“Y ella es Doña Loly, el alma de este lugar”, dice Verónica Hernández Zúñiga, en el momento en que cruzamos las puertas del Centro de Adultos Mayores de Cocorí, Cartago, a unos 3 km del centro del cantón, un martes cerca del medio día. Verónica es la encargada del programa municipal para la persona adulta mayor de la Municipalidad de Cartago.
Loly, como conocen a María Dolores Coto Madriz de 80 años, sale de la cocina en la parte trasera del edificio vistiendo su delantal, malla para el cabello y mascarilla para darnos la bienvenida al centro que ella fundó y donde trabaja de manera voluntaria hace más de 20 años. El edificio, con amplios ventanales y unas siete mesas largas donde una veintena de personas mayores realizan múltiples actividades, es el miembro más reciente de esta organización.
“Empecé con ocho personas, nos manteníamos con lo poco que cada uno podía aportar”, recuerda Loly. “El grupo fue creciendo, llegamos a un extremo de 20 personas y yo no tenía dónde meterlas”.
Ella logró hablar con el alcalde y el 23 de diciembre del 2012 inauguraron el edificio para el uso de la Asociación de Cocorí de Agua Caliente de Cartago para la Atención del Adulto Mayor.
El centro es más que un edificio donde los adultos pueden pasar el día y almorzar. Loly dice que en él pueden, de forma segura, compartir sobre sus problemas y sus alegrías, pueden sentirse apreciados y acompañados.
“Hay algo que yo he visto mucho en las familias, es el poco amor que hay [hacia los adultos mayores]”, dice Loly. “Eso me motivó a mi para empezar”.
El cantón de Cartago tiene una alta población de personas adultas mayores. Según Verónica, desde el 2014 la municipalidad incluyó dentro de sus políticas y prioridades la atención a esta población, y es así como en el 2015 nace el programa que ella coordina. Verónica tiene a su cargo la supervisión y trabajo colaborativo con 17 centros diurnos como el de Cocorí, que antes de la pandemia atendían a más de 200 personas por día. Durante los meses de cierre por la pandemia todas las personas adultas mayores que forman parte de los centros recibieron un subsidio de alimentos mensual. En diciembre del 2021 seis de los centros ya estaban en operación atendiendo a más de 130 personas.
Pero como explica Verónica, el trabajo de la municipalidad va más allá de apoyar los centros diurnos. La municipalidad ha invertido en la mejora de aceras y cruces de vías, ha capacitado a choferes de buses de las líneas más importantes dentro del cantón. Y continúa promoviendo actividades para la capacitación, formación y recreación tanto de personas adultas mayores como de cuidadores.
Todos estos esfuerzos van dirigidos a no sólo cumplir con la política municipal, sino también a cumplir con los compromisos al convertirse en una ciudad miembro de la Red Mundial de Ciudades y Comunidades Amigables con las personas Mayores de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
¿Qué es una ciudad amigable con las personas mayores?
En el mundo, y según la OMS, existen 792 ciudades que son parte de la Red Mundial de Ciudades y Comunidades Amigables con las personas Mayores. Desde el 2019, Costa Rica ha sumado 19 ciudades a la lista de la red. Esas comunidades son Cartago, El Guarco, Belén, Heredia, Flores, Curridabat, Montes de Oca, Tibás, Mora, Dota, Coronado, Santa Ana, Grecia, Zarcero, San Carlos, Alajuela, Orotina, Esparza y Tilarán.
Pero, ¿qué significa ser una ciudad o comunidad amigable con las personas mayores?
La OMS lo explica como, “un lugar que adapta los servicios y estructuras físicas para ser más inclusivo y se ajusta activamente a las necesidades de su población, para mejorar la calidad de vida de esta cuando envejece. Una ciudad amigable fomenta el envejecimiento saludable al optimizar los recursos para mejorar la salud, la seguridad y la inclusión de las personas mayores a la comunidad”.
Bajo esa premisa, las ciudades que deciden ser parte de la red deben trabajar en ocho áreas temáticas: transporte, vivienda, participación social, respeto e inclusión social, participación cívica y empleo, comunicación e información, servicios comunitarios y de salud, y espacios al aire libre y edificios.
