competir o estar fuera de entrenamientos por largo tiempo.
Ha valido cada hora, minuto, segundo y colón que hemos invertido en el porrismo de Kami. Le ha enseñado a ser disciplinada, constante, y fuerte tanto física como mentalmente. Le ha enseñado a alejarse de muchas situaciones que viven muchas adolescentes de su edad, pero sin dejar de lado su vida personal.
La he visto crecer como persona, como atleta, como una de las líderes de los equipos que conforma. La he visto ayudar a sus compañeras de equipo, alentarlas. La he visto llorar, enojarse, sufrir… pero sobre todo, la he visto reír, ser feliz y triunfar como deportista y como persona.
Lo único que puedo decirle a todos los padres de familia es que apoyen a sus hijos en cualquier deporte o pasión que ellos tengan, llámese aprender a tocar un instrumento, cantar, bailar, o pintar. Es muy importante no imponerles lo que a nosotros como padres nos gusta hacer, que porque a mí me gusta el fútbol, lo voy a meter a una escuela de fútbol sin tan siquiera preguntarle a él si eso es verdaderamente lo que quiere. Rompamos con los estereotipos. Si mi hija quiere jugar fútbol, que juegue fútbol; y si mi hijo quiere hacer danza, que haga danza.
No les cortemos las alas, sus sueños, sus pasiones. No veamos sus habilidades y destrezas en forma de dinero. No fomentemos que todo lo que hagan tenga que ver con ganar económicamente, ni les digamos que practicar x o y deporte o pasión es una pérdida de tiempo porque no le va a generar dinero. Al contrario, juntemos esas pasiones, esas energías y descubramos esos talentos ocultos que muchos niños y niñas tienen pero que no han podido descubrirlos.
Y si fallan en ese primer intento, no los desanimen. Continúen con el próximo hasta que encuentren eso que los llene y los haga feliz, como el porrismo ha hecho feliz a mi hija.