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Retarse a aprender: otro secreto para envejecer saludablemente

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Una mañana de abril del 2021, Ana Cordero Cordero, quien entonces tenía 79 años, toma su celular inteligente y escribe un mensaje para los casi 50 contactos de WhatsApp con quién se comunica regularmente:

“Gracias por sus mensajes. Ya regresé. Estuve en un lugar de montaña, con mi hermana, mi sobrina y sus dos bellos hijos. No tenía internet, pero siempre los tuve presentes en mis pensamientos. Mil bendiciones por sus mensajes, videos y audios. Hasta ahora los estoy viendo”.

A ese mensaje le sigue uno privado donde Ana, mi tía, quien hasta después de la muerte de su marido en el 2019 se decidió a incorporarse al mundo del internet, me dice: “Mónica, qué terrible, más de 263 mensajes, videos y audios”. Se refería a todo lo que tenía que revisar para ponerse al día con su comunidad.

Ella sabía que eso iba a ocurrir, porque para ese entonces tenía meses de haber creado cinco listas de distribución en WhatsApp, divididas en amigos, vecinos y familia, por las cuales cada mañana y cada noche, sin falta hasta ese abril, envía saludos y mensajes motivadores especiales para cada grupo.

Aprender a usar su celular y una tableta que le regaló su hermana le ha traído a su vida más que enviar mensajes y poder ver sus novelas en diferido en YouTube cuando se pierde un episodio.

“[Sin usar WhatsApp] el día sería muchísimo más largo. Se me va mucho tiempo en esto”, dice sobre sus conversaciones por la red, que confiesa prefiero hacer con mensajes de audio. “Esto me tiene muy contenta porque puedo saber si alguien está enfermo, qué le pasó, dónde anda. Estoy metida dentro de la casa pero comunicada con todo el mundo”.

Al igual que Ana, miles de personas adultas mayores toman control de su aprendizaje y le han perdido el temor a lo nuevo, como las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), mejorando así su vida.

Pero ¿cuál es el impacto real de hacer este ejercicio de aprender cosas nuevas? Y, ¿será que ese impacto es positivo sólo cuando ya somos viejos?

Actividad cognitiva y la prevención de enfermedades en la vejez

La mañana de actividades del Centro Diurno para la Persona Adulta Mayor de El Tejar de El Guarco, Cartago, inicia este jueves de febrero con una corta charla sobre el ciclo de la violencia: qué es, cómo se desarrolla y cómo detectarlo. Esta es la segunda parte de las charlas educativas de la semana del amor y la amistad que inició con comunicación asertiva y terminará con acciones legales para detener ciclos de violencia. Aquí, aprender cosas nuevas es algo que se toman muy en serio.

La mañana continua y cada quien va a lo suyo: clases de guitarra, taller de manualidades organizado por las mismas personas adultas mayores del centro, terapia física, clases de inglés, y ejercicios cognitivos en el salón del Centro de Estimulación Cognitiva. Es aquí donde me detengo a observar por más tiempo.

Un grupo de mujeres del Centro Diurno El Tejar, el Guarco, Cartago, practican manualidades juntas bajo la guía de una de sus pares. Mónica Quesada Cordero / El Colectivo 506

“Si uno empieza a trabajar 20 años antes, a nivel preventivo, uno puede ralentizar la aparición de la enfermedad. Puede ralentizar la velocidad a la que la enfermedad avance”, explica el psicólogo y gerontólogo Eduardo Carrillo Valle del centro diurno, sobre por qué es tan importante que todas las personas adultas realicen estos ejercicios para prevenir todo tipo de demencia.

Eduardo, una terapeuta ocupacional y varios estudiantes universitarios acompañan a las personas adultas mayores mientras resuelven sopas de letras y números, pintan con números, resuelven juegos de armar tipo Tetris, juegos matemáticos, retos de vocabulario, entre muchos otros.

