Cuando Silvia Chaves, abogada ambientalista, fundadora y CEO de Grupo Florex, escuchó sobre la Certificación B (B Corps) unos siete años atrás, quedó intrigada.
“Nos identificó la integralidad de lo que se estaba planteando porque ya no hablaban sólo de tema ambiental, pero lo incluían que para nosotros es súper importante, sino de los temas sociales y financieros”, cuenta Silvia. “Nos inspiró mucho la historia y ver qué tipo de empresas estaban ingresando al movimiento”.
Para Silvia, el proceso de evaluación que exige certificarse como Empresa B es muy enriquecedor, porque inicia con un proceso de autoevaluación que permite a las empresas entender qué están haciendo bien y en qué áreas y acciones específicas pueden mejorar.
En el 2017, cuando Grupo Florex logra certificarse como B Corp, lo hace después de 8 meses de trabajo. Sin embargo, Silvia explica que ese trabajo ya estaba avanzado, por ser una empresa que desde su fundación implementa sistemas de gestión ambiental. Además, realiza mediciones del impacto no sólo de la producción, sino del uso de los productos que pone en el mercado.
Aún así, el proceso no fue fácil.
“La otra cara de la moneda es que [la evaluación] era dura, por ser tan completa, tan integral, por ser una herramienta que estaba diseñada para empresas y organizaciones en Estados Unidos”, cuenta Silvia.
Uno de los procesos más complejos para Grupo Florex y las otras empresas costarricenses pioneras que empezaron a unirse al movimiento fue “dilucidar”, según dice Silvia, cómo se puede incorporar la información que se genera en realidad empresarial y gubernamental en nuestro país a lo que solicita la herramienta de evaluación. En ese aprendizaje se han visto obligados a dejar por fuera procesos y logros por no tener pruebas que sean aceptadas por la contraparte del B Lab, la organización global que supervisa la certificación de las empresas.
Grupo Florex ya ha pasado por el proceso de evaluación, donde el puntaje mínimo para certificación es un 80, dos veces. En la primera evaluación, obtuvo un puntaje de 86,8; en la última, en el 2022 obtuvo un 89,6. Silvia dice que el proceso ha valido la pena y que mantener la certificación es “por el momento” una prioridad, pero que a la vez, sin un proceso de adaptabilidad a la realidad de nuestros países, Grupo Florex empieza a cuestionar su permanencia.
“Ya nos está preocupando la inversión que hay que hacer para mantenerte,” dice Silvia. Sin embargo, no deja de repetir que al final certificarse como Empresa B hasta ahora si ha valido la pena.
“[La herramienta es] muy integral, cierra mucho todos los círculos, permite autoevaluarse bien, eso te da fuerza. Se aprende mucho como empresa, como organización”.
La evaluación B y el área de impacto medio ambiental
La B Lab define la evaluación en el área medioambiental como la evaluación de “las prácticas generales de gestión ambiental de una empresa, así como su impacto en el aire, el clima, el agua, la tierra y la biodiversidad”. De todas las cinco áreas de impacto que se evalúan, la sección medioambiental es la que más valor tiene, con 45 puntos de 140—un valor significativamente mayor comparado con otras áreas como clientes, que sólo cuenta con 5 puntos, pero comparativamente similar con la medición de impacto en comunidad (40 puntos) y trabajadores (40 puntos).
Las preguntas que hace la evaluación sobre esta área de impacto dependen de las características de la empresa.
En la primera sección de este cuestionario, la empresa indica dónde se realiza la producción (en un edificio o con teletrabajo) y si los productos o servicios “están estructurados para restaurar o preservar el medio ambiente” de alguna forma, como por ejemplo “productos y servicios que crean energía renovable, reducen el consumo o el desperdicio, conservan la tierra o la vida silvestre, brindan alternativas menos tóxicas al mercado o educan a las personas sobre los problemas ambientales”.
A partir de las respuestas anteriores, la evaluación define qué deben contener las cuatro secciones subsiguientes que evalúan: el manejo medioambiental (10 puntos), el impacto en aire y clima (15 puntos), el impacto en el agua (8 puntos) y el impacto en la tierra y la vida (12 puntos).
La herramienta busca ser tan completa que inclusive quiere saber sobre “el impacto directo de las operaciones de una empresa y, cuando corresponda, su cadena de suministro y canales de distribución”.
En el área de manejo medioambiental, el principal objetivo es conocer si las empresas implementan en sus instalaciones políticas y prácticas que promuevan el uso responsable de los recursos, como el uso de la electricidad, agua, o manejo de desechos. Y también, si promueven esta cultura entre sus trabajadores.
Para la sección de aire y clima, la evaluación busca entender qué fuentes energéticas permiten la operatividad de la empresa. “Monitorear, registrar, o reportar” son solicitudes comunes en la evaluación, y en esta sección lo más importante es entender qué tipo de electricidad e hidrocarburos (para movilidad y producción) utiliza la empresa y cómo las está usando (por ejemplo con equipos de uso eficiente de la electricidad, o promoviendo la movilidad en transporte público).
