Hoy llegamos al final de nuestra edición ¡A Leer!, dos meses en los que hemos pensado mucho sobre la importancia de que la niñez y juventud costarricense tengan mejores capacidades lecturas. Dos meses donde hemos confirmado que sin ellas, nuestro país está en peligro.
Aunque el panorama es complejo, hemos aprendido que hay formas de atender esta problemática. Nuestros reportajes a profundidad, con el lente del periodismos de soluciones, muestran como si se puede mejorar el acceso a los libros—porque esa carencia es la principal razón por la que los niños y niñas no logran alcanzar mejores capacidades lectoras—aunque sea una pequeña biblioteca estudiantil a la vez. También vimos como podemos encontrar formas de hacer la lectura aún más placentero, cuando esta le dice a la niñez que su historia es digna de ser publicada y recitada, cuando las lecturas que compartimos con nuestra población jóven les refleja.
Pero hay algo más que pasó durante estos dos meses, detrás del telón. Katherine y yo hemos tenido la oportunidad de crear una “Sala de Profes” en nuestra comunidad de WhatsApp Educación 506, que está abierta para docentes y personas comprometidas con la educación en Costa Rica. Durante varios jueves por la tarde, hemos abierto el chat y conversado sobre la lectura.
Durante esos ratos de encuentro en nuestra Sala de Profes virtual aprendimos muchísimo de nuestra comunidad, y hoy queremos compartirlo con ustedes.
Costa Rica necesita más bibliotecas. Muchas más.
Lo que hemos escuchado estos meses de reportar en El Colectivo 506 sobre la lectura, tanto en nuestra comunidad Educación 506 de WhatsApp, en las lecturas de gran cantidad de publicaciones académicas y no académicas, en las entrevistas realizadas y en los comentarios en nuestras redes sociales es que, lo más importante para promover la lectura en todas las personas, sin importar su edad, es que tengan acceso a libros y puedan decidir qué leer.
Pero como también hemos reportado en ¡A Leer!, el acceso a los libros no es tan sencillo, ya que en Costa Rica son costosos, y para familias de menor ingreso, no serán una prioridad. De igual forma, el acceso a lectura en las escuelas y colegios podría ser la única oportunidad de exponer homogéneamente a toda la comunidad estudiantil a la lectura, sin embargo, esa oportunidad enfrenta el mismo problema del poder adquisitivo de las familias.
“Pero en los colegios usar ‘libros’, en mi caso, es algo que no se puede solicitar a los estudiantes”, nos comentó Arturo Barrantes Mora, docente de inglés del Colegio Técnico Profesional de Bataan, Limón. “Porque un libro para un estudiante en la zona donde estamos serían de ₡5.000 a ₡9.000. Eso por más de seis materias es imposible. Entonces usamos material que damos nosotros en vez de libros”.
“El acceso a los libros a precios accesibles es muy limitado», concordó Heather Frid Jiménez, co-fundadora y directora de HeartSong, Comunidad de Libre Aprendizaje. “Comparto esta experiencia. Si realmente hay compromiso del gobierno/MEP [Ministerio de Educación Pública] para cambiar la situación, habría que invertir en bibliotecas públicas y bibliotecas en las escuelas y colegios, para que los estudiantes no tengan que comprar los libros sino pueden pedir prestado y devolverlos para el uso continuo año tras año.”
Sin embargo, sabemos que el Ministerio de Educación Pública no ha logrado crear una cobertura completa de centros educativos con bibliotecas, apenas un 30% de las instituciones—y sobre todo en la Gran Área Metropolitana—tienen una.
Una miembro de Educación 506 tomó el toro por los cuernos y creó su propia biblioteca.
“Tenía muchos libros y no sabía qué hacer con ellos, entonces en mi aula decidí hacer una esquina con un rótulo ‘rent for free’ [alquiler gratuito] para que mis estudiantes tomen un libro, lo lean y luego me lo devuelvan,” cuenta Teacher Yessenia Salazar, docente de inglés en el Colegio Técnico Profesional Alajuelita. “Tengo un cuaderno donde anotamos el nombre del libro, nombre del estudiante y la fecha. Pueden tenerlo por un mes y si necesitan, me pueden pedir más tiempo. (En el colegio no tenemos biblioteca ni ningún otro lugar con acceso a libros gratis)”.
Erick Celiciano Matamores, docente de inglés en el Liceo Académico Santa Eduviges el Colegio Técnico Profesional de Matapalo, ambos en Puntarenas, también siente que esa responsabilidad del acceso a los libros está recayendo sobre los docentes y las instituciones individualmente.
“Siempre hay lugares que botan los libros o en el mejor de los casos los donan”, dice. “Me acuerdo cuando trabajaba en la escuela privada en el 2012 se donaron una cantidad de libros (muchísimos) a las escuelas.
“Claro está que no es solo aceptar una donación o buscarlos”, continúa Erick. “Hay que tener un plan para usarlos”.
Arturo opina que una solución es ampliar los formatos en los que ofrecemos la experiencia de la lectura a los estudiantes.
“Buscar libros, ebooks, audiolibros, booktubers, cuentacuentos, etc… que puedan ser parte de los recursos para los estudiantes de manera fácil para disfrutar la lectura”, dice Arturo. “Crear clubs de lectura o podcasts para recomendar libros. Incentivar a docentes a crear proyectos en sus colegios. Dar un tiempo de lectura en las bibliotecas. Activar los espacios de bibliotecas para investigar y motivar a la lectura. Llevar escritores a los colegios. Llevar teatro a los colegios. Cambiar el chip!”
Los docentes necesitan más espacios enfocados en la lectura—informales y formales
“El docente debe amar la lectura. Damos lo que tenemos,” dice Arturo. “Pero también hay que motivarlo, acompañarlo y escucharlo”.