El objetivo final es que la ciudad permita que las personas mayores se relacionen fácilmente con los espacios públicos y privados. Esas mejoras tienen un impacto en toda la comunidad, sin importar su edad.
“Una ciudad amigable con las personas adultas mayores es una ciudad amigable con todas las personas”, dice Andrea Terán, encargada del Programa de Persona Adulta Mayor de la Fundación Yamuni Tabush, organización que también desde el 2019 trabaja para apoyar a las ciudades que forman parte de la Red en Costa Rica.
¿Qué hacen las ciudades costarricenses que quieren ser amigables?
Flor Murillo, funcionaria del Ministerio de Salud y coordinadora de la Comisión Técnica para el Abordaje del Envejecimiento Saludable (CONAES), explica que el trabajo que se realiza en Costa Rica para que municipalidades y comunidades sean amigables con las personas adultas mayores es un proceso complejo y además ha sufrido desaceleraciones por la pandemia por COVID-19.
Desde el 2019, cuando las primeras 12 municipalidades oficializaron su participación en la Red, y hasta la actualidad, los gobiernos locales han podido recibir capacitaciones por parte de una comisión especial que integra la Fundación Yamuni Tabush, la Asociación Nacional de Alcaldías e Intendencias (ANAI), el Instituto de Fomento y Asesoría Municipal (IFAM) y el Ministerio de Salud.
“Apoyamos técnicamente a las municipalidades para poder ir desarrollando la iniciativa”, explica Flor. “Para ello tenemos un proceso de capacitación continua para el cual se traen expertos internacionales de otras ciudades del mundo que ya son [ciudades amigables] para que en Costa Rica podamos ir aprendiendo de lo que se viene haciendo. Y además se les van dando herramientas de planificación, herramientas de formación de grupos, etc, para que haya una mayor participación social de adultos mayores”.
Flor agrega que en el 2021 las capacitaciones contaron con 120 participantes, y se retomarán en febrero del 2022.
Los ocho ejes que la Red señala como ejes de acción para lograr ser una ciudad amigable con las personas mayores, implican mejoras tanto en la infraestructura de las ciudades como en los procesos sociales que consideren e incorporen a las personas mayores. Es un trabajo de planificación e inclusión que toma tiempo y recursos que no todas las municipalidad tienen.
“Tiene que ver con el índice de desarrollo humano, que son los que están más altitos”, dice Flor refiriéndose a las 19 municipalidades que ya han expresado su compromiso con ser ciudades amigables con las personas adultas mayores. “Entonces [estas municipalidades] no tienen que solucionar problemas como de carreteras u otras cosas y pueden dedicarle más tiempo a programas sociales”.
“Ya tenemos muchos municipios que han avanzado en estrategias importantes, como son Cartago, Montes de Oca, Curridabat, Tibás, Heredia, Grecia y Belén”, explica.
En el caso de Cartago, Verónica explica que los avances de la municipalidad en áreas como infraestructura se ven principalmente en el trabajo en aceras y cruces de calles en el centro de la ciudad. En cuanto a participación social, respeto e inclusión social y participación cívica y empleo, los trabajos que se realizan en los centros diurnos son vitales, pero también se han impartido capacitaciones sobre tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en alianza con universidades públicas, y se ha promovido la creación de espacios virtuales que promuevan la participación e interacción de esta población.
En cuanto al eje de acción del transporte, la municipalidad realiza capacitaciones de sensibilización con los conductores de bus de dos dos rutas dentro del cantón, Agua Caliente y Guadalupe, lo que ha permitido no sólo promover un mejor trato por parte de los funcionarios hacia los usuarios, sino generar comunidad.
“Conózcalo no como usuario de un servicio, conózcalo como la persona que es”, dice Verónica sobre los procesos de sensibilización donde los choferes conviven con las personas adultas mayores de la comunidad.
Pero hay áreas de acción que Verónica reconoce como complejas—por ejemplo, la vivienda: “No podemos llegar y hacer construcciones de vivienda, pero si dentro del plan de desarrollo urbano se incluye el tema de la accesibilidad”.
Las otras municipalidades que han avanzado en las mejoras son la de Montes de Oca, Curridabat y Tibás, quienes desde el 2019 han recibido el acompañamiento y apoyo financiero de la Fundación Yamuni Tabush.