Personas adultas mayores realizan ejercicios cognitivos en el salón del Centro de Estimulación Cognitiva del Centro Diurno El Tejar, el Guarco, Cartago. Mónica Quesada Cordero / El Colectivo 506

“Cuando ya está la enfermedad o el deterioro, se puede trabajar y la persona va a tener beneficios, pero el beneficio más amplio y con mayor valor se da al trabajar desde la prevención”, agrega Eduardo, enfatizando que no hay trabajo cognitivo que pueda curar una demencia. Sólo puede disminuir la velocidad en que avanza.

Mientras observamos a todas estas personas adultas concentradas en sus documentos, no puedo evitar preguntar si yo debería estar haciendo lo mismo todos los días.

Eduardo Carrillo Valle (der), sicólogo y gerontólo del Centro Diurno El Tejar, el Guarco, Cartago, conversa con una persona adulta mayor que asiste al centro. Mónica Quesada Cordero / El Colectivo 506

“La ADI (Alzheimer’s Disease International) dice que hay cinco cosas que uno puede hacer que reducen las posibilidades de tener deterioro cognitivo y eventualmente Alzheimer y otras demencias”, responde Eduardo. Luego repasa la lista: socializar de manera asertiva, tener buenas prácticas alimenticias, hacer ejercicio físico, cuidar la salud cardiovascular para evitar accidentes cardiovasculares que pueden afectar nuestro cerebro, y hacer actividades cognitivas.

“Pero no es sólo llegar a hacer actividades como una sopa de letras o un crucigrama”, continua. “Se trata de que nos vinculemos en actividades que nos exijan aprender nuevas cosas, como aprender un nuevo idioma, un instrumento musical, o nuevos oficios. Entre más tenga yo un acercamiento a hacer cosas diferentes, variadas, que exijan de mi cerebro atención, uso de la memoria, que esté fortaleciendo procesos cognitivos, mejor son los resultados”.

Termina su comentario señalando que además de obligarnos a aprender algo, debemos disfrutarlo. Eso es algo que veo en cada rincón del centro diurno.

Personas adultas mayores realizan ejercicios cognitivos en el salón del Centro de Estimulación Cognitiva del Centro Diurno El Tejar, el Guarco, Cartago. Mónica Quesada Cordero / El Colectivo 506

“Uno se monta en la buseta y ya no le duele nada”, dice Norma Monge Elizondo de 74 años que participa en el centro desde hace tres años. Norma está sentada en una mesa con dos mujeres más mientras pinta con gran esmero una hoja llena de cuadritos y números, debe pintar según el número y eso demanda atención.

“No vamos a evitar el envejecimiento. Eso no se evita”, dice Eduardo Méndez, director ejecutivo del centro. “Pero si vamos a ralentizar ese proceso de deterioro cognitivo que las personas podemos sufrir, porque el envejecimiento lo puede traer”.

Durante la entrevista, el director continúa reflexionando sobre las diferentes amenazas a la vida que tenemos a medida que envejecemos, en especial hoy en día donde los avances en la medicina y la salud pública han permitido que tengamos esperanzas de vida muy largas.

“Vamos a vivir más, pero hay una enorme diferencia entre llegar a ser adulto mayor dependiente a no serlo. De usted va a depender envejecer bien”.

Edurado Méndez, director ejecutivo del Centro Diurno El Tejar, el Guarco, Cartago, muestra los diferentes proyectos que realizan en el centro. Mónica Quesada Cordero / El Colectivo 506

Lo que demostró la pandemia por COVID-19 sobre aprender

“Yo creo que a los adultos mayores, a esta generación que le tocó vivir la pandemia, ya nada los detiene», dice Eduardo, el director del centro. “Ya ellos pueden decir, ‘Pasamos por donde asustan y ganamos. Le ganamos a la pandemia y nos introducimos en el mundo digital’”.

