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sábado, diciembre 21, 2024

La cisnorma es un círculo y yo soy una estrella

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Jimena Viquez
Jimena Viquez
Jimena es estudiante de la Maestría académica de Antropología. Se identifica como persona no binaria, demisexual y ahora experimentando con el poliamor. Le interesa el estudio del fenómeno urbano, específicamente del arte que vibra y retumba en San José. Actualmente es asistente de administración en DJLAB S.A. En los últimos años se ha enfocado en trabajar emocionalmente con asistencia psicológica su ansiedad, permitiéndole conocerse y tratarse con mayor cariño y delicadeza a si misme. / Jimena is a student of the academic Master of Anthropology. She identifies as non-binary, demisexual and now she's experimenting with poly-love. She is interested in the study of the urban phenomenon, specifically the art that vibrates and reverberates in San José. She is currently an administrative assistant at DJLAB S.A. In recent years she has focused on working emotionally with psychological assistance on her anxiety, allowing her to know herself and treat herself with greater affection and delicacy.

La desgracia en contexto

Ese día estaba feliz. Llegué al salón con una idea muy clara en la mente, quería verme diferente, extrañe, alienígene: con el pelo verde. Me senté y quién me atendió no era la misma persona de siempre. No, era otra chica, con la que hablé por al menos 15 minutos para explicarle de cierta forma esta visión que había en mi cabeza. Puso el químico y esperamos dos horas.

Una vez que terminamos, el color amarillo me hizo parecer una versión deformada del Justin Bieber en los 2000. Me enojé, porque este era el único tono que pedí específicamente no tener. Pero ¿qué podía hacer?, definitivamente no quería iniciar una lucha que implicara explicarle a esta completa desconocida por qué su trabajo me hacía sentir horrible.

La estilista me volteo y me dijo: “así te ves más femenina”.

Yo, ofendidísima, solo la miré perpleja y me callé el grito: ¿Quién le dijo que yo me quería ver femenina? ¿Por qué usted quiere que yo me vea femenina? Yo quiero ser un alien.

Pero ella y yo no nos conocíamos, y no nos vamos a conocer lo suficiente para que yo tenga que explicarle que me identifico como una persona no binaria; en muchos espacios demigirl; en los círculos feministas cuerpo menstruante, cuerpo gestante; y cuando estoy comiendo pizza sole en mi casa, soy simplemente Jimena. El género es un tema que no me importa en lo más absoluto, porque el género de cada quién es para sí misme, no para que el mundo esté hablando al respecto en chismes y suposiciones hechas desde una empatía basada en la cisnorma, la que está bien, disfrútela si se sienten cómodos con el género que se les asignó al nacer, pero no intenten imponérsela a mí cuerpo porque no calza. La cisnorma es un círculo y yo soy una estrella.

Sí mami, me gustan los unicornios

Por muchos motivos, hemos crecido bajo la creencia de que podemos meternos a opinar sobre el cuerpo de les otres: le ponemos hombre, mujer, trans. ¿Con qué fin? Si te encontrás un alien en la calle, no le ves el pecho para ver si tiene senos. Le preguntas con amabilidad como le gusta que le llamen.

¿Por qué ahora que le digo a mi mamá que no me identifico como mujer me dice que no me conoce?, si soy la misma, sí, la mismA con la “a” de siempre. Porque no quiero que ella cambie la forma en la que me habla, porque al final soy Jimena y siempre he existido igual, la única diferencia es que ya no me siento débil porque acepto que amo los unicornios. Los unicornios, algo que me habían dicho es femenino, pero ahora son símbolo de diversidad.

Mi hermano me quería regalar vestidos, porque para él me vería bien. ¿Qué es verse bien? ¿Bien para quién? ¿Verse bien según qué norma? Él usa sacos dos tallas más grandes de la talla que debería comprar, yo pienso que se le ven terrible. Pero mi mamá me dice en susurros “a él le gusta, no diga nada”. Y luego me dice que estoy desarreglada, que no me veo como señorita.

Es que conocer el cuerpo propio, el género, la orientación sexual, la expresión de género, todos estos términos que no son cotidianos, no es fácil. Implica un proceso de investigación para comprender quienes somos. Algunos nunca terminamos este proceso, pero eso no es un problema, porque seguimos existiendo y existir es sinónimo de cambio, de expansión.

A veces nada, a veces mujer, siempre feminista

Cortesía Jimena Viquez / El Colectivo 506

Las personas no nacemos mujeres y hombres. Nacemos con cromosomas XX, XY y un 7% de la población global, con alguna combinación distinta, a la que solemos encajar dentro del término intersexual. Esto no es algo despreciable. Si menos del 2% de la población global es peliroja, y vos conoces al menos una persona peliroja, imagínate cuantas personas intersexuales conoces.

