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viernes, abril 19, 2024
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¿Qué quiere decir que Costa Rica no lee lo suficiente?

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¿Sabe usted qué porcentaje de los quinceañeros de Costa Rica son lectores avanzados del más alto nivel?

Según una prueba internacional aplicada al 63% de esta población inscrita en cualquiera de las modalidades de secundaria pública o privada en el 2018, ni uno.

¿Le sorprende?

Las pruebas del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE (o PISA por sus siglas en inglés) dicen que el 74% de los estudiantes costarricenses que tenían 15 años ese año tenían capacidades lectoras en los niveles uno y dos, de seis. Es decir que, después de leer un texto de extensión moderada pueden a lo sumo identificar la idea principal, entender una parte del texto y sus relaciones, y seguir indicaciones específicas para encontrar información en el texto.

¿Qué más necesitan? Bueno, ser lector con competencias avanzadas, en niveles 4, 5 y 6 según la calificación de las pruebas PISA, significa no sólo poder entender textos más extensos de forma que pueden extraer la idea más importante junto a otras de las ideas principales, y además, según explica el Estado de la Educación 2021, “elaborar razonamientos causales o de otro tipo basándose en una compresión profunda de textos extensos, y de evaluar la neutralidad y el sesgo a partir de señales explícitas e implícitas, relacionadas tanto con el conocimiento como con la fuente de información”.

En otras palabras: Un lector con capacidades avanzadas puede no sólo entender, sino cuestionar, comparar, y construir a partir de un texto, de cualquier longitud y fuente.

En Costa Rica, sólo el 7% fueron evaluados con competencias en niveles 4 y 5. Según el Reporte de Resultados de PISA 2018 para todos los países OCDE alrededor del mundo, aproximadamente 28% de los estudiantes alcanzaron el nivel 4 o superior en la prueba de lectura. Sólo un 1,3% de los estudiantes a nivel mundial lograron alcanzar el nivel 6.

“Antes se decía que el significado estaba en el texto, la prioridad era devolver ‘la voz a la letra callada’”, explica Isabel Román, Coordinadora General de Investigación del Informe Estado de la Educación. “Ese enfoque tradicional dejaba por fuera la función esencial comunicativa de la lengua. Se fue evolucionando de ese enfoque más tradicional, a entender la lengua desde su relación con la actividad humana. El estudiante es el agente activo de la lengua, la adquiere la aprende y la desarrolla”.

Lo que más preocupa es que esta realidad no es algo nuevo. Entre el año 2009, primera vez que Costa Rica participa en PISA, y el 2018, los resultados no reportan avance en las habilidades lectoras de los estudiantes costarricenses. Las pruebas se repitieron durante el 2022, y aunque solicitamos información al Ministerio de Educación Pública (MEP) sobre las fechas en que se realizaron y la cantidad de centros educativos y estudiantes que participaron, para el momento de la publicación aún no habíamos recibido respuesta.

Los resultados de estas últimas pruebas deberían conocerse a finales del 2023, pero aún sin conocerlos, tenemos que considerar en este escenario el efecto de la pandemia por COVID-19 que, según reportó el Estado de la Educación 2021, obligó al MEP a recortar en al menos el 50% los contenidos de la materia de Español en primaria durante la emergencia sanitaria. Se sacrificó en su mayoría los contenidos que tienen que ver con expresión y comprensión oral, los cuales son los que pueden ayudar al estudiante a pasar de un lector básico a un lector avanzado.

“En la pandemia nos limitamos a los mínimos. Tratamos de reproducir lo tradicional”, dice Isabel.

Para ella en retrospectiva se perdió una gran oportunidad.

“Era una gran oportunidad para los docentes de explotar mucho la expresión y la comprensión”, dice.” Imagináte un docente que tiene claro la concepción de la comprensión lectora como esa capacidad comunicativa, [el docente] pudo haber aprovechado mucho en la pandemia para que los chicos hablaran y escribieran de la experiencia que estaban viviendo”.

No querer leer, un problema que tiene cola

¿Cómo se desarrolla una buena competencia lectora?

Según el Estado de la Educación, depende de que las personas tengan buenos “hábitos, actitudes y estrategias de lectura”. Pero ¿cómo se logra? El Estado de la Educación dice que hay dos factores principales.

