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¿Cómo sería Costa Rica sin el turismo rural?

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Texto por Mónica Quesada Cordero y Katherine Stanley Obando, con insumos adicionales de los fotoperiodistas Mayela López and Thomas Enderlin. Quinta parte de nuestra serie de abril sobre turismo rural comunitario en Costa Rica. Lea la primera parte, Más sabe el diablo por viejo”, la segunda parte “Un paso a la vez“, la tercera parte “Cuando el oro es verde“, y la cuarta parte, «Las piedras en sus zapatos«.

¿Por qué importa cuando una empresa de turismo rural se hunde? ¿Qué es una pequeña empresa o unas cuantas? Estamos finalizando nuestra edición de abril, “Camino al andar”, con tres reportajes enfocados en el rescate que requiere el sector del turismo rural, asfixiándose frente a los retos continuos de la pandemia del COVID-19. En esta primera, tomamos un paso para atrás para imaginar a una Costa Rica sin esta actividad económica.

Pongámoslo en perspectiva. Según el Instituto Costarricense de Turismo (ICT), el 95% de las empresas bajo su portafolio promocional son micro, pequeñas y medianas empresas (MiPYME). No todas las actividades y emprendimientos turísticos en Costa Rica forman parte del portafolio de ICT, ya que deben contar con una Declaración Turística (un reconocimiento que otorga el ICT a quienes voluntariamente quieran demostrar que cumplen con los requisitos) para formar parte de ella, pero ese número nos da un sentido real de la composición de esta rama de la economía. Para ser una MiPYME, la empresa debe emplear a 100 personas o menos, lo que puede parecer poco importante, pero cuando se trata de miles de estas pequeñas empresas, el impacto es significativo. Hay 1710 empresas MiPYME en la cartera promocional de ICT.

Las empresas de turismo rural de Costa Rica están en peligro real de cierre y colapso, un estado precario que no se puede medir de manera efectiva con las estadísticas nacionales, pero que se comunica de manera clara y apasionada en nuestras entrevistas e interacciones durante todo el mes. Los empresarios dicen que sí, que han llegado a este punto por la pandemia, pero también por requisitos y trámites y trámites de préstamos que no están hechos para ellos.

Para Luis Diego Madrigal, la razón por la cual estas pequeñas empresas importan es porque  estas empresas distribuyen el ingreso de una manera más amplia. 

Exhibición de artesanías Maleku al final de un tour sobre la cultura de este grupo indígena en la zona norte de Costa Rica. Monica Quesada Cordero / El Colectivo 506

«El dólar turístico tiene un altísimo valor democratizador”, dice Luis Diego, un guía turístico y dueño de ICETOUR una empresa de asesoría y entrenamiento en turismo. “Un dólar que ingresa en una propina en el puerto de Caldera a las 10 de la mañana, esa misma noche a las 6pm compra una caja de leche en una pulpería en hatillo 5 en San José. Eso sucede con el turismo, eso no sucede con la piña, eso no sucede con el banano, no sucede con los dispositivos médicos.»

Luis Diego cree que el dinero del turismo puede llegar a más personas más rápido que cualquier otra actividad económica en Costa Rica. «Cinco mil dólares en microchips de Intel es una caja encima de una mesa. Ocupa tres ingenieros ticos y unos 20 robot para hacer $5000 en microchips, que en una caja de zapatos cabe. $5,000 en banano son un contenedor; usted ocupa ocho carrileros, 30 empacadoras para poder generar $5,000 dólares en bananos, y el contenedor es mucho más grande que la caja de zapatos. Pero $5,000 en turismo podría llegar, a ciencia cierta, dependiendo de donde estén ubicados a más de 300 personas de forma indirecta, aunque sea un dólar, medio dólar.»

El impacto económico del sector de turismo rural va de la mano con un fuerte impacto ambiental. Las personas que esos $5,000 sostienen en el ejemplo de Luis Diego, normalmente residen en lugares donde la otra opción para poner comida en la mesa, aparte del turismo rural, serían prácticas de extracción: tala legal o ilegal, caza, minería.  El paso de un trabajo turístico a estas prácticas es tan fácil, la barrera muy delgada. Por lo tanto, el reto que enfrenta Costa Rica no es sólo de mantener abiertas las empresas, sino de mantener intacto el entorno que las personas vienen a ver.

Una lechuza de anteojos, Pulsatrix perspicillata (Spectacled owl) descansa sobre una rama en a la orilla de un sendero en el sector San Pedrillo del Parque Nacional Corcovado. Monica Quesada Cordero / El Colectivo 506

En ningún lugar de Costa Rica ha sido esto más evidente o chocante durante la pandemia, que en Bahía Drake, comunidad que es punto de partida para visitantes del renombrado Parque Nacional Corcovado. Rebeca Quirós, presidenta de la Asociación de Guías Naturalistas de Bahía Drake (AGUINADRA), nos cuenta que cuando Costa Rica cerró sus fronteras en marzo 2020 y el turismo cesó abruptamente en la comunidad, solo tomó un mes—un mes de pérdida total de ingresos para muchas familias—para que prácticas de extracción reducidas substancialmente por el turismo rural, volvieron a afectar a Corcovado.