En cuanto al agua, la herramienta de evaluación busca determinar cómo se monitorea y registra el uso del agua en la empresa y si hay o no prácticas para hacer ese uso más eficiente, como por ejemplo equipamiento de baños que usan poco flujo de agua, recolección de aguas llovidas o el uso de aguas grises para riego.
Para medir el impacto en la tierra y la biodiversidad, la herramienta se concentra en el manejo de los desechos de la empresa, por ejemplo la existencia de programas y políticas de reciclaje y reducción de desechos.
Antes de formalizar la evaluación, las empresas deben estar preparadas con información específica de cuánto se consume o produce en un año, es decir, las empresas tienen que tener documentación sobre la mediciones de consumo de agua, consumo de electricidad, pero también medición de por ejemplo el peso de la basura producida en ese lapso de tiempo.
Resultados de la evaluación del impacto ambiental para Costa Rica
La evaluación B ofrece a las empresas estándares comparativos, o benchmarks, que les permite entender cómo se comportan sus pares en las diferentes áreas de impacto, no sólo por tipo de negocio o tamaño sino también por ubicación geográfica.
En el área medioambiental, el área de impacto con más peso de las cinco áreas que evalúa la Evaluación B, Costa Rica como país presenta puntajes bajos, en su mayoría por encima del 25%, pero mucho sin alcanzar siquiera el 50% de la puntuación.
Entender por qué se están presentando estos resultados bajos, sobre todo cuando se trata de un país que es conocido a nivel mundial por su trabajo en la conservación, preservación y renovación del medio ambiente, invita a un análisis por parte de las personas involucradas en el B Lab y el Sistema B.
Sin embargo, al estudiar el caso de Grupo Florex, la conversación con su presidenta parece indicar que el problema está en la manera en que la evaluación se comunica con las empresas fuera de Estados Unidos, o por lo menos en nuestro país.
“No estamos hablando en el mismo lenguaje,” dice Silvia.
Esta es la limitación más importante que encuentra Grupo Florex entre todos los impactos y beneficios que trae el movimiento B en general y la certificación específica de su empresa.
“Los ajustes que no se han hecho; pedir información que no es posible tener en países como los nuestros; mucho concepto que aplica en otros países como Estados Unidos;…terminología científica muy diferente, impactos ambientales medidos en forma muy diferente,” enlista Silvia como algunas de las debilidades que Grupo Florex encuentra en la certificación, pero sobre todo en el área medioambiental, donde a su criterio deberían tener puntajes más altos.
“Hubo un momento en la evaluación pasada en el que introdujeron una herramienta que era como un proyecto innovador en materia ambiental. Nosotros presentamos lo que considerábamos muy innovador y la contraparte no lo consideraba así. Había que presentar datos de impacto en biodiversidad. Había que llevar unos datos que tal vez sólo un laboratorio o la academia podría llevar, una empresa no, una empresa estaba midiendo datos de impacto pero no de ese nivel,” cuenta Silvia.
“Entonces dije que en materia ambiental no nos estaba ayudando,” agrega Silvia, sobre cómo continuar con esta evaluación y certificación tiene injerencia en las mejoras que Grupo Florex quiere aplicar en cuanto a su impacto medioambiental. Sin embargo, sí reconoce que la herramienta les permite mostrar cómo han mantenido y mejorado en su línea base de acción, y en lo que siempre han tenido como objetivos empresariales.
“Con los sistemas de gestión, con el tema de ahorro del agua, manejo de desechos, ahorro energético, ahí si presentamos todo, pero entonces nos quedamos como en la base de la herramienta”, Silvia concluye sobre el puntaje obtenido por Grupo Florex: 25 puntos de 40.
Grupo Florex ya está trabajando en su proceso de recertificación y dice que está encontrando las mismas dificultades.
“Tenemos mucho más para presentar sí, pero no vamos a poder,” dice Silvia. “Deberíamos tener puntajes más altos por lo que estamos haciendo pero no hay forma de que la herramienta nos lo acepte y casi siempre no hay un interlocutor con el cual conversar.”
“Nosotros seguimos con nuestros procesos, y sobre todo empecemos a buscar data de otra naturaleza a ver si podemos subir [el puntaje]”, dice Silvia en otro momento.
“Y si eso nos pasa a nosotros, que estamos totalmente definidos en dónde queremos avanzar, cuáles son nuestros impactos, hacia dónde avanzamos, cuánto avanzan nuestros impactos porque estamos en crecimiento, todo esto, ahora imagínate alguien que no lo tiene tan establecido, a una empresa que no lo haya definido tanto”.
Estamos contando la experiencia de cada Empresas B que patrocina nuestra edición de marzo, “Dar la talla”, con respecto a una de las cinco áreas de impacto medidas en la Evaluación B. Lea más sobre todas nuestras Empresas B patrocinadoras aquí.