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jueves, noviembre 7, 2024

¿Es el periodismo obsesión o adicción en los jubilados?

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Nivaria Perera
Nivaria Perera
Periodista jubilada, inquieta. Actualmente integra un grupo de periodistas veteranos emprendedores que editaron el periódico virtual 24. Cr y a la Revista Visión.CR a salir en junio. Es colaboradora de la Biblioteca Nacional, donde ha impartido e impartirá cursos de creación literaria y de lectura. // Retired journalist who is always up to something. She is currently a member of a group of enterprising veteran journalists who edited the virtual newspaper 24.Cr and the Revista Visión.CR to be published in June. She collaborates with the National Library, where she has taught and will teach courses on literary creation and reading.

“Existe tanta diferencia 

entre las cabezas

 como entre los paladares”

-Baruch Spinoza

Dirigí la pregunta a unos cuantos colegas jubilados y me respondieron con rapidez. Otros se tomaron su tiempo para dar una respuesta, pero, en todos los casos, noté un interés rotundo de mantenerse “en el ajo”, como dicen los españoles. Es decir, con un pie en el estribo sin necesidad de montar del todo el caballo de la vida periodística.

La salud mental ha ganado relevancia en la escena nacional, con mayor razón luego de dos años de pandemia. Afrontar el confinamiento, el sentimiento de amenaza, la desconfianza para con las otras burbujas, la zozobra por el desempleo, etc., han sido, con otras más, razones de sobra para preguntar por nuestra vida mental.

Algunos profesionales, al final de su vida laboral, se sienten incapaces de alejarse de sus trabajos—ya no por el amor que le profesaron, sino porque no pueden concebirse en una situación distinta. ¿Acaso es una mera dificultad personal para aceptar que su vida laboral ha concluido, será una obsesión o una adicción? ¿Acaso la dificultad significa un problema mental para quienes la experimenten? Parece que los periodistas son un buen caso.

Hago mías las palabras de un querido profesor cuando le hablaba del tema: “En cuanto al periodismo, si es una adicción o una obsesión, la disyuntiva tiene un problema. Es que ambas opciones apuntan a un ‘problema’ mental… y no creo que eso sea así, porque, entonces, todas las profesiones competirían a ver cuál tiene más problemas mentales”.

Las redes sociales, los blogs, la proliferación de medios de comunicación virtuales han hecho que muchos colegas de la segunda generación de comunicadores, que ya están o estamos jubilados, retornemos a ejercer parcial o totalmente el periodismo. Sí, un nuevo impulso para incursionar en el quehacer al que se le dedicó muchos años en condiciones muy estresantes y avasalladoras con un horario fijo. No obstante, los desafíos siguen ahí.

Esta generación, que le llamo la segunda, sucede a la vieja guardia (1945-1970) cuando aparecieron los periodistas universitarios que engrosaron las filas del Colegio de Periodistas de Costa Rica y el Sindicato Nacional de Periodistas.

Le consulté a Eduardo porqué estaba escribiendo nuevamente de política en un medio virtual impulsado por cinco periodistas que peinan canas. Me reveló que su vida de jubilado sin las presiones de crianza de los hijos—estos ya profesionales—y gozando él de una vida satisfactoria y con el tiempo para hacer lo que más le ilusiona, periodismo, le hizo volver a sentarse escribir.

Otro fenómeno circunda al gremio. Me dijo una colega que combinó su vida entre los guiones de televisión y las clases universitarias a las nuevas generaciones, “ya las aulas universitarias están invadidas por profesores jóvenes llenos de energía y conocimientos de última generación. Hay que darles campo a otros, la vida profesional debe nutrirse de cambios de relevos”. Hoy ella se dedica a cuidar su arsenal de plantas, suculentas, tan de moda y a disfrutar a sus nietos infantes.

Es válida su determinación, una sabia decisión, como la de Eduardo y otros más.

Uno de los desafíos ha sido enfrentarse a las tecnologías, sobre todo, las más recientes, las más inmediatas y abundantes. No son un reto insalvable. En mi caso, me lancé a su uso y sus secretos fueron develándose, como cuando aprendí a nadar en la parte honda de la piscina bajo el cuidado de mi hermano Harold. Dos atrevidos, un adolescente y una niña de escasos 7 años, desafiando la profundidad de la piscina del Balneario de Patarrá.

