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domingo, noviembre 24, 2024

Ritmo, diversidad, colaboración: aprender a ser resiliente mientras cultivamos un huerto

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Santiago Moringa
Santiago Moringa
Santiago es el fundador de Molinos Verdes de Moringa y la Red de Huertos Urbanos de Costa Rica. Profundamente comprometido con la naturaleza, con el respeto de toda forma de vida y con el crecimiento colectivo, justo y regenerativo en el planeta. / Santiago is the founder of Molinos Verdes de Moringa and the Network of Urban Gardens of Costa Rica. Deeply committed to nature, to respect for all forms of life, and to collective, fair and regenerative growth on the planet.

Muchas personas piensan que al iniciar un huerto, van a poder producir muchas verduras y frutas en su jardín o en su finca. También, ven vídeos en Internet, o revisan libros con ilustraciones y fotografías muy bonitas y piensan que es fácil tener algo similar.

La experiencia me ha enseñado algo diferente.

La única forma que veo para producir, no sólo nuestros propios alimentos, sino también ecosistemas que proveen refugio, salud y alimento para todo tipo de vida, es trabajar en comunidad. Una persona se encarga del maíz, los ayotes, los frijoles, mientras otra persona tiene tomates, yuca, albahaca. Cuando se cosecha, se celebra y se comparte. La mayoría de plantas van a producir tanto, que más bien habrá que inventarse formas creativas de conservar los alimentos o distribuirlos a más personas.

Las experiencias que he vivido y visto de huertos en casa, más que ahorrarnos un par de billetes al mes, me han enseñado sobre la interdependencia, no solo con otros humanos sino también con la naturaleza.

Aprendiendo junto a las plantas

Junto a las plantas he aprendido a reconocer y valorar los ritmos.

En la naturaleza, tanto plantas como insectos y animales tienen diferentes ritmos. Hay plantas como el culantro que produce muy rápido y se puede disfrutar de una vez, sin ni siquiera cocinar. Hay árboles que duran tantos años en producir, qué tal vez apenas podríamos verlos florecer en nuestras vidas, si los sembramos de semilla.

En la vida hay algunas recompensas y regalos que encontramos rápido y frecuente; hay otras que tal vez solo experimentemos una vez en la vida, o apenas nos de chance de disfrutar de una porción de lo que sería su disfrute total. Estos ritmos tienen una razón. Si lo que va lento se apura, pierde calidad o se volatiliza. Si lo que va rápido se ralentiza, se estanca o se apaga.

También he aprendido sobre la importancia de la diversidad.

Santiago (de rojo) imparte un taller sobre huertas familiares. Cortesía Santiago Moringa / El Colectivo 506

En un huerto, los insectos que andan por ahí volando tienen algunos sentidos muy desarrollados. Si tenemos solo un tipo de planta sembrada, por ejemplo mucha lechuga, cuando el insecto vaya sobrevolando va a reconocer que justo en ese lugar podría tener un festín y empezar a reproducirse fácilmente. Así es como empiezan las plagas y problemas en las plantas.

Si vamos al bosque y observamos a nuestro alrededor, hay muchísimas plantas de diferentes tamaños, colores, olores. Algunas están bajo tierra, otras se extienden alto, otras se arrastran por el suelo. Está diversidad es la que a su vez alimenta y reproduce, mientras que regula y distribuye. Entre menos diversidad, más frágil se vuelve el sistema. Un incendio podría quemar muchos árboles similares. Una tormenta podría botar plantas altas fácilmente.

La diversidad entre personas es muy importante para tener mayor resiliencia. Una sociedad que busca homogeneidad, se parece más a un desierto helado:tal vez sobreviven algunos fuertes, pero hay mucha soledad. Cuando recibimos la diversidad nos parecemos más a una jungla, que puede mantener muchísima vida con muchísima abundancia.

Y las dos enseñanzas anteriores se juntan en esta tercera: la importancia de la colaboración.

En la naturaleza todos los elementos se están apoyando, autorregulando y regulando entre ellos. En los grandes bosques los árboles de la orilla le avisan al resto cuando hay insectos que vienen a comerlos, para que generen más sustancias repelentes o tóxicas. Los insectos logran comer, pero no todo el bosque ni todas las hojas de los árboles, sino lo suficiente. En lugares donde hay alguna deficiencia de nutrientes, los hongos que están bajo tierra se conectan y comunican entre plantas para ofrecer canales por los cuales traen esos elementos que hacen falta, de un lado al otro y sosteniendo así el resto del ecosistema que los protegen, les dan agua y sombra.