Es difícil generalizar—en especial porque la brecha digital y el acceso a oportunidades afecta a toda la población, con o sin pandemia—pero sí es cierto que muchas personas adultas mayores han demostrado resiliencia durante esta crisis mundial.

Un estudio realizado por la Universidad Nacional (UNA), el Ministerio de Salud y varias universidades extranjeras, llamado Impacto de la Salud Mental en las Personas Adultas Mayores durante la Emergencia Sanitaria por COVID-19 en Costa Rica en el año 2020, concluyó que las personas adultas mayores entrevistadas, a pesar de la pandemia, «presentaban altos puntajes en capacidades de afrontamiento como pensamiento positivo ante la adversidad, control personal y resiliencia y sentimientos de eficacia personal”, y “reportó mantener una alta satisfacción con su vida actual”.

Además, un 88,5% de las personas utilizaron tecnologías de la comunicación para mantenerse en contacto con familiares y amigos; un 79,8% la utilizó para entretenerse; y un 59,2% la utilizó para actividades como compras, citas médicas o pagos de servicios.

“La pandemia le ha dado un empuje a visualizar por qué es importante que las personas mayores estén incluídas en la alfabetización digital”, dice María Dolores Castro Rojas, una de las investigadoras de la Escuela de Psicología de la UNA que participó en la investigación. Además, María Dolores se ha especializado en el uso de las TICs para el desarrollo cognitivo de las personas mayores.

“La exclusión digital es una violación de los derechos de las personas adultas mayores”, dice, argumentando que implica limitación del goce a la participación social, a la educación, a la salud, “porque hasta los servicios de salud se tuvieron que digitalizar”.

María Dolores toca un nervio sensible: la pandemia ha digitalizado los espacios propios de las personas adultas mayores, y aunque muchas como Ana han logrado aprender sobre las TICs, no se puede permitir que muchas otras se queden atrás.

¿Por qué? Porque esta es una realidad que no va a cambiar. Inclusive las personas que hoy en día nos sentimos actualizadas, podríamos llegar a sentir esa brecha digital.

María Victoria Fernández Padilla, 80 años, muestra en su tableta una canción que quiere aprender a su profesor de guitarra en el Centro Diurno El Tejar, el Guarco, Cartago. Mónica Quesada Cordero / El Colectivo 506

“El proceso de salida del mundo laboral podría considerarse como una desactualización,” explica María Dolores, acotando que la alfabetización digital y el aprendizaje de las nuevas tecnologías es importante para todas las personas de todas las edades, y además, puede apoyar al desarrollo cognitivo y a un envejecimiento saludable.

En el caso del Centro Diurno de El Tejar, las clases y talleres virtuales empezaron el mismo marzo del 2020.

“Al inicio había resistencia, pero aquí insistimos mucho en la parte tecnológica”, dice Eduardo Mendez. Cuenta que en algún momento el centro tuvo un cuarto de cómputo, pero decidieron cambiar y enseñar a las personas cómo usar el teléfono o una tableta.

Los talleres virtuales que nacen por la pandemia continúan hoy en día, paralelos a la presencialidad—por ejemplo, las clases de inglés. Pero además, se han creado espacios como el programa El Jolgorio, donde tres veces por semana los adultos mayores de cualquier lugar del mundo pueden recibir noticias, información educativa y realizar ejercicios cognitivos mirando la transmisión en Facebook o YouTube.

Otro ejemplo de esta transformación es el Programa Institucional para la Persona Adulta y Adulta Mayor (PIAM) de la Universidad de Costa Rica (UCR). Desde hace 35 años este programa ofrece espacios de aprendizaje para personas mayores de 50 años, ya sea en cursos regulares con estudiantes de pregrado de la universidad, como en cursos diseñados exclusivamente para esta población.

El primer semestre del 2020, más de 2.700 personas habían matriculado algún curso del PIAM, pero con el cierre por la pandemia, todas estas actividades se paralizaron hasta que la demanda de la comunidad fue clara.

