La mujer mira a la cámara. Viste un pañuelo estampado en su cabeza y lápiz labial rosa; hojas frondosas se mueven de un lado a otro en el fondo. En su brazo desnudo, claramente visible en el primer plano de la toma, dos monedas y lo que parece un imán de cocina se adhieren a su piel como por arte de magia.
«Tengo todo el brazo magnetizado», dice.
Esta fue apenas una de las docenas de videos y fotos que han circulado por todo el mundo este año, afirmando que la vacuna COVID-19 contiene metales que hacen que los brazos de los pacientes se magneticen: una razón más para no ponerse la vacuna.
En Costa Rica, los videos se vieron en YouTube, se publicaron en las redes sociales y se distribuyeron a través de WhatsApp, una aplicación de mensajería propiedad de Facebook. Llegó a la atención de los medios de comunicación nacionales que consultaron a expertos e incluso, en el caso de entidades como el noticiero televisivo nacional Noticias Repretel, realizaron sus propias manifestaciones, con costarricenses sonrientes, recién vacunados, mirando cómo las monedas y otros objetos metálicos caían a la acera.
“Yo no siento nada, pero vamos a ponerlo”, le dice el periodista a una mujer sentada en una silla de ruedas afuera de un centro de vacunación antes de sostener una llave de metal en el brazo de la mujer.
“Gracias a Dios,” dice la mujer cuando cae a la acera con un tintineo.
Los mensajes como el brazo magnetizado son parte de lo que la Organización Mundial de la Salud llama una «infodemia» y define como “demasiada información, incluida información falsa o engañosa, en entornos digitales y físicos durante un brote de enfermedad… Con la creciente digitalización, una expansión del uso de las redes sociales y de Internet, la información se puede difundir más rápidamente. Esto puede ayudar a llenar más rápidamente los vacíos de información, pero también puede amplificar los mensajes dañinos».
Estos mensajes, por supuesto, son parte del fenómeno más amplio que antecede a la pandemia, pero que se ha visto significativamente afectado y agravado por ella: la desinformación y las noticias falsas. Los periodistas y observadores de los medios de comunicación costarricenses recuerdan ver con miedo cómo las noticias falsas estallaron en los Estados durante las elecciones presidenciales de 2016 y luego, como era de esperar, también se mostraron en Costa Rica, como lo ha hecho en la mayoría de las democracias del mundo. El año 2018 en Costa Rica giró en torno a la controversia relacionada con los derechos LGBTQ +, por lo que los informes falsos sobre esos temas abundaron, al igual que las noticias falsas relacionadas con los inmigrantes nicaragüenses. Luego, la pandemia de COVID-19 hizo que la población se desesperara por obtener información de una manera nueva y marcó el comienzo de la infodemia, con una ola tras otra de información, verdadera y falsa, sobre cómo se propaga la enfermedad y cómo se puede combatir.
“Estamos en un punto de inflexión,”dice Gustavo Román, asesor del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) de Costa Rica. “O como sociedad encontramos formas de recuperar la salud de nuestra discusión pública, o va a ser muy difícil la convivencia”.
“Para mí, vamos hacia un barranco en este momento”, dice el periodista Ernesto Núñez, quien ha desarrollado un proyecto de verificación como parte de su medio de comunicación La Doble Tracción.
¿Cómo es que este desafío internacional para todas las democracias se volvió tan malo en Costa Rica, donde un puñado de canales de noticias nacionales y periódicos nacionales gobernaron durante tanto tiempo? En un país que adora los memes y los chistes, ¿cuándo las noticias falsas son frívolas y cuándo son terriblemente graves? ¿Qué tan profunda es la polarización de Costa Rica y qué papel juegan los medios en ese proceso?
¿Cómo llegamos al borde de este acantilado y cómo se ve todo desde aquí?
Una ola ascendente
IEn pocas palabras, las operaciones de noticias falsas de Costa Rica pueden describirse, en el momento de escribir este artículo, como cada vez más generalizadas, pero caseras. La politóloga alemana Simone Bunse publicó un informe en el 2020 sobre el fenómeno de las tropas cibernéticas, que describe como actores políticos usan la web con el objetivo de manipular la opinión pública en Costa Rica.