Los maravillosos artilugios tecnológicos de comunicación han acelerado la creación y divulgación de textos. El acceso es inmediato y directo a archivos de textos, audios, e imágenes para elaborar entrevistas y páginas de consultas temáticas para enriquecer los temas o hacer consultas. Además, tenemos al alcance de una tecla las redes sociales para estar conectada con el mundo.

La jubilación es sinónimo de un replanteamiento de la vida personal, familiar y social. Significa otra forma de vivir, cuando ya las preocupaciones financieras y demás presentan un cariz distinto. El vértigo de los primeros años profesionales, con sus ansiedades y angustias, en combinaciones ad hoc de estudios y trabajo, ya quedaron atrás.

Hoy, me dijo otro colega que, desde su primer día en Noticias Monumental, allá por los años 70, no ha parado su actividad periodística: “No me veo inquieto o como soy, sentado viendo televisión todas las tardes y noches o combinando la pantalla chica con la lectura. Esas largas jornadas de trabajo, solo gastaron mis zapatos, pero no mis neuronas.

“Nunca”, me revela con una gran sonrisa, “nada ni nadie me hizo sentir tan vivo como hacer, ayer y hoy, lo que me atrae ferozmente.

“No y no”, me repite con vehemencia. “La vida social ha cambiado tanto que ya no está ni la Soda Palace ni Manolo’s, ni la soda en la Asamblea Legislativa para irse a tomar un café con algún colega y comentar los últimos acontecimientos nacionales. Por eso escribo mis análisis, mis crónicas, noticias y mini reportajes en redes sociales.”

“Estas ventanas cibernéticas me han abierto una oportunidad enorme”, agrega. “Mis posteos en Facebook y en otras redes sociales en grupos de colegas, comunales o históricos son mi proyección periodística, mi aporte a las nuevas generaciones, mi análisis de los hechos de la sociedad son mi pasión, el periodismo en esencia. La experiencia cuenta al hablar, al expresar opinión y al escribir, no me hizo un ser ni obsesivo ni adictivo. Soy un periodista y esa es mi pasión”.

Definitivamente, la consulta me llevó a concluir que el hilo de todas las respuestas es la inquietud, la responsabilidad ante los avatares de la sociedad y a dar el granito de arena para sustentarla.

Mi apreciación es que el periodismo es una profesión con un cometido de aportar una visión de mundo profunda, conocedora y llena espíritu patrio y sobre todo con una visión de conjunto que hace que escribir una noticia, editorializar, crear un reportaje, mantener una columna no es “pan comido”. Es un despliegue de todas las técnicas periodísticas con conocimiento, estudio y experiencias aplicadas rigurosamente con madurez en un horario menos demandante proporcionado por la mejor amiga, la virtualidad.

Así la satisfacción de hacer lo que les gusta ha llevado a otros a manejar su pluma ya no en el campo del periodismo, pero sí en la escritura creativa con novelas, cuentos, ensayos y hasta poesía. No significa que salieron de un medio y al siguiente día tenían su libro. No, por algún tiempo han sintetizado ideas, releído libros, sus crónicas, columnas y reportajes y han sacado de los cajones las experiencias de hechos, de personajes de toda índole: políticos, militares, hombres y mujeres del diario vivir, vendedores de chances, de periódicos, de empanadas callejeras, barberos y muchos otros entrevistados nacionales e internacionales para dar vida a los personajes de las novelas o cuentos y poesías que hoy disfrutamos en trabajos literarios excelentes.

Si es una obsesión o adicción, es un asunto que solamente un profesional en salud mental puede decirlo, pero, el interés por ser parte de la actualidad y contribuir, en algún grado a ello, no tiene que pasar por una disfunción mental que requiere intervención.

Sigue ahí el picor por la palabra escrita, por la sabrosura de externar criterios fundados. Es afecto, reverencia y hasta cariño y amor a la comunicación, a la palabra oportuna, que permite dar una visión clara en un mundo hambriento de autonomía, identidad, armonía y concordia para favorecer a consolidar una sociedad sólida en principios, diluyendo los desafíos y reafirmando oportunidades para todos sus miembros.

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