“Resultó que las personas adultas mayores también tienen interés en los cursos virtuales”, dice María José Víquez, asesora de educación del programa, recordando como el PIAM se vió obligado a reinventarse para poder atender las necesidades de su comunidad. “Si no continuábamos, el doble de gente no iba a participar”.

Explica que la matrícula para cursos virtuales llegó a ser menos de la mitad de la matrícula para la que estaban acostumbradas, pero aún así no podían dejar de lado la programación.

“[La pandemia] abrió unas posibilidades que nadie tenía dimensionadas”, agrega la asesora, refiriéndose a que las personas adultas mayores sí pueden superar la brecha digital y tecnológica y participar de actividades virtuales. “Abrió tantas oportunidades que esto nos compromete más”. Para el 2022 el PIAM regresará a las clases presenciales, pero ahora existen estudiantes e instructores que quieren continuar con la educación virtual, en especial aquellos que no viven cerca del campus universitario y nunca antes habían podido participar en el PIAM.

“La alfabetización digital debe ser una cosa continua”, señala María José.

Aprender en el curso de vida

Clases de guitarra en el Centro Diurno El Tejar, el Guarco, Cartago. Mónica Quesada Cordero / El Colectivo 506

En una sala del Centro Diurno de El Tejar, tres hombres y una mujer tocan perseverantemente las cuerdas de sus guitarras, desde las 9 de la mañana hasta las 12 medio día. Hace seis semanas iniciaron un curso con Oscar Muñoz Barbosa, futuro profesor de educación musical que realiza su Trabajo Comunal Universitario (TCU) impartiendo este taller en el centro.

“La había tocado, pero nunca había hecho música con ella”, bromea Orlando Maroto Aymerich, de 81 años, cuando le pregunto si sabía tocar la guitarra desde antes. Hace casi dos meses Orlando le pidió prestada la guitarra a su nieto para asistir al taller, y ahora es prácticamente suya.

“Siempre había querido aprender”, dice. “Me llamaba mucho la atención ver a los que saben, los tríos y los concertistas de orquestas, cuando hacen un solo”.

A diferencia de Orlando, María Victoria Fernández Padilla, de 80 años, ya había aprendido un poco a tocar la guitarra de otro compañero del centro diurno antes de la pandemia. El compañero murió recientemente, así que ella aprovechó la oportunidad del taller con Oscar para poder seguir su formación. Este jueves le trae videos de YouTube con canciones que desea aprender a tocar.

Mientras admiro este cuarto lleno de decididos aspirantes a guitarristas, me doy cuenta que aún no es tarde para mi. Hace 25 años mi padre me regaló una guitarra, y todavía no sé tocarla. Pero no importa. Oscar, Victoria y los demás en ese cuarto, al igual que mi tía Ana y su reciente incursión en la comunicación por internet, me han demostrado que siempre es buen momento para aprender algo nuevo, pero además que debemos hacer un esfuerzo por continuar aprendiendo como adultos o adultos mayores.

“Yo creo que esa es la lección que ellos nos dan”, dice Oscar al terminar su clase. “En cualquier momento se puede empezar a aprender. Lo importante es que se empiece”.

 

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Mónica Quesada Cordero
Mónica Quesada Corderohttp://www.mqcphoto.com
Mónica (Co-Fundadora, Editora Gráfica) es una galardonada fotoperiodista con 15 años de experiencia en el desarrollo de proyectos fotográficos en el área editorial, retrato, vida silvestre, comida y arquitectura. Además, cuenta con experiencia en escritura y redacción y una maestría en Producción Audiovisual y Multimedia. Mónica (Co-Founder, Graphic Editor) is an award-winning photojournalist with 15 years of experience developing photographic projects in the editorial, portrait, wildlife, food and architecture areas. In addition, she has experience in writing and a master's degree in Audiovisual and Multimedia Production.

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