La respuesta es sí. Muchos de los territorios indígenas de Costa Rica ofrecen servicios y actividades turísticas, algunos desde hace más de 30 años.
En Costa Rica, y según el Censo Nacional 2011 del Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (INEC), más de 104 mil personas se identifican como indígena, es decir un 2,4% de los costarricenses. El 75% de esas personas se identifican como parte de uno de ocho pueblos indígenas: Bribri, Brunca o Boruca, Cabécar, Chorotega, Huetar, Maleku o Guatuso, Ngöbe o Guaymí, Teribe o Térraba, y viven en alguno de los 24 territorios indígenas designados por la cartografía del país y que corresponden al 6,7% del territorio nacional. Cabe señalar que una gran cantidad de ese territorio aún no se encuentra en manos de los pueblos indígenas.
En las próximas semanas, en la sección de Viajes y Estilo de Vida de El Colectivo 506, vamos a compartir información sobre las diferentes actividades turísticas que se pueden realizar para conocer, compartir y apoyar las comunidades indígenas de Costa Rica. Pero antes, queremos compartir con ustedes información general sobre la realidad de estos pueblos y el impacto del turismo.
El reconocimiento de los pueblos indígenas en Costa Rica
En los años 1980 y principios de los 1990, muchas costarricenses experimentamos un cambio en la manera en que se nos enseñó sobre nuestros pueblos indígenas. Lo que viví en mi escuela fue un claro ejemplo. Primero nos decían que al llegar los españoles a Costa Rica, habían apenas unos poquitos indígenas aquí y allá, perdidos en la “jungla” deseosos de recibir a cualquier visitante. Pero menos de dos años después, estábamos organizando debates que cuestionan esa posición.
Sin embargo, aunque han pasado 30 años desde ese cambio, en Costa Rica seguimos teniendo un debate sobre el peso que tienen los pueblos originarios en nuestra historia, pasada, presente y futura.
La tenencia de tierras es uno de los problemas más grandes que viven la población indígena de Costa Rica. Aunque desde 1977 se estableció cuáles deben ser los límites de esos territorios, al día de hoy existen muchas personas no-indígenas que siguen aprovechando esas tierras y se rehúsan a entregarlas a sus dueños legales. Mucho se ha reportado sobre la violencia que se ha generado en los pueblos indígenas que tratan de recuperar su territorio ante la incapacidad del gobierno de cumplir con su obligación.
Esos territorios indígenas no pertenecen a una persona o una familia, sino que pertenecen colectivamente a cada una de esas comunidades indígenas, y por eso no son territorios que puedan ser vendidos, cedidos, o entregados a terceros.
Otra realidad que viven los pueblos originarios, y según el informe “El Mundo Indígena 2021: Costa Rica”, “en un país donde cerca de un 20% de la población vive bajo el nivel de pobreza, en el caso de los pueblos indígenas, ese porcentaje alcanza cifras alarmantes: Cabécar 94,3%; Ngäbe 87,0%; Bröran 85,0%; Bribri 70,8%; Brunka 60,7%; Maleku 44,3%; Chorotega 35,5% y Huetar 34,2%”.
A pesar de estas dificultades, los pueblos indígenas están cada vez más organizados, el mismo informe reporta organizaciones que no sólo tienen legitimidad frente al gobierno, sino ante los propios pueblos: la Mesa Nacional Indígena de Costa Rica (MNICR), el Frente Nacional de Pueblos Indígenas (FRENAPI), la Red Indígena Bribri-Cabécar (RIBCA), la Asociación Ngäbe del Pacífico, la Asociación Regional Aborigen del Dikes (ARADIKES), el Foro Nacional de Mujeres Indígenas y el Movimiento Indígena Interuniversitario.
Las actividades y servicios turísticos que se han venido construyendo en estos pueblos han tenido la particularidad de que han venido a fortalecer esas capacidades de organización y defensa de su cultura.