“Las tropas cibernéticas costarricenses son de cosecha propia y caseras, y … varios partidos políticos, organizaciones de la sociedad civil e individuos han estado implicados en difundir desinformación deliberadamente durante las campañas electorales, promoviendo discursos populistas, homofóbicos y xenófobos contra el sistema”, escribe. Sin embargo, hasta el 2020 «las tropas cibernéticas en Costa Rica no han tenido el nivel de sofisticación que hemos visto en Brasil, México o Colombia”.
Gustavo Román, quien menciona el trabajo de Bunse como punto de referencia, agrega que si bien son buenas noticias por un lado, los métodos de desinformación en Costa Rica tienen un impacto significativo porque se ajustan a la personalidad del país.
«Todavía no tenemos evidencia de un Cambridge Analytica en Costa Rica, todavía», dice, refiriéndose al escándalo masivo relacionado con eluso indebido de la información de usuarios de Facebook por parte de la campaña de Donald Trump. “Sin embargo, las acciones de desinformación que se utilizan en el país, no por su carácter… son menos efectivas. Más bien su carácter artesanal o muy tropicalizado, muy adecuado al contexto costarricense, hace que sean efectivas en términos de difusión, y además que sean difíciles de detectar para los esfuerzos que hacen las plataformas por detectar noticias falsas».
Una mirada retrospectiva a los eventos en Costa Rica durante los últimos tres años muestra cuán efectiva ha sido la desinformación para provocar acciones. En el 2018, informes falsos de que nicaragüenses inmigrantes estaban quemando banderas llevaron a una protesta xenófoba en medio de San José. En el 2019, el ministro de Educación Pública, Edgar Mora, renunció ante oleadas de protestas, algunas directamente vinculadas a la desinformación sobre las políticas del ministerio relacionadas con los derechos LGBTQ+. Y en el 2021, la desinformación se ha culpado explícitamente la desinformación por la resistencia a la vacuna COVID-19, particularmente en la zona rural de San Carlos.
A medida que estas tendencias crecieron, los periodistas en Costa Rica no se quedaron de brazos cruzados. Surgen entonces una serie de iniciativas en un intento de identificar y denunciar noticias falsas y difundir información verificada. Un barrido inicial para conocer estos esfuerzos se detiene a pocos kilómetros del centro de San José, pero no termina ahí.
Escogiendo sus batallas
Gustavo Arias comenzó a cabildear por la creación de #NoComaCuento en el periódico oficial de Costa Rica, La Nación, en el 2016, mientras observaba lo que se estaba desarrollando en las elecciones estadounidenses.
“Yo veía la posibilidad en ese momento de que La Nación hiciera su parte en la lucha contra la desinfromación, y un proyecto que se salía del cajón de lo que La Nación hace en redes sociales”, dice.
El proyecto cobró vida en el 2018 en el contexto de las propias elecciones de Costa Rica, luego de que un fallo de igualdad matrimonial de la Corte Interamericana de Derechos Humanos provocara una ola de reacciones violentas y noticias falsas en Costa Rica. Sin embargo, el proyecto pronto abordó una amplia variedad de temas mucho más allá de la política electoral y, en 2020, se involucró con frecuencia en la corrección de noticias falsas sobre COVID-19.
Gustavo dejó La Nación en febrero de 2021 y ahora trabaja como director digital en una agencia de comunicación. Hoy, #NoComaCuento está dirigida por Sofia Chinchilla, quien, ahora trabajando desde casa como la mayoría de los colaboradores de La Nación, está asignada a #NoComaCuento a medio tiempo, con el tiempo restante enfocado en el periodismo de datos en La Nación. Ella emprende una rutina diaria agotadora de verificación de hechos. Desde la mesa del comedor de su casa en Cartago, recopila información sobre noticias falsas que circulan a través de un chatbot de WhatsApp, correo electrónico y, por supuesto, su propio seguimiento diario de grupos de redes sociales y páginas de noticias. Con el tiempo, No Coma Cuento ha aprendido dónde buscar, dice.