Por otro lado, el término mujer o el término hombre, son constructos identitarios, culturales, que responden a una aglomeración de factores históricos, socioculturales, incluso económicos, a los que algunes como yo, no se sienten adscrites.

Imaginate que a vos no te gusta el fútbol tico, no lo seguís, escuchas de vez en cuando un partido en la radio del carro, pero no pasas de ahí. A pesar de esto, te encantaba meterte en las mejengas de la escuela y el colegio; además, le tenés cariño a los mundiales, aunque secretamente no ibas con Costa Rica, sino con España desde el inicio, y al principio te comiste los partidos en la soda del cole para hangear con tus amigues, pero luego viste que podías dirigir algunas apuestas y le entraste con todo tu amor a las estadísticas y a los gritos apasionados.

Ahora Pedro viene, un día cualquiera y te pregunta: ¿De qué equipo sos? Vos te quedás con el cuerpo tieso, porque no hay respuesta. Decidís irte por el camino honesto y le decís que no sos de ningún equipo. Entonces Pedro te va a decir: “es vara”, porque él te ha visto saboreando el mundial, porque él te ha visto embarrándote de barro en las mejengas. Pero esa es la verdad, la única verdad: no te cuadra ningún equipo, pero si te obligan a escoger uno le vas a España, porque se sintió glorioso verla ganar en ese mundial, el de 2010.

Yo soy tan mujer como vos sos español en mi ejemplo. Porque para mí, los actos de sororidad se sienten como España ganando, cuando todo el mundo le apostó en contra y yo le aposté a favor. Marchar en la calle con mis hermanas o bailar con los ojos cerrados esperando a que Jensen decida salir del auditorio me ha hecho sentir poderosa, querida, respaldada. Pero cuando no hay mundial vuelvo a la nada, y estoy feliz, existiendo en la nada. Ser solo Jimena me gusta mucho. Yo, Jimena, soy una persona no binaria.

El problema últimamente se me da porque mis actos de sororidad son cada vez más frecuentes. Siempre hay una hermana a la que están amenazando, despreciando, obviando su existencia, comparándola con un objeto porque decidió salir a la calle sintiéndose bonita en su cuerpo, porque escogió ponerse un vestido que sí se veía bonita para ella y solo para ella. ¿Pueden ver el tema en común? ¿Pueden entender a quienes sí hay derecho a criticar y a quienes no?

En simples palabras: aunque no soy nada, soy mujer en lo político, soy de la cuarta oleada, igual que los chicos y las chicas trans, igual que les otres categorías no binarias, con las que llenamos el abecedario. Porque el sujeto político del feminismo no se está destruyendo, se está expandiendo. Es un momento sui generis donde en nuestro interior cada une de nosotres se da cuenta del saco en donde lo metió el patriarcado, en su intención de discriminarnos, y se dá cuenta que no quiere tener una existencia tan simple, tan básica y corriente. Nos damos cuenta que somos criaturas fántasticas, que aunque posean cromosomas con simples combinaciones, en nuestras cabezas somos complejos unicornios, con colores únicos, que tal vez pueden agruparse en cálidos y fríos, pero con tonos irrepetibles.

Volvamos al color de mi cabello

Si todavía no han encontrado el sentido de esta columna, aquí está, honesto como que desde el día uno le aposté a España: No se metan con mi cuerpo. Si quiero el pelo verde me lo tiñen verde, no amarillo. Mi cuerpo y yo somos uno, y nos gusta comer pizza en el sillón, sin molestar a nadie, solo existiendo y disfrutando el queso sobre el pan. No tenemos que encajar en el estereotipo.

Si le parece que estoy enojada: por supuesto que estoy enojada. Mi pelo no es verde como lo quería, es dorado. Tengo que luchar por existir dentro de un sistema patriarcal, tengo que convertirme en mujer como Bruce Wayne en murciélago, cuando en realidad solo quiero estar leyendo algún libro de teoría en el sillón, comiendo pizza, con mi pelo verde.

Si alguién quiere sacar algo que sea verdaderamente valioso de estas palabras: pará de opinar sobre el cuerpo de los demás. Las mujeres, los cuerpos trans y los cuerpos no binaries no son asunto de nadie más que de sus propios dueños. Y sí, cualquier persona que vaya a meter su mano en ellos, ya sea un médico o un estilista, también tiene que entender esto: No podemos tomar decisiones sobre otro cuerpo sin permiso de la persona. Si ves ese cuerpo y no sabés qué pronombre usar, no te lo inventés de la nada, pregúntale, porque puede ser igual que yo, y que le de igual que le digan ella, pero también puede ser como otres valientes que sólo usan elle y son magnifiques.

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