Ese proceso inició con la generación de perfiles y diagnósticos cantonales que permitieran reflejar con qué cuentan y no las ciudades y sobre todo, escuchar de las mismas personas adultas mayores de cada comunidad cuáles eran las principales necesidades que no se estaban atendiendo.
“Los puntos de dolor de las personas adultas mayores al utilizar la ciudad son muchos y similares en los tres cantones, lo cual quiere decir que hay unas necesidad latentes no resueltas que son casi generales para la población mayor”, cuenta Andrea, de la Fundación Yamuni Tabush. “El área donde la gente hacía catarsis y teníamos que decir ‘ya’ era el área de accesibilidad y transporte”. Ella agrega que la legislación costarricense obliga a los dueños de las propiedades a mantener sus aceras, lo cual se traduce en topografías irregulares y peligrosas para todas las personas, mayores o no.
“Eso significa la soledad no deseada”, dice Andrea, argumentando que las personas mayores pueden empezar a sentir las calles y aceras como un riesgo y deciden no salir. “Se sabe que la soledad no deseada puede ser el principal enemigo de una persona adulta mayor”.
A partir de los trabajos de diagnóstico las municipalidades desarrollaron planes de acción con actividades específicas, las cuales han sido acompañadas y financiadas por la fundación. Cada municipalidad recibió una donación de $43,300.
Montes de Oca y Curridabat decidieron invertir los recursos en circuitos de caminabilidad, para generar corredores urbanos accesibles que además conectan los puntos de interés para las personas adultas mayores. Tibás, conocida como la ciudad de los parques, trabajó en la mejora de tres espacios públicos para que sean más inclusivos.
Sandra Vega, promotora social y cultural de la Municipalidad de Montes de Oca, está a cargo del proyecto en la municipalidad y explica que la ruta en la que están trabajando busca conectar el Cristo de Sabanilla con la Plaza Máximo Fernández, conocida como la Plaza Roosevelt. La primera etapa del proyecto aprovechó el trabajo de reparación de aceras que la municipalidad ha realizado en 1.7 km entre la fábrica de galletas Pituca y la Plaza Máximo Fernández. Con la donación de la fundación se han sembrado 86 arbustos y plantas y además se colocará mobiliario urbano (34 bancas y sillas, 8 mesas metálicas con tablero de ajedrez y 2 parqueos para bicicletas). La elección de los espacios de descanso y la siembra de las plantas se hizo con la participación de las personas adultas mayores de la comunidad y con el criterio técnico de los funcionarios de la municipalidad.
Los aprendizajes de avanzar hacia ciudades amigables
“Lo bonito de este proceso es que ha sido realmente participativo con las personas adultas mayores”, dice Sandra sobre la experiencia en Montes de Oca. Según ella, las decisiones han sido tomadas después de consultar y participar a aproximadamente 175 personas mayores. Ese acercamiento permitió que la municipalidad construyera una “base de datos de personas coordinadoras del cantón, que es fundamental para cualquier coordinación, enlace y poder contar con el apoyo de ellos en cualquier acción que realicemos”.
Los procesos en las tres municipalidades que recibieron el acompañamiento de la Fundación Yamuni Tabush se financiaron de tres maneras distintas, y para Andrea eso resultó en un “gran aprendizaje” para futuras municipalidades que necesiten lograr estos diagnósticos cantonales. En Montes de Oca la Fundación donó el trabajo del Centro para la Sostenibilidad Urbana. Curridabat tenía la capacidad de realizarlo internamente. Y Tibás tenía el proyecto aprobado para realizar la política cantonal de envejecimiento que se aprovecha para realizar el diagnóstico.
A su vez, los procesos colaborativos que se entablaron con otras organizaciones nacionales como la Fundación Yamuni Tabush e internacionales como la Fundación Placemaking en México, han permitido traer innovación accesible a los procesos de transformación urbana. También brindó acompañamiento a las municipalidades para que puedan ver no sólo la importancia de convertirse en ciudades amigables con las personas mayores, sino que encuentren el proceso menos abrumador.
Los desafíos de ser una ciudad amigable en Costa Rica
“En la parte de amigabilidad no estamos al 100%, nos falta mucho”, dice Verónica sobre los logros de Cartago. “El cantón de Cartago es muy grande. Dependiendo de donde estemos el adulto mayor dirá si es amigable, o no es amigable”.