Desde un principio sabía que la comunidad y la colaboración eran importantes, pero al ver ejemplos en la naturaleza una y otra vez me queda claro que colaborar no es importante nada más, es indispensable.

Esa enseñanza se traduce a nuestros huertos, a nuestros cultivos, pero sobre todo a las personas. Las personas debemos conectar con nuestra comunidad, y si no nos sentimos bien pues hay que buscar una nueva comunidad. No nacimos en un mundo con siete mil millones de personas para hacer las cosas solos. Además, cuando empezamos a entender las realidades de otras personas nos podemos dar cuenta lo importante que son nuestros actos. Y a la vez podemos encontrar una gran oportunidad de contribuir con otros.

Santiago imparte un taller para estudiantes universitarios en el proyecto Fultierra en San José. Cortesía Santiago Moringa / El Colectivo 506

¿Por dónde empezar? Huertos en nuestras vidas

Antes de empezar con un huerto, mi recomendación es empezar a hacer compostaje en su hogar.

Muchas personas hablan del reciclaje, pero la verdad es que muy poco material realmente termina reciclado, y necesita miles de kilómetros de viaje y mucha energía para ser reciclado.

Compostar nos enfrenta a darnos cuenta de la cantidad de comida que desperdiciamos. Además, los desechos orgánicos pueden representar hasta un 60% de nuestra basura. Al convertir estos desechos en abono orgánico no solo eliminamos un problema de manejo de residuos en los botaderos, sino que creamos una oportunidad de fertilidad para nuestro jardín o el de nuestros vecinos.

Hace seis años empecé a usar un baño seco, el cual es un sistema que no usa agua y que convierte la caca en abono orgánico, sin contaminar la tierra, ni las fuentes de agua, mediante un proceso de compostaje. No será un sistema apto para cualquier persona, tanto por espacio como por un tema cultural. Pero debo contarles que en estos seis años he ahorrado suficiente agua para brindarle a 20 personas al menos un litro de agua potable, todos los días por 10 años.

Mi siguiente consejo es: busquen esa comunidad que les hace sentir bien.

Encuentro de miembros del grupo Huertos Urbanos de Costa Rica antes de la pandemia. Cortesía Santiago Moringa / El Colectivo 506

Cuando fundamos la Red de Huertos Urbanos de Costa Rica, yo ya había experimentado una vida y espacios en comunidad donde la diversidad era valorada, donde había abundancia, tiempo libre para disfrutar de las personas y actividades que nos hacen felices. Sabía que esto no era un sueño, ni algo demasiado volado. Sabía que podíamos empezar a unirnos más, conocernos, ayudarnos y ser más felices y saludables, junto a los demás tipos de vida.

Yo no creo que en el mundo haya principalmente maldad, ni siquiera malas intenciones. Hay personas sufriendo, haciendo lo mejor para seguir adelante. Por eso, para mí, cada vez que encuentro algo que me hace daño, busco la forma de transformarlo para que más bien ayude a sanar.

Con esa filosofía, en el año 2014, decidí hacer una pequeña trampa. Una positiva. Escogí un nombre simple, que apelara a algo más técnico y fácil de entender: “Red de Huertos Urbanos”, además aprovechando el auge de ese tema en esos años.

Hay trampas que nos hacen caer, pero esta “trampa” fue diseñada desde un principio para ayudarnos a crecer. Lo que empezó como una reunión de unas 70 personas se convirtió en más de 9.500 personas con ecosistemas productivos a lo largo y ancho del país. Pero no sólo es eso. Somos una familia de personas que intercambian conocimientos, plantas, semillas. Sin dudar se visitan, se dan apoyo, se acompañan.

A veces pensamos que nuestros sueños e ideales, esos experimentos que queremos probar, son absurdos, que jamás funcionarían o que a pocos les interesarían. ¡Dejen esas dudas atrás! Este mundo de respeto, empatía y abundancia, sólo lo logramos uniendo todos los regalos que cada uno tiene. Si aún tienen el suyo escondido, les aseguro que hay miles de personas esperándoles.

Yo soy una de ellas.


Si quiere ser parte de la La Red de Huertos Urbanos de Costa Rica en Facebook, puede ingresar a través de este vínculo.

Santiago (centro con sombrero) imparte un taller a estudiantes de intercambio universitario. Cortesía Santiago Moringa / El Colectivo 506

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