Mientras conversábamos con nuestra comunidad sobre esta responsabilidad que tienen los docentes, Katherine preguntó si sería efectivo crear clubes de lectura entre los docentes, para fomentar el placer por la lectura.
“Yo creo que sí podría ser exitoso”, dijo Yessenia, “porque además de leer por placer y disfrutar de buenas lecturas, se podrían considerar libros con aplicaciones al trabajo de aula y fortalecer metodologías y actividades en clase”.
Sin embargo, las personas que participaron del chat consideran que se necesita mucho más que actividades de motivación como esta. Para estas personas docentes, hace falta mayor liderazgo de parte del MEP.
“Para educación primaria en el área del Inglés, considero que un recurso importante sería el crear libros estandarizados para cada nivel escolar que incluya lo que requiere cada unidad del programa de estudio”, dice Karla Rodríguez Sánchez, docente de Inglés de preescolar y primaria en la Escuela Monseñor Sanabria Martínez, Atenas, Alajuela. “Que sean atractivos para los estudiantes e incluyan textos que se relacionen con los intereses de los estudiantes/de la vida real. Ya después de lograr que se complete el programa de estudio en todos los niveles a nivel nacional, se puede pensar en otros recursos para motivar la lectura”.
Karla considera que la libertad que existe en el MEP para que los docentes creen sus propios materiales ha creado mayores desigualdades en el avance de los estudiantes, pero que un sistema unificado permitiría “dedicar un poco más de tiempo a otras actividades y desarrollar mayormente habilidades como la lectura”.
“El problema está en que no se enseña con una meta”, dice Erick en esa misma conversación, “cada quien enseña a su manera y si le agregamos los cambios de profesores por nombramientos del MEP hacen que el proceso de aprendizaje no avance”.
Pensando en esa necesidad de mejores lineamientos, mencionamos en el chat que durante la pandemia el MEP y las universidades públicas crearon una gran cantidad de materiales para las personas docentes, que parece no se aprovechan.
“Pero qué tal que”, dice Karla Rodríguez al respecto, “por ejemplo, los recursos generados en el MEP y en las Universidades Públicas estuvieran más ordenados y al alcance de todos ustedes, recursos libres pero más accesibles.”
El mismo Estado de la Educación concuerda con Karla. Los recursos están, pero es muy difícil encontrar aquel que realmente le sirve al docente en un momento específico.
Ahora bien, aún con las actividades motivadoras y los recursos, las personas docentes concuerdan en que el tiempo efectivo de clase es uno de los principales enemigos en esta lucha.
“Lo digo porque en inglés es una de nuestras grandes quejas”, dice Yessenia, “y quizás justificaciones del por qué los estudiantes no hablan inglés. No hay tiempo. Los programas son extensos y no hay tiempo y nos vemos interrumpidos por miles de otras actividades.
“Con la lectura es igual”, continúa Karla, “muchos docentes dirían que por terminar programas, no hay tiempo para pausar y leer. No hay tiempo para planear, no hay tiempo para que los chicos analicen, comenten, discutan, actúen”.
Y los docentes necesitan—de alguna forma, por algún milagro—más tiempo también.
“Tiempo para trabajar sus ideas”, dice Arturo. “Y apertura para hacer proyectos interdisciplinarios. Asesoría de editoriales y usar tecnologías para acercar a los jóvenes a la lectura”.
Costa Rica requiere una campaña nacional que promueve la lectura—para el bien de todos.
Entonces, ¿qué necesitan los docentes para lograr una mejor promoción de la lectura en sus aulas? Como usted puede ver, las respuestas a esta pregunta fueron muchas. Rincones de lectura y bibliotecas en todas las escuelas y colegios. Tiempo reservado exclusivamente para la lectura durante las clases de español. Más participación de los padres y familias. Mayor aprovechamiento de herramientas multimedia. Más apertura para proyectos interdisciplinarios. Más espacios comunitarios para leer, escribir, crear, disfrutar de diferentes medios como el teatro.
Las ideas externadas por la comunidad Educación 506 fueron tantas, pero una idea sonó prácticamente en todas las Salas de Profes, una que va más allá de cualquier aula individual: una campaña nacional para la lectura. Es una idea que ha sonado también en la academia, como documentamos en la primera crónica de nuestra edición, pero salió orgánicamente de varios docentes durante nuestras conversaciones. Porque los docentes no pueden solos; tampoco los bibliotecarios pueden solos. Ni el MEP puede solo. Ni—como nosotras, ambas madres, hemos mencionado varias veces durante esta edición—los padres y madres de familia pueden solos.
¿Otra cosa que no se vive en solitario? las consecuencias de tener una población costarricense que no lee y ni piensa de forma crítica, esas consecuencias las vamos a sentir todos. Todos vamos a ver los resultados en elecciones caóticas, instituciones debilitadas, discurso público más violento y menos acertado, oportunidades de empleo más limitados. La lista sigue.
¿Cómo se vería esa campaña nacional y cómo se puede lograr? Allí los participantes del grupo, incluyendo nosotras, quedamos un poco frenados. Estamos en nuestras trincheras, sea como docentes o como periodistas, con recursos limitados, y cuesta imaginar algo tan ambicioso. Pero la idea rondaba en el aire, siendo mencionada en diferentes momentos de nuestros dos meses de conversación.
¿Y usted? ¿Comparte ese sueño? ¿Le interesa unirse desde su trinchera—como educador, empresaria, académico, estudiante, madre o padre?
Únase a la conversación aquí. Porque para el bien de todos, esta es una conversación que tiene que seguir.
Es por eso que a las personas que participaron en Educación 506 durante este mes, les agradecemos de todo corazón.