«Aquí en mi comunidad, tuve un caso bastante chocante para mí», explica Rebeca. «Muchachos que yo conozco estaba metiendo a grupos para ir a cazar a Corcovado, y les estaban cobrando. Para mí fue un shock. Fue algo terrible…. ese día que fue a finales de abril, en la noche, ya estaban como seis motocicletas con hombres llenos de sacos de carne frente a mi casa.»

Los emprendedores que participaron en otros reportajes de esta edición ofrecieron ejemplos de cómo el turismo les hizo dejar de practicar actividades dañinas para el medio ambiente. Están Juan Cubillo y Rosa Montero, de Caminos de Osa, quienes ahora ofrecen a los turistas el Tour del Oro, mostrando cómo solían extraer oro de las montañas de la Península de Osa, práctica que puede ser muy perjudicial para el medio ambiente. Álvaro Calderón, dueño de tours y hospedaje Lapamar y también parte de Caminos de Osa, llegó a Osa en la década de 1980 a cazar y también a extraer oro, en 1986 descubrió el turismo y que le gustaba mucho conocer gente nueva de todo el mundo. «Y ahora, después de tantos años que vine a cazar, ahora no mato nada, ni serpientes, ni siquiera pesco», le dijo a la periodista Mayela López. «Mi vida cambió y ahora aconsejo a la gente que quiere matar a una serpiente que no es venenosa, les digo que es parte del ecosistema».

Alvaro Calderón, 56, es propietario de Lapamar, proyecto que ofrece hospedaje y tours en kayak por los manglares cercanos a Playa Blanca, llegó a Osa en los años 80 “a cazar, porque esa era nuestra costumbre, después estaba buscando oro y vi una cooperativa que hizo la transacción de oreros a turismo en 1986”. Mayela López/El Colectivo 506

La familia Obando en nuestra primera historia del mes es otro ejemplo. Hace más de 30 años, pasaron de la deforestación de las colinas a lo largo del río Pacuare a la reforestación en todos los lugares donde habían talado para cultivos y ganado. No solo 14 niños y padres recibieron ingresos durante décadas debido al turismo y la conservación, sino que cinco de ellos recién comenzaron su propia empresa para atender a la clientela que alguna vez fue de Ríos Tropicales.

Roy, Albert y Walter Obando, guías de rafting con certificación y reconocimiento internacional y ahora emprendedores de turismo con su compañía Ríos Adventure Travel. Mónica Quesada Cordero / El Colectivo 506

Los hermanos Cristian, Michael y Carlos Bonilla, son dueños de Esquipulas Rainforest Lodge. La familia solía criar ganado, pero Cristian le dijo al periodista Thomas Enderlin que «el cambio climático ha afectado significativamente a la industria ganadera. Somos productores de café de las tierras altas y vimos el potencial para el turismo y la reforestación de la finca». Ahora, han reforestado más de 100 hectáreas y han convertido su finca en un patio de recreo para turistas con senderos, paseos a caballo y tours de café. Este proyecto es parte de El Camino de Costa Rica.

Cristian, Michael y Carlos Bonilla, dueños de Esquipulas Rainforest Lodge, han reforestado más de cien hectáreas en la zona de Los Santos. Thomas Enderlin / El Colectivo 506

Logros como estos son impresionantes pero sumamente vulnerables: dependen de la presencia y actividad continua de los emprendedores que escogen cuidar los ecosistemas que les rodean. Y la sobre vivencia de esos emprendedores ya no es segura. En algunos casos, ni siquiera parece probable. 

El impacto del COVID-19 parece no tener fin, y la diseminación de la enfermedad continúa sorprendiendo al mundo. Costa Rica vivió la primera «temporada cero» de su historia cuando en marzo del 2020 tuvo que cerrar sus fronteras, y la llegada de turistas internacionales cayó en un 97% en menos de un mes, mientras que el turismo nacional, particularmente importante para Semana Santa, fue detenido. 

Según una encuesta realizada por la Cámara de Experiencias Rurales, una cámara con más de 150 afiliados, en julio del 2020 sólo el 25% de sus afiliados tenía estaba operando, y para febrero del 2021, poco más del 75% habían abierto. Sin embargo, de forma general hay gran preocupación en la permanencia de requisitos para poder operar, que generan gastos considerables, y la imposibilidad de la banca para aliviarles las carga de sus deudas. Más del 50% de sus afiliados tienen algún crédito o financiamiento activo, de los cuales un 64% ha logrado tramitar condiciones de pago que evite que pierdan sus inversiones. 

«Jodida, porque debo más que antes de la pandemia», respondió una asociada sobre el arreglo de pago realizado con su deuda como empresaria de turismo, según el resumen de la encuesta presentado por la Cámara. «Y agradecida porque no perdí mi casa.»

«Hay guías que vendieron su telescopio, sus binoculares y sus libros, que no puedo contratar,” dice Sergio Arias, un emprendedor rural que compartió con nosotros su odisea para lograr abrir su negocio. «Un guía que trabajaba para nosotros comenzó su emprendimiento y compró dos busetas y me dijo ‘Ya perdí las dos busetas, ahora qué hago?’» 

Entonces, ¿qué se está haciendo para evitar que este desastre se propague?

¿Qué soluciones está aplicando el Estado?

Mañana, las respuestas que encontramos.

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El Colectivo 506
El Colectivo 506
El equipo editorial de El Colectivo 506 trabajó en conjunto para publicar esta nota. The editorial staff of El Colectivo 506 worked together to publish this article.

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