“Hay páginas o perfiles de Facebook que tienden a ser reincidentes al compartir información errónea”, dice. «Todos podemos compartir un video que no es cierto, y no lo hacemos de manera maliciosa … pero hay personas que lo hacen a propósito».
Ella elige los temas en los que enfocarse, consulta a expertos en la materia y genera notas en el sitio de La Nación (las piezas de No Coma Cuento se ofrecen de forma gratuita y no están detrás del muro de pago del periódico), mensajes de WhatsApp y un podcast. Un objetivo reciente de este año: la historia del brazo magnetizado. “Estaba en todas partes”, dice Sofía.
Al mismo tiempo que #NoComaCuento estaba encontrando su voz en el 2018, la gente a pocos kilómetros de distancia en el frondoso campus de la Universidad de Costa Rica en San Pedro, estaba tomando nota. Andrea Alvarado, jefa de comunicaciones de la UCR, contrató al periodista Darío Chinchilla para iniciar un proyecto de verificación llamado Doble Check, que inicialmente vivía en Semanario Universidad.
“Nosotros sabíamos que existía #NoComaCuento”, dice Dario. «nos parecía una iniciativa muy valiosa, sin embargo sentíamos que había ciertas carencias… #NoComaCuento estaba sobre todo lo vinculado principalmente con desinformación anónima que circulaba a nivel de redes». El equipo de Doble Check decidió agregar un enfoque en figuras públicas y organizaciones de medios.
Con el lema “La verdad por encima de las mentiras”, Darío y sus colegas desarrollaron una sólida audiencia (más de 25.000 personas siguen la iniciativa en Facebook, por ejemplo), pero el proyecto se suspendió en 2021 cuando Darío se mudó a Panamá por motivos familiares; un retraso administrativo ha impedido cubrir su puesto como responsable del proyecto, aunque el proceso de sustitución está en marcha y Doble Check ya se ha integrado a las Radios de la UCR. Sin embargo, Darío, como Sofía, apunta a una limitación en su proyecto que no tiene nada que ver con la dotación de personal.
“Yo creí que íbamos a poder llegar a mucha más gente de lo que estábamos llegando,” dice ahora, reflexionando sobre el proyecto desde su casa en Panamá. “Resulta que hay un público natural para este tipo de iniciativas que son como news junkies”.
Gustavo Arias, fundador de #NoComaCuento, hace eco a esta idea de que la verdadera batalla contra las noticias falsas y la desinformación se encuentra mucho más allá de Tibás o San Pedro, está fuera del GAM, o Gran Área Metropolitana, que encierra gran parte del Valle Central de Costa Rica.
“Una preocupación que sigo teniendo es que las organizaciones de medios del GAM siempre estamos hablando con las mismas personas”, dice. «La mayoría de los medios que hacen un trabajo serio y metódico, su audiencia es la misma o estamos muy cerca unos de otros».
¿Qué está pasando, entonces, en los informativos costarricenses, más allá del exceso de periódicos y emisoras de noticias nacionales en la capital?
¿Cómo se está librando la lucha contra la desinformación en comunidades donde esos medios nacionales, que tienen cada vez menos recursos para dedicar a la cobertura rural, son cada vez más irrelevantes o incluso abiertamente generan desconfianza?
La semana que viene: ¿por qué los medios regionales son la primera línea en la batalla de las noticias falsas en Costa Rica? y los periodistas que se dirigen a casa para hacer algo al respecto.
En este mes de setiembre lo que nos preocupa en El Colectivo 506 es la salud de nuestra democracia, y cómo la desinformación está causando enfermedades y síntomas en nuestra sociedad. Viva con nosotras un mes detrás de bambalinas de las noticias de Costa Rica. Les presentamos: “Infodemia”. Vea la edición completa aquí. Nos complace estar trabajando con el artista y diseñador gráfico Allan Fonseca, quien está creando las ilustraciones para “Infodemia”. Conozca más de Allan aquí.