El primero, y el de mayor influencia, es el que se conoce como capital cultural, que para este caso específico implica la exposición que tengan las personas a la información. Ese acceso tiene muchas formas, la que más comúnmente imaginamos es el acceso a libros de todo tipo, pero hoy en día ese acceso a la información también incluye información y lecturas en plataformas digitales. Además, incluye acceso a información a través de otros medios como el internet o la televisión por cable, y acceso a expresiones culturales presenciales como el arte y el teatro. Por otro lado, el capital cultural también se alimenta de que las personas tengan espacios apropiados para aprender.

Aumentar el capital cultural de los hogares costarricenses es una labor difícil de lograr y que tomaría mucho tiempo. Aún con buen acceso a la información, se necesita de un acompañamiento pedagógico que fomente no sólo el uso, sino el disfrute de la lectura.

“No es lo mismo una familia de capital cultural alto que un hogar donde los papás están en operación frijoles y es de capital cultural bajo. Ahí olvídese que los chiquitos van a hacer la tarea”, dice Isabel.

Para poner en contexto esas diferencias, los resultados promedio de PISA 2018 para estudiantes en colegio privados son mejores que los obtenidos como país en Chile, el país que mejor desempeño ha logrado en Latinoamérica. De igual forma, los estudiantes de colegios ubicados en distritos con mayores Índices de Desarrollo Social (IDS) lograron mejor desempeño en las pruebas que aquellos con los peores IDS.

Isabel dice que en las zonas de bajo desarrollo social, hay que considerar que la carga de fomentar la lectura recae, casi en su totalidad, en los docentes, pues los padres de familia están inmersos en otros retos.

“Ahí es donde no podemos dejarle el 50% de responsabilidad a la familia. Eso es un mito”, explica. “Ahí la responsabilidad completa es del docente, porque no puede esperar que en esos hogares vaya a ocurrir el milagro”.

Justamente, la mediación pedagógica que realizan los docentes es el segundo factor que influye en los hábitos, actitudes y estrategias de lectura de las personas.

Y dada la importancia del docente en agregar en balancear los diferentes niveles de capital cultural de los niños y niñas—en zonas de bajos recursos en particular, pero obviamente de suma importancia en cualquier centro educativo—es preocupante para los investigadores del Estado de la Educación, el hecho de que muchos docentes reportan poco interés en leer por placer. Si los docentes no tienen un gusto por la lectura como parte de su propio capital cultural, es mucho más difícil para ellos crear aulas donde la lectura sea atractiva.

Según el reporte del Estado de la Educación 2019, “75% de los docentes encuestados en la GAM consideró la lectura como una práctica obligatoria y poco relacionada al gusto y al placer”.

“Desde la formación inicial de los docentes, [hay que] inculcarle mucho el hábito de la lectura, que parte de esa preparación sea ser un buen lector. Mejor invierta en que esos docentes lean todo tipo de literatura”, dice Isabel. “En los docentes que ya están en las aulas, hay que hacer un trabajo de clubes de lectura, de apoyar y acompañar a los docentes en esa aventura de leer. Esa es la mejor inversión que se puede hacer”.

Entonces, en la medida en que las personas se encuentren rodeadas de información, de libros, de actividades donde expresen sus ideas sobre lo que leen y escuchan, de otras personas que demuestren un placer por leer—entre más existan estas actitudes en el el hogar, en las comunidades y en las aulas—más podrían mejorar sus capacidades lectoras. Y si a eso se le agrega una instrucción apropiada, con actividades y estrategias que promuevan profundizar en lo que se lee y escucha, se avanzará aún más.

“Hay todo un royo del desarrollo cultural”, dice Isabel, “por eso es muy importante que desde distintos ámbitos potenciemos la lectura y que los niños estén expuestos a ese ambiente de letras dando vueltas por todo lado, que los invada la letra, que entiendan que ahí tienen una herramienta comunicativa”.

¿Qué se puede hacer para mejorar las capacidades lectoras de la juventud costarricense?

Mejorar el capital cultural es solo parte de esta lucha. También es importante—y más fácil de impactar—equipar a los docentes con mejor formación y más herramientas para que puedan promover el desarrollo de la lectoescritura.

