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jueves, noviembre 21, 2024

Hermandad y las tortugas marinas de Tortuguero

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Hermanas Rankin Abraham
Hermanas Rankin Abraham
Keithlyn, Hazel y Daneycha son hermanas de 23, 20 y 13 años nacidas en Tortuguero que comparten una pasión por la conservación y las tortugas marinas. Las tres forman parte de la familia de la Sea Turtle Conservancy, una organización internacional que nació en Tortuguero. / Sisters Keithlyn, Hazel y Daneycha (23, 20 and 13 years old, respectively) were born and raised in Tortuguero, on Costa Rica’s Caribbean coast, and share a passion for conservation and sea turtles. All three are part of the family of the Sea Turtle Conservancy, an international organization created in Tortuguero.

Para algunas personas en las comunidades costeras de Costa Rica, una pasión por la conservación nace desde temprano, Keithlyn, Hazel y Daneycha Rankin Abraham son tres hermanas de 23, 20 y 13 años, nacidas en Tortuguero, en la costa caribe norte del país. Las tres han participado del Programa de Asistentes Juveniles la Sea Turtle Conservancy (STC), una organización fundada en Tortuguero en 1959 que ahora tiene su casa matriz en Florida desde donde dirige programas de conservación en todo el mundo.

Aquí, extractos de los comentarios de las hermanas sobre sus experiencias.

Keithlyn, 23, está estudiando biología marina en la Universidad Nacional.

Cortesía de las Hermanas Rankin Abraham / El Colectivo 506

Cuando formé parte del Programa de Asistentes Juveniles para mí fue una manera de hacer algo distinto a lo rutinario, de aprender más acerca de las tortugas marinas y su entorno. También fue un espacio para adquirir habilidades de trabajo de campo. Mi hermano y una prima mayor estaban en el programa años antes que yo, esto influyó en cierta manera y tomé la decisión de participar apenas tuve la oportunidad porque me pareció algo muy chiva e interesante.

Durante cada patrulla fueron creciendo mis ganas de aprender más acerca de la naturaleza y de cómo se desarrollan los animales, especialmente las tortugas marinas. Aprendí a trabajar en equipo, disciplina y a valorar la naturaleza y lo que nos brinda—y aprendí que quería ser bióloga marina para seguir aprendiendo de ellas y ayudarlas.

Como familia aprendimos a ser mejores habitantes del planeta, aunque suene muy romántico. Las clases de educación ambiental y los talleres que se reciben durante el programa de asistentes juveniles forman mucho el carácter y enseñan a cuidar nuestra casa, los animales, enseñan a ser más conscientes.

Hazel, 20, trabaja como Coordinadora en el Centro de Visitantes de la STC.

Cortesía de las Hermanas Rankin Abraham / El Colectivo 506

Me entró la curiosidad de participar en el programa al ver a mi hermana mayor venir mucho a la estación. Vine con ella una vez y me gustó tanto que me inscribí. Actualmente, la organización me contrató como Coordinadora en el Centro de Visitantes y alguna noche aún salgo a patrullar. Puedo hacer cosas que otros no pueden hacer, como trabajar tortugas en la noche.

Un día, durante una patrulla salvamos a una tortuga. Estábamos caminando con otro asistente de la STC frente al aeropuerto y me caí dentro de un agujero. Me dí cuenta que algo se movía. Resultó ser una tortuga que habían tapado con algas de la playa y troncos; seguramente saqueadores que al vernos venir en la noche la escondieron. Conseguimos sacarla del agujero y se fue hacia al mar. Me sentí muy feliz.

Mis padres ya son guías locales desde hace años. Están muy felices de que las tres formemos parte de este programa porque saben que aprendemos mucho.

Daneycha, 13, cursa el noveno año del colegio. No quiere quedarse atrás.

Cortesía de las Hermanas Rankin Abraham / El Colectivo 506

Para mí, el Programa de Asistentes Juveniles es una oportunidad de conocer gente de otros países y de hacer actividades de medio ambiente para mejorar el mundo. Decidí ser parte del programa porque me inspiré en mis hermanas, al verlas patrullar, conocer personas nuevas.

Recuerdo el día de mi primera patrulla, en el 2019. Fue una noche muy especial para mi porque empezaba con el programa y además trabajamos una tortuga carey. Tuve mucha suerte porque son difíciles de ver aquí en Tortuguero.

En mi casa, gracias al programa, aprendieron a separar la comida orgánica de los plásticos. Ahora en mi casa no utilizamos bolsas de plástico porque afectan a las tortugas marinas y gastamos menos agua.

Yo recomendaría que otros jóvenes se metieran en la STC u otros programas porque es una forma de intentar ayudar, reducir lo que nosotros producimos. He aprendido que vivo en un lugar donde es muy importante conocer el ciclo de las tortugas para poder convivir con ellas y más adelante para seguir ayudando al mundo con el medio ambiente. También aprendí que en un futuro tengo que poner todo mi empeño en las cosas que quiero hacer, porque nada viene solo.

Keithlyn y Daneycha. Cortesía de las Hermanas Rankin Abraham / El Colectivo 506
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