Verónica explica que de los 11 distritos que forman el cantón, cuatro son rurales y siete son urbanos, lo que implica que los retos que cada uno de estos distritos enfrenta para ser amigable son muy distintos uno de otro.
Montes de Oca, al igual que Cartago, es un cantón con grandes disparidades dentro de su propio territorio, y aunque ya posee un plan de caminabilidad y varios parques, están concentrados en el distrito principal.
“A mi me parece muy triste que en una zona tan linda como esta, el 90% de la población que vive en una condición socioeconómica un poco más disminuida sólo pueda pasear en una rotonda triangular. No hay espacios libres”, dice Ingrid Ugalde Esquivel de 56 años, quien es vecina del distrito de San Rafael de Montes de Oca desde el 2016, y desde su casa mira a sus vecinos pasear a sus mascotas en una rotonda con zacate, el único lugar al aire libre que no cobra entrada.
Ingrid se mudó a Montes de Oca cuando se pensionó después de vivir en el centro del cantón de Curridabat por 29 años. “Yo llegué aquí y venía espantada”, dice. “Curridabat ya es más amigable para caminar. Llego aquí a San Rafael y era imposible”.
Ingrid coordina voluntariamente el grupo de personas adultas mayores Cáliz de Amistad de la Iglesia Católica, que fue parte de los procesos consultivos en el cantón.
“Las limitaciones más importantes son las presupuestarias”, dice Sandra sobre su experiencia como funcionaria en Montes de Oca, “porque si bien es cierto tenemos muy buenas ideas y muy bonitos proyectos, desearíamos tener mucho más recurso para poder tomar en cuenta todos los proyectos y darles una integralidad”.
Para Andrea, este reto puede atenderse de una manera diferente.
“Si se crean corredores accesibles y las personas saben que existen estas rutas, el reto es facilitarles llegar a esta ruta y ya de ahí se pueden ejercitar, hacer sus mandados, en un lugar que no es amenazante y excluyente”, dice.
Pero además, alude a otro reto, que es considerar que las ciudades que quieren ser amigables con las personas mayores enfrentan más que una diversidad geográfica.
“Es una población muy diversa y no podemos pensar que su destino es hacer manualidades en un centro diurno”, dice Andrea. “Ellos querían aprender idiomas, historia, hacer voluntariado, seguir participando, hacer arte”.
La inclusión activa
El martes de la visita al Centro de Adultos Mayores Cocorí, desde buena mañana Loly trabajó preparando el almuerzo y el pan para el café de la tarde. Ese día todos, incluídos los visitantes, almorzaron pescado en salsa de tomate, arroz, frijoles, yuca frita y fresco de tamarindo.
Mientras ella cocina arduamente, en el polideportivo de Cartago el agua salpica por toda la piscina mientras retumban las risas, los gritos y los cantos en coro de las canciones al ritmo del swing criollo costarricense. Más de 40 personas adultas mayores participan de una clase de aqua zumba organizada por el Comité Cantonal de Deportes y Recreación de la municipalidad. La clase la dirige animadamente un adulto mayor.
Un poco más tarde, en Cocorí, tres mujeres practican una técnica de bordado, mientras otras personas miran una telenovela en un televisor grande que domina el silencio. A la izquierda, un hombre se consume en un mar de piezas diminutas de un rompecabezas, y a unos metros de él otro hombre se aplica un masajeador eléctrico en sus rodillas y hombros. Afuera, don Carlos Enrique Araya Mora de 79 años, cuida de la huerta, trabajo que realiza siete días a la semana, y que realizó toda su vida como agricultor.
“La emoción mía es venir a sembrar y estar al cuido del siembro”, dice don Carlos. “Si tuviera más terreno sembraría más, para ayudar al centro y a otras personas”.
Cada quien está en lo suyo.
Este 14 de febrero doña Loly cumplirá 81 años, y como lo ha hecho por casi dos décadas, espera celebrarlo en el centro camuflado detrás de una celebración del día de la amistad.
¿Cuál es su consejo para envejecer saludablemente? Le pregunto a doña Loly, y ella me responde:
“Tenemos que pensar que nosotros hemos nacido para servir y poder tener en la vida facilidades de amor hacia los demás”.