“Su ejercicio profesional debe apoyarse con la existencia de materiales instruccionales y acervos bibliográficos adecuados”, lee el Estado de la Educación, “así como gestiones de su centro educativo con altos niveles de liderazgo pedagógico”.

Durante la pandemia, y como detalla el informe, los esfuerzos por crear estos materiales fueron muchos: el MEP con la plataforma digital Caja de Herramientas para Docentes; universidades públicas como la Universidad Estatal a Distancia (UNED) quien con el Sistema Nacional de Radio y Televisión (SINART) y el MEP crearon Aprendo en Casa; e “iniciativas valiosas de materiales elaborados por personas funcionarias fuera de la sede central, como asesores regionales y docentes individuales, quienes buscaban hacer un aporte a sus colegas y los cargaban en YouTube o en su propio blog”, según lee el Estado de la Educación. Reportamos sobre algunos de ellos en nuestra edición “Bilingüe en el 2040”.

Sin embargo, según el Estado de la Educación el problema que enfrentan todos estos recursos, es que aunque accesibles, no han sido organizados ni categorizados de forma que los docentes los puedan aprovechar. Y además, “muy pocos se refieren de manera directa a la enseñanza de la lectoescritura en los dos momentos críticos del desarrollo lector”, refiriéndose a los niveles de 1ro y 2do grado donde los estudiantes “aprenden a leer” y 3er y 4to grado donde empiezan a “leer para aprender”.

“En la pandemia se hizo un esfuerzo muy importante del Ministerio con la UNED para desarrollar programas, pero no le dicen a los docentes cómo usar los programas”, dice Isabel. “Pero imagináte que tuviéramos más programas de ese tipo, que tuviéramos como sociedad introducido el valor de la lectura como un valor social, como un bien público”.

Por ello, una vez que esos recursos están en las manos de los docentes y de las instituciones educativas, públicas y privadas, el siguiente paso es crear una cultura de lectura en todas estas instituciones. Esa cultura se creará aumentando el acceso a los materiales para leer, a través de bibliotecas institucionales por ejemplo, y a los espacios específicos para buscar promover la lectura.

“Porque no se puede leer si no tenemos libros”, dice Isabel.

Y por último, siguiendo el ejemplo de los países que lideran los resultados más altos de las evaluaciones PISA, los líderes en materia de educación deben mirar a los resultados que han obtenido los jóvenes costarricenses en diferentes pruebas macro, como PISA, para detectar a dónde están las verdaderas carencias y así generar política pública dirigida a esos puntos específicos.

“La primera vez que Alemania participó en PISA salieron muy mal, las revistas en Europa decían ‘¿son los alemanes tontos?’”, cuenta Isabel. “Pero luego repuntaron. Se habían concentrado en trasladar los resultados en PISA en materiales educativos para los docentes, de cómo resolver ese problema que estaban identificando en PISA”.

Al final, para Isabel Román y el equipo del Estado de la Educación, lo que hay que hacer es ponernos a trabajar a nivel país.

“Necesitamos una campaña a nivel nacional en favor de la lectura. [Cuando salió el informe] estábamos pensando que diversos sectores se apropiaran del tema, desde las universidades, desde la sociedad civil, desde las ONGs”, dice Isabel. “Por eso hablábamos de la idea de la campaña nacional, como la que celebramos el 11 de abril. Es un tema de conciencia social de todos los sectores, que en el espacio que podamos y como podamos, sumemos a esa conciencia social en favor de la lectura”.

“Es una batalla que hay que dar”.

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Mónica Quesada Cordero
Mónica Quesada Corderohttp://www.mqcphoto.com
Mónica (Co-Fundadora, Editora Gráfica) es una galardonada fotoperiodista con 15 años de experiencia en el desarrollo de proyectos fotográficos en el área editorial, retrato, vida silvestre, comida y arquitectura. Además, cuenta con experiencia en escritura y redacción y una maestría en Producción Audiovisual y Multimedia. Mónica (Co-Founder, Graphic Editor) is an award-winning photojournalist with 15 years of experience developing photographic projects in the editorial, portrait, wildlife, food and architecture areas. In addition, she has experience in writing and a master's degree in Audiovisual and Multimedia Production.

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