Los pueblos indígenas de Costa Rica y el turismo
“Tanto el turista nacional como el internacional tiene algo en común, y es que no conocen de la realidad indígena costarricenses, porque no es algo que se enseña constantemente”, dice Jorge Cole, antropólogo quien ha trabajado con pueblos indígenas desde organizaciones como The Nature Conservancy, Fundación MarViva, y la Asociación Comunitaria Conservacionista de Turismo Alternativo y Rural (ACTUAR), y también como consultor para instancias como UICN y PNUD.
Sin embargo, el especialista dice que ese pasar desapercibido le ha permitido a estas comunidades crear una oferta de servicios y atracciones turísticas de una forma más orgánica y autónoma.
“Lo positivo es que no se dan realidades que se dan en otros países, donde el turismo a veces utiliza el tema indígena”, explica, refiriéndose a situaciones donde personas no-indígenas ofrecen servicios o productos que se apropian de las características de la cultura indígena. A veces inclusive ofrecen actividades en territorio y comunidades indígenas que dejan muy poco beneficio, económico y social, para la comunidad. “En Costa Rica hay buenas prácticas pero hay un reto, porque la institucionalidad todavía no ha apoyado como se debe el tema del turismo cultural. Es un segmento [de la oferta turística] que no está totalmente posicionado en el país, y los territorios indígenas tendrían un papel muy importante en esa consolidación”.
Según Jorge, la principal limitación que enfrentan las iniciativas turísticas de los pueblos indígenas es la falta de apoyo institucional, en especial cuando tratan de aplicar por créditos que les permitan invertir y crecer: “Por un tema de tenencia de la tierra, que son colectivas, el sistema crediticio nacional no toma en cuenta las particularidades de los territorios indígenas, y esas personas no pueden sacar préstamos”.
Para el experto, los logros de estas comunidades son el resultado de sus propios esfuerzos y los apoyos que reciben de proyectos de cooperación internacional y distintas organizaciones no gubernamentales. Es por eso que el futuro del turismo en estos territorios dependerá de la capacidad de organización de los mismos pueblos.
“Cuando es participativo y se incluye a la comunidad, son los mismos pueblos los que deben elegir qué quieren compartir y cómo compartirlo”, dice Jorge. “El futuro del turismo es que todos los territorios logren hacer participativamente reglamentos de cómo quieren brindar el turismo”.
Además, agrega la importancia de que se generen más alianzas público-privadas y acompañamiento del estado que permitan fortalecer los emprendimientos a través de la creación de destinos. Jorge explica que, por ejemplo, en los cinco territorios indígenas de Buenos Aires de Puntarenas hay oferta turística, por lo que debería promoverse como un destino.
¿Por qué elegir un destino turístico en un pueblo indígena de Costa Rica?
“Hay un beneficio de interculturalidad que es aprender desde el idioma, la cosmovisión, la gastronomía, varios elementos propios de los grupos,” dice Jorge. “Es un turismo educativo que educa para la interculturalidad”.
Pero además, un turista que decida incluir en su visita a Costa Rica un servicio o actividad dentro de un territorio indígena no sólo recibirá autenticidad, sino que tendrá la satisfacción de saber que su dólar turístico estará impactando positivamente.
“La forma que se está trabajando el turismo en territorios indígenas son grupos organizados o redes de grupos entonces fortalece la organización”, dice Jorge. “Crea más capacidades locales en temas como manipulación de alimentos, guiado de turismo. Hay algunas manifestaciones culturales que se han fortalecido como elementos gastronómicos o festividades”.
A su vez, el turista no sólo estará aportando para disminuir la desigualdad y las brechas que separan a estos grupos indígenas del resto de Costa Rica, sino que también estará aportando en la lucha de género ya que muchas de estas iniciativas han sido fundadas y lideradas por mujeres que según el experto buscan formas “alternativas de ingreso consistentes con sus actividades culturales”.
“Es un turismo responsable cultural y socialmente”, concluye Jorge.
Turismo en comunidades indígenas en Costa Rica: Térraba y Bribri
Turismo en comunidades indígenas en Costa Rica: Boruca y Bribri Caribe
Turismo en comunidades indígenas en Costa Rica: Maleku y Ngöbe
Turismo en comunidades indígenas en Costa Rica: Cabécar y Chorotega