De cazador a protector de animales. La historia de un amante de los animales.

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Álvaro Otoya de 62 años se describe a sí mismo como “un cazador que ha sido cazado, porque en lugar de cazar yo a los animales, ellos me cazaron a mi.”

“Papá era un cazador pero no un cazador destructivo, a él le gustaba casar pero sólo casaba para comer.” Cuando el padre de Álvaro salió de la pobreza se dedicó a disfrutar de los animales salvajes y no a matarlos.// “Papá was a hunter but not a destructive hunter, he liked to hunt but he would only hunt to eat.” When Álvaro’s dad was out of poverty he started enjoying and taking care of wild animals, instead of killing them. Monica Quesada Cordero / El Colectivo 506.

Amante de los animales desde que recuerda, don Álvaro aprendió de su padre sobre la vida de la finca y a apreciar los animales del bosque. “Papá era un cazador pero no un cazador destructivo, a él le gustaba casar pero sólo casaba para comer.” Cuando el padre de Álvaro salió de la pobreza se dedicó a disfrutar de los animales salvajes y no a matarlos.

En su finca Dos Calaveras, en Río Cuarto de Grecia, Don Álvaro hospeda a 30 lapas, una pava, varios loros y pericos y dos jaguares, además de su ganado de carne y de leche y sus búfalos de agua. Don Álvaro heredó la finca de su padre, y cuando se mudó se trajo cuatro lapas que eran de su padre a las que les construyó una jaula “bien grande.” Un tiempo después el MINAET le entregó seis lapas decomisadas para que él las cuidara.

Alvaro has a big cage that is nothing but an old mesh structure with many big holes where many macaws live. The macaws have reproduced in his property and refuse to leave. // Álvaro tiene una gran jaula que no es más que una vieja estructura de malla con muchos agujeros grandes donde viven muchos guacamayos. Los guacamayos se han reproducido en su propiedad y se niegan a irse. Monica Quesada Cordero / El Colectivo 506

Poco a poco Don Álvaro fue liberando las lapas, y hoy en día esa gran jaula no es más que una estructura de malla llena de huecos. Desde entonces las lapas se reproducen en su propiedad, y no han querido irse, y el amor entre estas lapas hasta a llevado al nacimiento de híbridos entre lapa verde y lapa roja. “Ellas aquí tienen su hábitat, tienen dónde anidar, tienen comida y están seguras,” cuenta Don Álavaro. “En Costa Rica quedan pocos árboles para que las lapas aniden, si más personas les ayudaran como yo, siempre vamos a tener lapas en Costa Rica.”

Muchos otros animales salvajes, como tucanes, loras, monos, ardillas y venados, han sido huéspedes de la finca Dos Calaveras, todos entregados por sus dueños que no los pueden cuidar, o por personas que les encuentran heridos. Cuando estos animales se han recuperado, son liberados, y en su mayoría han decidido irse al bosque que rodea la finca de Don Álvaro y más allá. Sin embargo, no es de extrañar las visitas casuales de algunos de ellos, ya que saben que su protector tendrá mucho maní y frutas que regalarles.


Una versión anterior de este artículo se publicó en Nature Landings, la revista a bordo de Nature Air.

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