“La respuesta está en las zonas azules”, lee un comentario a una historia de Instagram que publicamos en El Colectivo 506 recientemente preguntando sobre el secreto para envejecer saludablemente. ¿Será cierto?
Desde el año 2007 cuando la Península de Nicoya fue incluída en la lista de zonas azules del mundo, muchas personas han realizado estudios para encontrar esa respuesta. El famoso periodista norteamericano Dan Buettner, quien encapsuló esos primeros descubrimientos en una serie de publicaciones para National Geographic y luego en su libro The Blue Zones, dice que el secretos de los nicoyanos longevos en la parte alimenticia incluye tomar agua con alto contenido de calcio, comer una cena liviana, tortillas y frijoles.
Pero, ¿será eso todo lo que hay que hacer?
La respuesta corta es no. Aunque las tortillas y los frijoles son parte del secreto nutricional que permitió un envejecimiento saludable en los nicoyanos que hoy gozan de más de 90 años de vida, hay otro elemento muy simple que hemos dejado de lado, y que ha empezado a mostrar un deterioro en la salud de todas y todos los costarricenses. Y para demostrarlo, muchos especialistas continúan investigando.
Uno de esos esfuerzos es una serie de proyectos de investigación liderados por la Universidad de Costa Rica (UCR) en la Espacio de Estudios Avanzados de la UCR (UCREA) donde especialistas en nutrición, microbiología, demografía, trabajo social, tecnología de alimentos, entre otros, están investigando para entender a través de la convergencia de todas estas disciplinas, qué podemos traer de la nutrición y la cotidianidad de estas personas longevas a nuestra vida diaria para envejecer más saludablemente.
Los hallazgos de este estudio aún no han sido formalizados, pero ya apuntan a que lo que hay que hacer a nivel nutricional puede verse como un “viejo conocido”.
Salud y nutrición en Costa Rica
“El sobrepeso y la obesidad son el sexto factor principal de riesgo de defunción en el mundo”, dice la Organización Mundial de la Salud (OMS). ¿Por qué? Porque la mala alimentación que conlleva a tener sobrepeso u obesidad tiene una consecuencia directa: el desarrollo de múltiples enfermedades crónicas no transmisibles que no sólo causan la muerte, sino también vidas y envejecimientos enfermos. ¿Cuáles enfermedades? Muchas, por ejemplo diabetes, enfermedades cardiovasculares y cáncer.
La realidad de Costa Rica no es diferente a lo que la OMS dice para el mundo en general. En el 2016, según la OMS, el 39% de los adultos mayores de 18 años tienen sobrepeso y el 13% son obesos. En Costa Rica, según la última Encuesta Nacional de Nutrición realizada en el 2008, las mujeres de 20 a 64 años de edad presentan sobrepeso en un 35,3% y obesidad en un 31,3%, y los hombres en ese mismo rango de edad tienen sobrepeso en un 43,5% y obesidad en un 18,9%.
Según explica Georgina Gómez Salas, nutricionista e investigadora del proyecto de investigación interdisciplinario de UCREA, estos resultados son viejos, pero ya mostraban una tendencia. Y el problema es que se ha comprobado que la obesidad tiene un efecto directo en la esperanza de vida de las personas. En el 2014, el National Institute of Health de los Estados Unidos reportó que la obesidad puede acortar la esperanza de vida hasta en 14 años.
La alimentación del presente en Costa Rica: rápido y homogéneo
Entre el 2014 y el 2016 se realizó un Estudio Latinoamerica de Nutrición y Salud (ELANS) en zonas urbanas de ocho países latinoamericanos, incluyendo Costa Rica. Este estudio nace de la necesidad de entender los altos índices de obesidad en Latinoamérica y reveló hechos importantes sobre cómo se alimentan los costarricenses en las zonas urbanas.
Parte de los análisis de ELANS revelan que la alimentación de los costarricenses “se caracteriza por un alto consumo de café, panes, arroz blanco y bebidas con azúcar, y un consumo insuficiente de leguminosas, frutas, vegetales y pescados”. Algunas de las recomendaciones para atender esta realidad son mejorar la educación nutricional de los costarricense para saber cómo seleccionar los alimentos, pero además se debe asegurar accesibilidad y disponibilidad de los mismos.
También, según la investigación, los costarricenses en zonas urbanas consumen diariamente al menos cinco de los nueve grupos alimenticios establecidos por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (conocida como FAO). Sin embargo, el consumo de algunos de esos grupos, como las frutas y verduras, no llega ni a la mitad de la cantidad diaria recomendada. Además, el estudio observó “una relación inversa entre la diversidad de la dieta y las condiciones de exceso de peso, obesidad abdominal y obesidad cervical”.
Otra característica interesante de los hábitos alimenticios de la Costa Rica urbana es que el consumo de frijoles y leguminosas es el más alto de los ocho países estudiados. Este es un grupo de alimentos conocido por sus efectos beneficiosos en la salud.
Además, a nivel regional el estudio determinó que apenas el 3.5% de las personas entrevistadas comía suficientes semillas, granos enteros (o integrales), pescado y yogurt.
Entonces, ¿cómo es la alimentación de los costarricenses hoy? Sin una encuesta nacional de nutrición actualizada, no se puede asegurar nada, pero estudios como el ELANS muestran que es muy probable que los ticos y las ticas comen de manera poco diversa y están aumentando de peso. Eso sólo puede tener consecuencias negativas en su salud y en su envejecimiento.
¿Cómo se compara la alimentación de la Costa Rica de hoy con la de las personas longevas de Nicoya?
“Era una alimentación más natural, ahora comemos alimentos más procesados”, dice Georgina.
La alimentación del pasado en Costa Rica: el solar
Romano González Arce es nutricionista con una maestría en antropología y es otro de los investigadores del proyecto interdisciplinario de la UCR. En sus investigaciones, se ha dedicado a entender y conocer más sobre los hábitos alimenticios de los costarricenses a través de la historia, con especial interés en la península de Nicoya.
“Había que estudiar más allá del presente”, dice Romano. “La dieta de hoy podría ser diferente a la de 50 o 70 años atrás”.
“Nicoya, una geografía cultural” es un estudio realizado por el geógrafo Philip Wagner. En él, Wagner describe con detalle los solares de las casas nicoyanas en la década de 1950, es decir, los patios alrededor de la casa donde había gran diversidad de alimentos.
“El solar, el huerto tropical tradicional, es un bosque en miniatura”, dice Romano. El acceso a ese bosque nutricional marca una diferencia entre los hábitos y realidades alimenticias de nuestra población en los últimos 70 años. Romano explica que este tipo de patio extendido con gran cantidad de productos alimenticios no era propio de Nicoya, sino que se conoce en muchos lugares de Costa Rica y América. Agrega que es una herencia de nuestra ascendencia indígena y que aún se puede observar en muchas comunidades indígenas del país. No así en la gran mayoría de nuestros hogares.
“Ya no hay cercas vivas. Ya no hay solares, ahora son a la usanza gringa, con zacate y flores, o son monocultivo”, dice Romano.
Cuando Wagner describe los solares, la lista de alimentos cultivados allí es larga: yuca, tiquisque, ñampí, ñame, camote, ayotes, pipián, calabaza, cohombro, paste, chayote, sandía, melón, pepino, plátanos, bananos (como el cuadrado, manzano y guayabo), guineos, chiles dulce y picante, quelite o chicasquil, y gran cantidad de árboles frutales como guácimo, jícaro, guayaba, anono, marañón, papaya, zapotes, nísperos, aguacate, carao. Muchos de estos nombres y productos ya han sido olvidados por generaciones más jóvenes.
Además, hay que agregar que estos bosques nutricionales también tenían fauna: gallinas y cerdos eran muy comunes, también había pavos y patos, y cultivaban miel de abejas nativas sin aguijón que mantenían cerca de las casas.
Es así como la mesa de los nicoyanos se caracterizaba por la diversidad de alimentos. Pero también por una base que conservamos hoy en día en todo Costa Rica.
“Lo que era estándar era el maíz en forma de tortilla, arroz, frijoles, alguna carne que pudo haber sido fresca o seca sobre el fogón, pero no en grandes cantidades”, dice Romano. “Le acompañaban de lo que encontrarán haya [en el solar] de temporada”.
“No había una preocupación por alimentarse bien, pero todo lo que había estaba bien”, agrega. “La variedad y la cantidad no era preocupación. Había una constancia en el término de abastecimiento de nutrientes”.
Romano tenía la misión de realizar entrevistas que le permitieran estudiar más a fondo los hábitos alimenticios de la población longeva nicoyana, pero en su pasado: ¿qué comían cuando eran niños, jóvenes, personas adultas? Pero la pandemia por COVID-19 no lo permitió. Sin embargo, la investigación bibliográfica realizada le ha permitido generar muchas hipótesis.
“Hay un salto en términos de la dieta probablemente ligado a la deforestación, que hay que estudiarlo”, es una de sus teorías. Pero agrega que “esta investigación tiene que hacer la misma exploración con los nietos o bisnietos de los centenarios”.
“Todo el mundo sabe que [la alimentación] no es lo mismo, pero hay que evidenciarlo”, dice. “En Costa Rica hay que hacer exploración de los viejos con los jóvenes [de Nicoya], que en teoría tienen los mismos genes.”
“Si hay un componente genético muy fuerte, pero los genes se cuidan”, dice Romano. “En todas partes, jóvenes y adultos saben que están comiendo mal y lo siguen haciendo”.
Entonces, ¿qué debo comer para envejecer saludablemente?
La respuesta más simple es: diversidad.
“Diversidad de la dieta,”, dice Georgina, “porque en la medida en que más alimentos involucramos más nos aseguramos que estamos cumpliendo con los requerimientos [nutricionales]”. Ella también agrega que es importante comer las porciones adecuadas para evitar el sobrepeso.
“La dieta tiene que ser variada todos los días”.
¿Cómo logro diversidad alimenticia? Georgina recomienda, además de los alimentos que estamos acostumbradas a consumir—como arroz, frijoles, carne roja y blanca, productos lácteos, huevos—aumentar el consumo de frutas y vegetales, estar pendientes de comer hojas verdes como espinaca, vegetales anaranjados como ayote, y hacer un esfuerzo por incluir semillas y cereales integrales, como arroz integral, galletas integrales, al mismo tiempo que se eliminan las harinas blancas en productos que están llenos de azúcar.
“Que ese pan no sea el de todos los días”.
Pero el consejo no es sólo de Georgina. Son muchos los estudios que han demostrado que de esa forma se puede aumentar la posibilidad no sólo de ingerir la cantidad correcta de nutrientes que nuestro organismo necesita, sino también aumentar la cantidad de antioxidantes, disminuir el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y otras enfermedades como la diabetes.
Es así como las personas longevas de Nicoya si tuvieron la respuesta a la pregunta de qué comer para envejecer saludablemente, el peligro es que, al igual que la gran mayoría de los costarricenses, ya no la estén haciendo.
“El estilo de vida que ya tienen las generaciones más nuevas no les garantiza que por vivir en Nicoya van a vivir 100 años”, dice Georgina. “El estilo de vida ha cambiado, el consumo de alimentos ha cambiado. Lo ves en la clínica en la condición física de las personas. Ya no son tan saludables como para prever una buena vejez”.